viernes. 29.03.2024
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@jgonzalezok | El gobernador del estado de São Paulo, João Doria, acaba de hacer un llamamiento al presidente brasileño, Jair Bolsonaro, para que no escuche las orientaciones de su “gabinete del odio”, que propone confrontar con cualquiera que se oponga y formule críticas al mandatario. Ese “gabinete del odio” está siendo insistentemente mencionado por la prensa brasileña, en referencia al núcleo más próximo al presidente, que elabora los mensajes y la estrategia de Bolsonaro, tanto en sus apariciones y declaraciones públicas, como en las redes sociales.

El “gabinete del odio”, que tiene carácter informal, produce informes y fake news, y maneja las redes sociales, con una gran actividad. En estas semanas su principal ocupación está centrada en elaborar un relato negacionista respecto al coronavirus, como antes fue negacionista del cambio climático. El grupo está comandado por Carlos Bolsonaro, segundo de los hijos del presidente. Es concejal del ayuntamiento de Río de Janeiro, pero se ha instalado en Brasilia, tiene despacho en el Palacio de Planalto -sede del gobierno- y suele participar en reuniones de alto nivel, con ministros y gobernadores, aunque el presidente de la Casa Civil lo niega y dice que solo va a visitar al padre.

El esquema de poder en el Brasil de Bolsonaro es peculiar. Fue elegido a fines del 2018 como candidato del PSL, partido al que se había afiliado meses antes de las elecciones. Un clásico “partido de alquiler”, y que fue la séptima formación política por la que pasó a lo largo de su carrera

Es el más radical de los tres hijos del mandatario que tienen actuación política. Bolsonaro lo considera como “su pitbull” y es conocido como 0.2. Sus otros dos hermanos son Flávio, el mayor, diputado en la Asamblea Legislativa de Río, conocido como 0.1; y Eduardo, diputado federal por el estado de São Paulo, que es 0.3. El motivo de esta particular forma de designar a los hijos del mandatario tendría su origen en la jerga militar, tan del gusto del ex capitán y hoy presidente.  

De este grupo forma parte Filipe Martins, un discípulo del escritor Olavo de Carvalho, un filósofo residente en los Estados Unidos, aficionado a las teorías basadas en conspiraciones. Olavo -en Brasil existe la costumbre de usar el nombre propio para referirse a las personas públicas, no solo privadas- es un ex militante del Partido Comunista, ex periodista, filósofo autodidacta que da clases por Internet y astrólogo. Se fue de Brasil cuando llegó al poder el PT, con el presidente Lula. Es el padre de la nueva derecha brasileña, la derecha más reaccionaria, y mentor por tanto del bolsonarismo. Incluso un comentarista tan conservador como Reinaldo Azevedo, de la Revista Veja, lo llamó “ayatolavo” (en referencia a los dignatarios chiitas de Irán). 

Cuando el hijo preferido del presidente, Eduardo, acusó a China por la propagación del coronavirus, causando un incidente diplomático con el país oriental

Pero la influencia sobre Bolsonaro es evidente. Lo sentó a su lado en una comida en su visita a Washington y mostró uno de sus libros, junto con la Biblia, la Constitución y otro texto de Churchill, cuando dio su primer discurso tras la victoria en las elecciones. Se trata del libro “Lo mínimo que usted precisa saber para no ser un idiota”. El ministro de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo, llegó a escribir que “la Divina Providencia unió las ideas de Olavo de Carvalho y la determinación y el patriotismo del presidente”.

El esquema de poder en el Brasil de Bolsonaro es peculiar. Fue elegido a fines del 2018 como candidato del PSL (Partido Social Liberal, derecha), partido al que se había afiliado meses antes de las elecciones. Un clásico “partido de alquiler”, y que fue la séptima formación política por la que pasó a lo largo de su carrera. El PSL sacó 4 escaños en el Senado (de un total de 81) y 52 diputados en la Cámara de Diputados (de un universo de 513; de ellos, 20 policías o militares). Pero el presidente rompió con dicho partido en noviembre pasado, por disputas de poder, y fundó Alianza Brasil.  

Pero el universo político de Bolsonaro es más amplio y tiene un amplio recorrido en la fragmentación política en el país, con una treintena de partidos representados en el parlamento. La bancada del PSL es la segunda en el Congreso, después de la del PT, que tiene solo cuatro escaños más, 56. Detrás de Bolsonaro está el bloque conocido como BBB (biblia, por los evangélicos; bala, partidarios de la mano dura; y buey, grandes propietarios rurales). En total, estos partidos de la derecha más conservadora  tendrían el 45 % de la Cámara de Diputados.

Pero, ni en el parlamento, ni en el propio gobierno, hay un bloque compacto. Esto se ha puesto en evidencia con la crisis del coronavirus, donde el ministro de Salud y hasta el vicepresidente han mostrado, de varias maneras, su disconformidad con la posición de Bolsonaro. Incluso el vicepresidente, el general Hamilton Mourão, un militar derechista, pero mucho más inteligente que Bolsonaro, está dejando ver sus diferencias.

Cuando el hijo preferido del presidente, Eduardo (0.2), acusó a China por la propagación del coronavirus, causando un incidente diplomático con el país oriental, Mourão dijo que no representaba al gobierno y que no era ésa la opinión del gobierno. Pero añadió que sus declaraciones tienen implicaciones por el apellido de quien las hizo: “Si se llamase Eduardo Bananinha, en vez de Bolsonaro, su declaración no tendría ninguna importancia”, señaló. Aquí el vicepresidente hizo un juego de palabras, apenas sutil y aparentemente inocente, llamando al hijo presidencial de “bananinha” (diminutivo de banana), que tiene un doble sentido en Brasil. Se puede utilizar en vez de idiota o para hablar de una persona débil de carácter. Mourão, así, ridiculizó al vástago presidencial y algunos medios ya empezaron a llamar al segundo hijo de Bolsonaro como Eduardo Bananinha. 

El clan Bolsonaro y el gabinete del odio