viernes. 19.04.2024
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A poco más de dos meses de las elecciones europeas, el panorama político de la Unión es sombrío. Cabe preguntarse incluso si puede hablarse de Unión strictu sensu, es decir, de proyecto compartido, de estrategias consensuadas, de políticas coordinadas, de lealtades comprometidas pese a las normales y deseables diferencias ideológicas.

El Brexit suele citarse como el caso más preocupante de la política europea. En parte, es cierto, pero este largo y agónico proceso de desacoplamiento británico está escondiendo o relegando otros procesos menos evidentes.

LA AGONÍA DEL BREXIT

La relación de Gran Bretaña con Europa va a ser motivo de controversia durante mucho tiempo

De nada le ha servido a Theresa May el apaño jurídico-político obtenido a última hora sobre el backstop (salvaguarda) irlandesa. La derrota parlamentaria del martes sobre el acuerdo con los 27 fue algo menos abrumadora (149 votos negativos más que afirmativos) que la anterior (230 rechazos más que apoyos), pero humillante por igual. A la hora de escribir este comentario (miércoles, 13), son dos las opciones tasadas en Westminster: voto hoy para decidir si se sale de la Unión a las bravas; y, en caso negativo, mañana, jueves, propuesta de extensión de la fecha de salida, sobre la que decidiría, en su caso, el Consejo Europeo del 21 de marzo (1) Pero a estas opciones se une una tercera que aún no está inscrita en el calendario de sesiones, pero que se siente como elefante en la habitación: un segundo  referéndum para deshacer el nudo gordiano. Sin descartar elecciones anticipadas, pese al pánico tory (2).

El problema es que la división parlamentaria ni siquiera se explica por la fractura partidaria. Los tories están a la greña, en parecidas proporciones a los laboristas. En los dos campos moran brexiteers y remainers, e incluso conciliadores resignados. En la periferia, hay más homogeneidad: liberales y nacionalistas escoceses son partidarios decididos de la permanencia, mientras los unionistas irlandeses se alinean con los euroescépticos más duros.

Pase lo que pase en las próximas 48 horas, haya salida sin acuerdo el 29 de marzo o prórroga para seguir mareando la perdiz y desgastar a los recalcitrantes (la doctrina May), lo cierto es que la relación de Gran Bretaña con Europa va a ser motivo de controversia durante mucho tiempo, añadiendo sal en una herida proverbial.

Desde Europa, el Brexit se ha convertido en una pesadilla, pero más emocional que política. Casi todo el debilitado liderazgo europeo ha dado ya por descontado el desenganche británico. Sin duda, el goteo de las consecuencias económicas se dejará sentir con aflicción. Pero el hartazgo de la situación se sobrepone a la preocupación (3). O al menos eso es lo que se desprende del discurso pero también de las actitudes. No ha habido demasiada piedad para la poco inspirada May, tan denostada como Thatcher en Bruselas, pero menos respetada. Mas allá de una cortesía palaciega o un desinflado flotador postrero, se le ha dejado a su suerte.   

¿NEOGAULLISMO O SOPLO NAPOLEÓNICO?

macronEn la fracturada Unión pesan otros procesos: la falta de respuesta coherente y solidaria a la inmigración, la pasividad ante los síntomas de una nueva recesión en ciernes, la falta de respuesta a los síntomas crecientes de desinterés norteamericano por el orden mundial vigente desde 1945, el desconcierto ante la amenaza nacional-populista, la parálisis ante el desafío chino o ruso (distintos pero potencialmente convergentes), por no hablar de la renuncia a tener un voz cadenciosa en los conflictos de Oriente Medio y el Magreb.

Ante esta falta abrumadora de liderazgo, se pretende elevar Macron, el presidente francés, como único capaz de unificar, de marcar el camino del “renacimiento europeo”. En una “carta a los ciudadanos europeos” (4) proclama un programa de cambio, basado en tres pilares (libertad, protección y progreso. Lo ha hecho sin contar con nadie, como una iniciativa voluntarista, de urgencia. ¿Reflejo gaullista o soplo napoleónico, como un impulso del destino?

Los rivales políticos internos le han reprochado arrogancia, vanidad y cierta hipocresía, al erigirse en profeta europeo mientras fracasa estrepitosamente en su proyecto interno, francés. La revuelta de los gilets jaunes se apaga, pero su respuesta del gran debate nacional ha volado corto y las causas del malestar social restan intactas.

En su carta se perfila una propuesta de vuelco institucional que ha molestado o confundido a muchos. Como bien apunta Sylvie Kauffmann, una de las editorialistas de LE MONDE, Macron “hace tabla rasa de los formatos existentes” (5). Ignora al BCE, no menciona a la zona euro y se refiere a Schengen sólo para afirmar la necesidad de revisarlo por completo (mettre a plat). Oblitera el eje franco-alemán y parece pasar de las alianzas no escritas que han impulsado el proyecto europeo. Es la suya una ambición por encima de divisiones nacionales y alineamientos tácticos o programáticos.                

Los socios de Macron han respondido con fría cortesía, o con desgana. En Alemania, el gran partner, no se oculta cierta incomodidad por el afán pretencioso de Macron. Desde el SPD lo utilizan para denunciar la parálisis de la canciller Merkel (cada día más pato cojo), pero sin adherirse a sus ideas; desde la CDU se le recuerda que deben respetarse los canales existentes.

Al cabo, Macron no inventa nada. Más bien reacciona al nacional-populismo, a la deriva aislacionista-nacionalista de Trump y a las inquietudes euroasiáticas con el instinto de salvaguarda del sistema. Pone énfasis en la seguridad y relega las recetas de mayor justicia social a una retórica de protección.

LAS TURBULENCIAS MEDITERRÁNEAS

Así las cosas, Europa camina en orden disperso, capturado en sus contradicciones nacionales, sin estrategias claras, frente a un mundo en transformación, convulso y peligroso

Mientras en el norte cunde la marea nacional-populista antimigratoria y en el centro se afianza, además de lo anterior, un instinto anticomunitario y, en cierta medida, se ignora el mandato institucional, en el sur se avivan similares peligros.

En Italia, se consolida la Lega como primer fuerza política. Más allá de bravuconadas retóricas, que la perdida batalla sobre el presupuesto ha reducido a su verdadera dimensión, el gobierno de los dos populismos hace exhibición de cabalgada en solitario. El último ejemplo es la decisión de sumarse al proyecto chino de nueva ruta de la seda, estrategia de penetración económica, tecnológica y comercial de Pekín, en su afán por convertirse en el principal actor internacional del siglo. Los ultras italianos se ofrecen como cabeza de puente de esa revolución que Bannon no pudo anclar en EE.UU., debido a la personalidad egocéntrica y errática de Trump. En contraste, el PDI gira a la izquierda, en busca de un electorado perdido, al elegir a Zingaretti, actual presidente de la región del Lazio, émulo de Corbyn, como nuevo líder (6).

En España, el final confirmado del bipartidismo y la emergencia, cuatro décadas después, de una ultraderecha hasta ahora domesticada bajo las alas normalizadoras del conservadurismo predicen la prolongación de un clima de ingobernabilidad, agravado por el brote independentista en Cataluña. El ciclo electoral irresolutivo amenaza con prolongarse.

Así las cosas, Europa camina en orden disperso, capturado en sus contradicciones nacionales, sin estrategias claras, frente a un mundo en transformación, convulso y peligroso.


NOTAS

(1) “MPs ignore May’s pleas and defeat her Brexit deal by 19 votes”. THE GUARDIAN, 13 de marzo.
(2) “What’s next for Brexit: Britain plays the ultimate game of ‘Deal or not Deal’”. AMANDA SLOAT. BROOKINGS INSTITUTION, 7 de marzo.
(3) “Europe needs to show Britain the door”. JUDY DEMPSEY. CARNEGIE EUROPE, 7 de marzo (reproducción de un artículo publicado originalmente en THE WASHINGTON POST, 30 de enero).
(4) “Pour une renaissance européenne”. EMMANUEL MACRON, (Varios diarios europeos), 4 de marzo.
(5) “Dans sa ‘lettre aux citoyens d’Europe’, Macron fait table rase des formats existents dans le UE”. SYLVIE KAUFFMANN. LE MONDE, 6 de marzo.
(6) “Los votantes del PD italiano eligen a un izquierdista para sustituir a Renzi” LA VANGUARDIA, 3 de marzo.

Europa, en orden disperso