jueves. 28.03.2024

La realidad supera a la ficción en lo ocurrido en Colombia

Una vez más la ciudadanía da una lección de madurez, de inteligencia colectiva y de compromiso con la vida, las libertades y los derechos. A ver si los gobiernos aprenden.
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Manifestante durante las marchas de enero de 2020 en Bogotá (Foto: Iñaki Chaves)

A la falta de ética de los poderes públicos y de las fuerzas del orden se suma la ausencia de la misma entre una parte de la población, mínima pero poderosa, que con sus acciones fomenta el odio y los enfrentamientos.

Mientras la población más vulnerable y vulnerada del país se manifiesta firmemente, desde hace ya viente días, por sus derechos ignorados desde la colonia, existe esa otra parte de gente que aplaude las actuaciones asesinas del esmad y que quisiera acabar no solo con los paros y las manifestaciones, sino con las personas que los realizan y apoyan.

Dos casos de extrema gravedad se han dado en el país en este fin de semana.

En Barranquilla, capital del departamento del Atlántico, un grupo de personajes en el anonimato ha hecho circular un panfleto en el que piden incendiar sedes de organizaciones sociales, a líderes y lideresas civiles y a docentes que se hayan manifestado a favor de la Minga indígena y del paro nacional en marcha. Entre las instituciones señaladas y en peligro está el Foro Costa Atlántica.

En Cali, departamento del Valle del Cauca, una doctora ha tuiteado su deseo de que las autodefensas, grupos paramilitares al margen de la ley pero que históricamente han actuado con la connivencia del Estado, maten a unos mil indios, unos poquitos según esta docta señora, para acabar con las marchas indígenas.

Después de que Noticias Uno lo denunciara, la galena ha pedido que se respete su intimidad y no se difunda su nombre. Pero no se ha retractado. Olé su código deontológico (por cierto, se ha sabido que su apellido es Rojas, para que no pidan cita con ella).

Mientras tanto, la Policía, el Ejército y los escuadrones antidisturbios siguen actuando impunemente y con excesos de todo tipo frente a la población desarmada y pacífica. Y el Gobierno continúa haciendo mutis por el foro e ignorando su responsabilidad en todos estos actos desproporcionados e incívicos más propios de cualquier dictadura de esas a las que les gusta señalar y que no quieren que contamine su “limpia y pura” democracia.

c1Internacionalmente algo se está moviendo, con marchas ciudadanas y acciones, hasta ahora con poca repercusión, de personajes públicos que piden parar estas masacres. Estados Unidos, el único ente al que los gobernantes colombianos rinden pleitesía y que podría parar todo esto, y Gran Bretaña han pedido suspender parte de la ayuda que destinan a Colombia. Pero no es suficiente, hay que seguir denunciando estas situaciones (también la que se vive en Palestina), presionando a los países y organizaciones internacionales y promoviendo una ética mundial y una paz verdadera, que es mucho más que la ausencia de guerra.

Una vez más la ciudadanía da una lección de madurez, de inteligencia colectiva y de compromiso con la vida, las libertades y los derechos. A ver si los gobiernos aprenden.

A parar para avanzar, ¡viva el paro nacional! Aunque en Colombia protestar sea de alto riesgo.

La realidad supera a la ficción en lo ocurrido en Colombia