viernes. 29.03.2024
Foto: Flickr Parlamento Europeo

Si los demócratas no rechazan las políticas neoliberales, dictadas por la élite del eje franco-alemán y gestionadas por Bruselas, otros les sustituirán

La construcción de gobiernos u organizaciones supraestatales debería hacer más fácil abordar problemáticas globales como son la superpoblación, las políticas distributivas, la solución de conflictos, la gestión de flujos (migratorios, mercancías, residuos, capitales, etc.) o la sostenibilidad del planeta. Todas estas cuestiones no pueden abordarse de forma unilateral por los estados, por muy poderosos que sean. La interdependencia y complejidad de las sociedades actuales exige afrontar en común los retos que como especie tenemos planteados. Resolver las contradicciones que nuestra dinámica social genera, exige superar la escala espacio-temporal de los actores que entren en conflicto. Una posible solución es dotarnos de instituciones y dinámicas de gobierno de amplio espectro, cuyos objetivos sean gestionar los intereses generales. Pensamos que la coordinación intergubernamental es clave para solucionar problemas que afecten a la ciudadanía, siempre que ésta participe en la acción de gobierno. Es lo que tendría que ser y nos gustaría que fuera, pero antes habrá que desplazar a la ideología y prácticas neoliberales que llevan décadas impregnando nuestra gobernanza. En este marco, abordaremos a continuación, como la renovación del Parlamento Europeo, a partir de las elecciones del 23-26 de mayo, es una oportunidad más para sustituir las políticas neoliberales dominantes, por otras, mucho más acordes con los intereses de la mayoría de la población y los escenarios socio-económicos emergentes.1

Tras la Segunda Guerra Mundial se constituyeron, en el bloque Occidental, dos estructuras supranacionales a las que España se incorporó en su momento, la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) y la Unión Europea (UE). La propaganda institucional ha afianzado durante décadas la percepción de que nuestro destino esta unido al de la OTAN en el plano militar, y al de la UE en el plano económico. Sin embargo, vivimos tiempos convulsos, donde realidades alejadas de la percepción pública cotidiana conducen a que los estados asociados cuestionen a ambas organizaciones, pues en algunos momentos les está generando más problemas que soluciones. Si los demócratas no rechazan las políticas neoliberales, dictadas por la élite del eje franco-alemán y gestionadas por Bruselas, otros les sustituirán. Somos testigos de como las políticas de austeridad y deslocalización de la producción de bienes incrementa el empobrecimiento y exclusión de la población de los países desarrollados. También, de la nula voluntad de las élites políticas y económicas para solucionar los problemas de la mayoría de la población; y como para evitar que surjan y se consoliden posiciones políticas de izquierda favorecen la aparición de movimientos nacionalistas euroescépticos, con la misión de difundir mensajes simplistas para una ciudadanía que ha sufrido las consecuencias de la crisis provocada por el sistema financiero y que está mayoritariamente indignada. La fórmula es muy sencilla se crean enemigos internos –pobres, mujeres, pensionistas, emigrantes, nacionalidades, etc.- en los que desahogar las frustraciones de nuestras comunidades por no poder mantener o alcanzar el “sueño europeo”. Si se les deja avanzar, configurarán sociedades autoritarias bajo consignas de todos conocidas “nosotros primero, ellos fuera”.

Proponemos tres vectores para definir políticas futuras vinculadas a la construcción de Otra UE más preocupada por facilitar bienestar a su ciudadanía que por plegarse a los intereses de las grandes corporaciones: (1) la transición a economías públicas sostenibles, (2) la reducción de la desigualdad entre los territorios y/o grupos sociales (género, trabajadores, pensionistas, infancia, o beneficiarios de prestaciones públicas –desempleados, rentas mínimas, etc.-), y (3) la democratización de sus estructuras de gobierno. Esperamos que estas referencias nos permitan consolidar una organización de estados europeos más democrática (UE+D). Los tres ejes de actuación propuestos no son nuevos, están presentes en la mayoría de los programas de los partidos de centro e izquierda europeos, y en muchas de las movilizaciones ciudadanas recientes.

Definidas las referencias básicas, pasamos a configurar un programa de acción a corto –legislaturas de cinco años- y medio plazo –décadas- que nos permita construir Otra Europa, sin perder de vista el carácter global de las dinámicas sociales. Este programa podría contemplar, entre otros, los siguientes objetivos:

  1. Hacia una UE sostenible. Debemos de abordar la sostenibilidad de los ecosistemas del planeta. Esto requiere definir la producción y distribución de recursos básicos a escala global. Es necesario acotar el proceso de privatización de beneficios y socialización de costes medio-ambientales –contaminación, cambio climático, salud, sobreexplotación de materias primas, etc.- en los que se mueve nuestras economías mayoritariamente capitalistas. Hay que impedir que la sostenibilidad sea un nuevo factor de desigualdad y convertirla en un derecho ciudadano, que implique una reorganización progresiva de la producción y el consumo ajena al proceso de acumulación capitalista. La dinámica de la oferta/demanda deberá cubrir en el futuro las necesidades básicas de la ciudadanía, en consonancia con la consolidación de una responsabilidad social colectiva (RSC).

  2. Políticas económicas públicas. Las administraciones de la UE tienen que asumir el control de la gestión de bienes básicos como garantía de calidad, tanto consumibles –agua, energía, suelo, etc.-, como de servicios -sanidad, dependencia, educación, etc.-. Aseguremos la universalidad de los mismos en todo el territorio. Revisemos el euro y las políticas monetarias del BCE. Su flexibilización podría tener lugar creando monedas locales fluctuantes en relación al euro. Reforcemos los bancos públicos estatales o supraestatales, para contrarrestar la desaparición de la competencia en el sector financiero como consecuencia de los procesos de concentración bancaria en régimen prácticamente de oligopolio. Apoyemos la presencia pública en las empresas que operan en la UE en sectores estratégicos –energía, transporte, suelo, equipamientos, TIC, alimentación, farmacia, banca, defensa, etc.- Proponemos que las administraciones entren en el accionariado de estas empresas, sobre todo, en aquellas a las que, de forma periódica, se les inyecta dinero público para que no se deslocalicen y mantengan los empleos.

  3. Democratización de las instituciones y reconstrucción de la soberanía y solidaridad territoriales.
    1.  Terminemos con las prácticas antidemocráticas de las instituciones de la UE (nombramientos, vetos, o escasas competencias económicas del Parlamento, etc.). No permitamos el funcionamiento de sus instituciones al margen del control parlamentario (BCE, etc.). En la cumbre de Sibiu (Rumanía) del 9 de mayo, los Estados han estado negociando el nombramiento de los próximos cargos y la agenda política para el periodo 2019-24, sin contar con el resultado de las urnas. No es tolerable esa desconsideración a la voluntad popular.
    2. Frente al nacionalismo y euroescepticismo emergente en los estados de la UE, catalizado por las políticas de Bruselas, configuremos candidaturas trasnacionales al parlamento europeo, que cohesionen la representatividad política de los territorios.
    3. Aceptemos la diversidad de los territorios asociados en la UE, y pactemos sus dinámicas de integración. No compremos el apoyo de sus ciudadanos, exigiéndoles cambios contrapuestos a sus intereses. Desarrollemos los mecanismos de exención de los territorios a los tratados, con el fin de que se puedan negociar incumplimientos parciales o totales ante determinadas coyunturas. Lo que se hizo con Grecia o España no debe repetirse.
    4. Las relaciones de producción que se derivan del capitalismo neoliberal profundizan las desigualdades interterritoriales, y catalizan la reconfiguración de las identidades de sus comunidades –campo vs ciudad, metrópolis vs regiones, regiones desarrolladas vs atrasadas, grupos sociales integrados vs excluidos, hombres vs mujeres, etc.-. La lista de desigualdades en nuestros territorios es extensa. Posibilitemos que las naciones europeas puedan articularse o desarticularse en nuevas entidades territoriales. No aceptar esta realidad lleva a imposiciones autoritarias de los límites territoriales actuales, lo que lleva a enfrentamientos entre comunidades como los presenciados en las tres últimas décadas en Europa oriental y los Balcanes. Necesitamos generar herramientas para gestionar estas dinámicas con métodos democráticos –negociaciones entre las comunidades en conflicto, referéndum ciudadano a sus decisiones y planes de implementación de los resultados de las consultas-. Finalmente, recordemos que la creación y redistribución de riqueza en todos los territorios (en sentido amplio, incremento del PIB, cultura, estado de bienestar, instituciones democráticas, lucha contra la corrupción, etc.) es el mejor antídoto frente al retorno de conflictos históricos que han asolado Europa durante siglos.

  4. Clarificación del tema migratorio. Hoy en día es un tema ineludible ya que está siendo utilizado por los conservadores neoliberales y sectores neo-fascistas como bandera de enganche a sus políticas y, al mismo tiempo, tapar las deficiencias del modelo capitalista actual. Es urgente clarificar, qué entendemos por ciudadanía europea y que políticas migratorias y de acogida de refugiados consideramos aceptables. Hay que esclarecer los compromisos que suscribimos con los países de origen, sean o no de la UE, y comprender que políticas coordinadas significa trabajar juntos, sin ignorar los intereses de cada uno de los estados miembros. El carácter anti-democrático del gobierno alemán quedo patente durante la crisis de 2015, al pretender que sus disposiciones fueran vinculantes para todo el territorio de la Unión Europea. Deberemos establecer las cuotas, el tipo de acogida que damos a los migrantes y refugiados, y las políticas de redistribución de población entre los territorios. La emigración es una respuesta colectiva a la desigualdad y a la desesperación. La pobreza o los conflictos son el mayor catalizador de sus flujos. Hay que terminar con la violencia hacia los emigrantes, y mermar el apoyo popular a medidas anti-migratorias reduciendo la desigualdad socio-económica interna, origen de dinámicas socialmente lesivas basadas en “penúltimos contra últimos”.

  5. Una UE no alineada. El no-alineamiento es inviable, sin una visión multilateral de las relaciones entre territorios y comunidades, y una reformulación de la OTAN. Sabemos que la política de bloques nos conduce a una escalada militar de previsibles resultados (enorme esfuerzo económico-militar, conflictos armados a diferentes escalas, enormes daños colaterales, movimientos masivos de población, etc.). La UE debe contribuir a la estabilidad mundial con su no alineamiento e iniciativas multilaterales con otros estados e instituciones globales. Debe de contemplar la creación de un ejército disuasorio y la aprobación de una carta de ciudadanía, que recoja los derechos y deberes básicos válidos en todo su territorio. El siguiente paso, sería la extensión de ambas iniciativas a sus zonas de influencia, cuestión decisiva para estabilizar sus límites y fronteras.

  6. Organización de los ciudadanos demócratas
    1. Activemos movimientos locales que actúen bajo programas similares a los descritos anteriormente, y especialmente, los que defienden la universalidad de los servicios básicos. Unámonos a las mujeres, los trabajadores, los pensionistas, los estudiantes, los ecologistas y los que luchan contra la discriminación de cualquier tipo. En definitiva, ampliemos la solidaridad frente a la gremialización tantas veces manifestada por los movimientos ciudadanos.
    2. Desarrollemos un tejido organizativo supranacional capaz de influir en la construcción de una UE más equitativa. Este será un elemento clave para agrupar los restos institucionales de una posible disolución de la UE por parte de sus dos estados-nodriza (Alemania y Francia).
    3. Impulsemos coaliciones progresistas por el cambio en los diferentes gobiernos y parlamentos, con una intensa y continuada labor diplomática –generando aliados puntuales o estratégicos- en todo el territorio. Convenzamos que la clave de Otra Europa nos es ceder soberanía –que nos gobiernen ellos-, sino compartirla con otros territorios, profundizando en los elementos democráticos de nuestra integración.
    4. Organicemos una oposición activa, a los movimientos fascistas, y que se incorpore con urgencia a la agenda de los demócratas, al igual que ya hacemos con la violencia de género. Aumentemos la presión para que los poderes actúen y acciones ciudadanas que limiten su incidencia como las que se llevan a cabo por amplios movimientos de la ciudadanía alemana.

La complejidad de la realidad social solo se puede afrontar con la acumulación de conocimiento colectivo a través de la práctica política. Es imprescindible para nuestra supervivencia que la protagonicen las generaciones más jóvenes. Las élites neoliberales lo saben y dedican ingentes medios económicos, mediáticos y humanos a mantener el status quo, inclinando las voluntades de una mayoría de ciudadanos hacia sus propuestas. Si nuestras sociedades son como las percibimos, es porque una mayoría social entiende que no son posibles otras alternativas. En esto consiste nuestro trabajo, en lograr que la práctica política evidencie que una UE democrática exige un cambio, y que la ciudadanía es la protagonista. Pensamos que nos podemos acercar a este objetivo, afrontando colectivamente los problemas de la mayoría social de la UE. Si no lo perseguimos, solo nos queda aceptar las reglas de supervivencia que los neoliberales o neo-fascistas nos impongan y lamentarnos de nuestro destino.


1Este documento ha sido elaborado a partir de las reflexiones suscitadas durante el ciclo de debates “Por Otra Europa”, organizado por la Oficina Europarlamentaria de PODEMOS en Madrid (Enero - Mayo 2019).


Joan Pere Enciso, Profesor de la Universidad de Lleida y Eduardo Enciso, Profesor de la Universidad Complutense.

Claves para otra Unión Europea