sábado. 20.04.2024
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"Si yo decía lo que iba a hacer, no me votaba nadie". Este sincericidio explícito, atribuido al ex presidente argentino Carlos Saúl Menem, se repitió -en versión remixada-  a pocos meses de la llegada de Mauricio Macri al gobierno. En junio de 2016, durante un encuentro del Congreso de la Asociación Cristiana de Dirigentes, el por entonces flamante primer mandatario aseguró que "Si yo les decía a ustedes hace un año lo que iba a hacer, seguramente iban a votar mayoritariamente por encerrarme en el manicomio".

Amparado en el inédito apoyo de los medios de comunicación hegemónicos, el oficialismo impulsa ahora la campaña por la continuidad del “cambio”; una gesta que pretende captar el voto de los indecisos y en la que el miedo parece ser la única estrategia. El oficialismo no tiene un solo logro para mostrar al electorado, de modo que ha vuelto al recurso de la demonización de la oposición como única alternativa. Las figuras más representativas de la derecha neoliberal que gobierna la Argentina desde el 10 de diciembre de 2015 ya desfilan por los programas televisivos, sin ninguna propuesta concreta, sin referencias al desastre económico y social que atraviesa el país como consecuencia de su propia gestión. Ante la imposibilidad de enseñar un solo logro, la estratagema vuelve a repetir patrón: “No queremos convertirnos en Venezuela”, advierten en una versión –también remixada- del leitmotiv con el que adornaron la campaña de 2015.

Desde la asunción de Mauricio Macri, Argentina incrementó su inflación al 160%, la pobreza se elevó al 33%, los salarios se redujeron un 22%... 

Lo cierto es que los “logros” de Cambiemos en la presidencia alejaron la posibilidad de esa conversión tan temida. Desde la asunción de Mauricio Macri, Argentina incrementó su inflación al 160 por ciento, la pobreza se elevó al 33 por ciento, los salarios se redujeron un 22 por ciento (el más bajo desde 2002), las jubilaciones cayeron 18,5 por ciento, los servicios sufrieron subas de hasta el 3008 por ciento, el empleo privado perdió 51.000 puestos, el industrial 107.000 y cerraron 9.609 pequeñas y medianas empresas (PyMes). Con estos datos es casi lógico ver a los mentores del cambio proclamarse defensores de la República sin mayores especificaciones respecto de cuál es la República a la que refieren.

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La memoria argentina tiene patas cortas. Aún así, los archivos audiovisuales son el fiel reflejo a través del cual queda expuesto el listado de promesas vanas que no es sino una de las mayores estafas cometidas en democracia. Macri no sólo no cumplió ni una de las promesas de su campaña, sino que hizo exactamente todo lo contrario a lo que dijo que haría. Quizás en esto resida el sincericidio con el que arrancó una sonrisa en el Congreso de la Asociación Cristiana de Dirigentes: "Si yo les decía a ustedes hace un año lo que iba a hacer, seguramente iban a votar mayoritariamente por encerrarme en el manicomio". Macri prometió eliminar el impuesto a las ganancias; sin embargo ahora dicho impuesto abarca a más trabajadores que antes. Macri prometió una “lluvia de inversiones”; sin embargo sólo ahondó la especulación financiera y propició la fuga de capitales. “Nadie va a perder lo que ha logrado”, aseguró el por entonces candidato de Cambiemos, pero los salarios descendieron drásticamente y la desocupación recuperó la cifra de dos dígitos, tal como en la peor crisis económica acaecida en 2002. “La inflación es muy simple de resolver”, dijo un envalentonado Mauricio Macri allá por 2015. Y la inflación se duplicó, licuando los ya deplorables sueldos.

Es comprensible entonces que, ante la realidad de las estadísticas, el oficialismo esté inmerso ahora en una campaña más sucia que el prontuario del presidente. Las fake news están a la orden del día y abonan la idea de dos bandos: La oposición es el bando malo. El oficialismo es el bueno. Todo vale con el fin de conquistar el voto del argentino mediotizado que replica sin criterio alguno lo que los medios oficiales le inoculan durante 24 horas. Aún restan tres meses para que Macri culmine uno de los mandatos más desastrosos desde la recuperación de la democracia. Las cartas están sobre la mesa. Y en el juego electoral de la derecha y sus medios, la realidad es apenas una anécdota. Si la realidad no coincide con las palabras del presidente, pues peor para la realidad.

Bajando un cambio