viernes. 26.04.2024
Europa

En la última década, la Unión Europea se ha visto desprestigiada en numerosas ocasiones: la gestión de la crisis económica de 2008, la acogida de los refugiados en 2015 y las ayudas para la gestión de la covid-19 en 2020 han sido algunos de los momentos más críticos. Todas estas cuestiones han ayudado a la salida británica de la UE, a la expansión de la ultraderecha y, sobre todo, a al aumento del cuestionamiento de las instituciones comunitarias. Estas ideas críticas con la UE, e incluso antieuropeistas en algunos casos, basan sus discursos en parámetros nacionalistas sin llegar al fondo de la cuestión sobre el origen de los problemas. Sin embargo, en numerosas ocasiones, los conflictos que se generan en Europa vienen dados por la complejidad de su organización interna y, la falta de análisis en ese sentido provoca que, de manera sencilla, se construyan discursos contra Europa. Negar Europa es más fácil que indagar en sus obstáculos para mejorarlos.

En la actualidad, la UE se enfrenta a algunos debates que demuestran la dificultad del entramado comunitario. El pasado mes de agosto, Alexandr Lukashenko, revalidó una cuestionable victoria electoral en Bielorrusia. Ante las protestas sociales por el fraude electoral, desde el Gobierno bielorruso ordenaron el encarcelamiento y la represión contra los opositores que reclamaban mayor transparencia democrática y la repetición de los comicios. La respuesta oficial de las instituciones comunitarias se ha hizo esperar mas de un mes y medio. El motivo no era que la UE aceptara los resultados de Lukashenko. Este tipo de decisiones se toman en el Concilium europeo, que está formado por los presidentes de los 27 países miembros. Hasta finales de septiembre, Chipre se negó a aceptar esa condena. El motivo de la posición chipriota era que se trataba de la única manera de demandar más atención al problema al que se está enfrentando el país. Chipre, junto a Grecia, es el país más amenazado por la expansión turca en el Mediterráneo y, al mismo tiempo, uno de los principales puntos de llegada de refugiados. Un estado pequeño, sin una gran visibilidad en las reuniones comunitarias, se ve obligado a bloquear decisiones que nada tienen que ver con su país con el único objetivo de que visibilizar sus problemas. En el último Concilium se atendieron sus demandas y eso permitió emitir un comunicado oficial comunitario en el que se condenan las acciones de Lukashenko.

Otro ejemplo reciente es la aprobación del Fondo de Recuperación económica para la Covid-19. Se trata del mayor éxito de la UE desde hace años, sobre todo debido a la crisis que ocasionó en primavera por el enfrentamiento entre estados partidarios de los fondos y países frugales (liderados por Países Bajos). En julio, después de unas intensas negociaciones, los 27 miembros llegaron a un principio de acuerdo. En gran parte de Europa, sobre todo en los países mediterráneos, se aplaudió el cuórum en la UE. Ese acuerdo era necesario para ayudar a las economías nacionales, pero, sobre todo, para evitar ahondar la crisis de las organizaciones comunitarias. En España, gran parte de los medios de comunicación mostraron dicho plan como un proyecto que llegaría pronto a las arcas nacionales. Sin embargo, olvidaron señalar que todavía debía aprobarse en el Parlamento Europeo y que este programa estaba ligado a los presupuestos comunitarios para el plan 2021-2027. Ahora, tras la reanudación del curso político y la segunda ola de la pandemia, el Parlamento Europeo y el Concilium han iniciado una lucha por la aprobación de este plan. Dicho debate afecta a la propia organización de las instituciones europeas. David Sassoli, presidente del Parlamento Europeo, ha pedido que el Parlamento tenga mayor poder de decisión en Europa y, concretamente en los presupuestos comunitarios y en el programa de recuperación, además de tratar ambos temas de manera separada. No se trata de una mera pugna por el poder, sino que lo que subyace de las declaraciones de Sassoli es el interés para que las grandes decisiones comunitarias sean tomadas desde un organismo que vela por Europa (Parlamento) y no por otro en el que priman los intereses nacionales y los pactos entre países (Concilium).

Estos dos ejemplos han servido para hacer referencia a la complejidad de la toma de decisiones en Europa. La solución de todos estos problemas es muy complicada, sobre todo en momentos en los que el nacionalismo vuelve a emerger con fuerza. Sin embargo, la alternativa a no buscar soluciones es mantenerse estático y, de manera indirecta, favorecer los discursos que banalizan la actividad política y que critican las instituciones comunitarias. La UE no puede dejar que ella misma sea su peor enemigo.


Sergio Molina García (Seminario de Estudios del Franquismo y la Transición/UCLM)

Europa contra Europa