viernes. 29.03.2024
bolsonaro
Jair Bolsonaro

@jgonzalezok / Con la pandemia del Covid-19 fuera de control -más de 300.000 muertos, 2.655 diarios de media en los últimos 14 días-, Jair Bolsonaro llevó a cabo una reforma ministerial con cambios en seis ministerios. Entre ellos, destacan los de las carteras de Relaciones Exteriores y Defensa. El primero era esperado, el segundo fue una sorpresa total y permite a Bolsonaro deshacerse de un ministro que ya no le resultaba útil.

El titular de Exteriores, Ernesto Araújo, integraba el ala más radical del gobierno. En el caso del ministro de Defensa, Fernando Azevedo e Silva, por el contrario, resistió las pretensiones del presidente de que las Fuerzas Armadas expresaran con mayor énfasis su apoyo al gobierno. Se resistió a pasar a la reserva al general Edson Leal Pujol, jefe del Ejército, que había declarado expresamente que no quería que la política entrase en los cuarteles. El ya ex ministro de Defensa presentó su renuncia después de un brevísimo y tenso encuentro con el presidente, y en la nota que hizo pública posteriormente destacó que había preservado a las Fuerzas Armadas como instituciones del Estado.

La crisis ministerial se venía gestando en los últimos días, a medida que la catastrófica gestión de la pandemia aislaba a Bolsonaro, un presidente sin partido propio. Al final tuvo que soltar la mano de uno de sus ministros más próximos, el de Relaciones Exteriores, Ernesto Araújo. Bolsonaro cedió a las presiones de sus propios aliados en el Congreso y Senado, el grupo de partidos conocidos genéricamente como el centrão, que en las últimas décadas vienen dando respaldo parlamentario a sucesivos gobiernos, no importa su orientación política, siempre que consiga algo a cambio, entiéndase cargos. La posición de Araújo se complicó como consecuencia del fracaso de Brasil en la compra de vacunas contra el Covid-19. También fue el responsable de que Brasil fuera la única potencia emergente que tomó posición en la Organización Mundial de Comercio (OMC) contra la liberación de las patentes de las vacunas contra el Covid-19.

Araújo ya había sufrido una humillación en el Senado la semana pasada, cuando prácticamente todo el arco político -incluyendo los socios del gobierno- pidió su dimisión. Pero también le había bajado el pulgar el establishment. El diario O Estado de S. Paulo informaba el pasado domingo, 28 de marzo, de una serie de encuentros entre la cúpula del Congreso y grandes empresarios, representantes de bancos y del mercado financiero, que manifestaron la necesidad de cambiar el rumbo del gobierno de Bolsonaro para enfrentar la pandemia y sus consecuencias económicas. Ambas partes hablaron incluso de la posibilidad de someter al presidente a un juicio político o impeachment en caso necesario.

En los días previos a la renuncia, Araújo se metió en un pantano en el que finalmente se hundió. Especialmente letal fue su polémica con la senadora Kátia Abreu, presidente de la comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara, a la que acusó de hacer lobby a favor de la compañía china Huawei en la subasta del 5 G en Brasil. De esta manera, el renunciante ministro pretendía presentarse como víctima de un supuesto lobby chino y no enfrentar su fracaso en la compra de vacunas. La influyente senadora reaccionó considerando que Brasil no podía seguir teniendo a un marginal como la cara visible del país ante el mundo. Y tuvo el inmediato apoyo de los presidentes de las dos cámaras del Congreso.

Otro episodio de los últimos días ayuda también a entender el descalabro del gobierno de Bolsonaro, en estas trágicas horas con la pandemia fuera de control. El protagonista fue el asesor especial de asuntos internacionales del propio presidente, Filipe Martins, sorprendido en la sesión del Senado del miércoles 24, donde el ministro recibía el repudio general de la cámara, haciendo un gesto usado por los supremacistas blancos. El asesor estaba sentado detrás del presidente del Senado, Rodrigo Pacheco, y la televisión lo sorprendió con dicho gesto cuando éste estaba hablando. Martins, en realidad, es más que un asesor; en el palacio de Planalto se le ha llegado a calificar como canciller informal, y tenía acceso directo al presidente, a su hijo Eduardo y al propio Araújo.

Marcelo Ramos, vicepresidente de la Cámara de Diputados, considera que Araújo hizo que la política internacional de Brasil se convirtiera en un chiste en el mundo, que desvirtuó toda la tradición diplomática brasileña, a la que contaminó de ideología y creó problemas con los principales socios comerciales del país: “mientras era motivo de chiste, ya era malo, pero comenzó a tener impacto en la vida de las personas, porque empezamos a tener dificultades en el diálogo con socios comerciales fundamentales para obtener los insumos de la vacuna”, dijo al diario O Globo.

Tradicionalmente se consideró a Araújo como integrante del ala ideológica del gobierno. Es uno de los más fieles seguidores de Olavo de Carvalho, un escritor brasileño residente en los EEUU, que inspira con sus ideas ultraconservadoras al núcleo duro del bolsonarismo. Araújo causó innumerables problemas con países importantes para Brasil y de primer orden en el plano internacional, como China y Estados Unidos. En el primer caso, culpó a la potencia asiática por el coronavirus y su obsesión con China llegó al punto de interrumpir cualquier contacto con el representante diplomático de Pekín. En el segundo, defendió hasta límites insospechados la teoría de Trump de fraude en las elecciones americanas, y defendió a los invasores del Congreso, a los que calificó de “ciudadanos de bien”.

También defendió la política medioambiental del gobierno, basada en una deforestación de la Amazonia sin control, que trabó el acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. Abandonó las posiciones tradicionales de Brasil en foros internacionales sobre los Derechos Humanos. Y asumió con orgullo el calificativo de “paria” que se ganó Brasil con las políticas defendidas por el gobierno de Bolsonaro.

Este pasado sábado, el editorial del diario O Globo llevaba el siguiente título: “Hace ya tiempo que acabó el tiempo de Ernesto Araújo”. Y describía las particularidades de su llegada al cargo, siendo un joven diplomático sin ninguna experiencia. Sus credenciales, para el diario, serían solamente dos: “someterse caninamente a los designios del hijo del presidente; y compartir los delirios de un círculo reaccionario oriundo de las redes sociales, suya ignorancia del mundo solo es superada por la propia convicción de ser portadores de la verdad y líderes de la revolución conservadora”.

¿Cambiará la política exterior brasileña con el recambio en el ministerio correspondiente? El bajo perfil del nuevo ministro sugiere que no tendrá margen de maniobra

El nuevo responsable de las Relaciones Exteriores de Brasil es Carlos Alberto Franco França. Al igual que su antecesor, tiene poca experiencia -no encabezó ninguna embajada-, pero es considerado un diplomático tradicional y pragmático. Gran parte de su carrera estuvo ligada al área de ceremonial. Contrariamente a Araújo, se considera que es poco dado a la publicidad y el primer plano.

¿Cambiará la política exterior brasileña con el recambio en el ministerio correspondiente? El bajo perfil del nuevo ministro sugiere que no tendrá margen de maniobra. Y el hecho inexorable es que Bolsonaro sigue en la presidencia y que su hijo, Eduardo, es presidente del comité de Relaciones Exteriores de la cámara de Diputados. El tercer hijo de Bolsonaro ha sido uno de los que marcó la agenda de política exterior durante los dos años largos de presidencia de su progenitor. Y no es previsible que Bolsonaro ponga límites a su propio hijo, que ha protagonizado tantas o más polémicas que el dimitido Araújo.

Bolsonaro había hecho otro cambio de ministro clave en su gabinete hace solo dos semanas, al sustituir al general Eduardo Pazuello como titular de la cartera de Salud. Pazuello, que fue sustituido por el médico Marcelo Queiroga, dejó el cargo después de estar al mando de la cartera durante la mayor parte de la pandemia, con récord de muertes e investigado por la Justicia sobre cómo gestionó la crisis.

La pauta de que la orientación del gobierno seguirá sin variaciones la da no los cambios conocidos este martes, 30 de marzo, sino quién sigue en su puesto, a pesar de todo: el ministro de Medio Ambiente, Ricardo Salles, que saltó a la celebridad cuando se filtró una reunión de gabinete en la que aparecía sugiriendo que el gobierno aprovechase la pandemia para relajar las medidas ambientales. Era abril del año pasado, cuando dijo: “Necesitamos hacer un esfuerzo, mientras estamos en este momento de calma en términos de cobertura de prensa, porque solo están hablando de Covid-19, para cambiar todas las reglas y simplificar las normas”.

Bolsonaro sacrifica a su ministro de Exteriores en el marco de otros cambios de Gobierno