jueves. 28.03.2024
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Sede del Consejo Europeo

Ya está ultimado el consenso entre Alemania y Francia que servirá de base y de límite a los acuerdos que se aprobarán en la reunión del Consejo Europeo de 28 y 29 de junio con la intención de reforzar la eurozona y mejorar su funcionamiento. Las reformas que se aprueben girarán en torno a dos puntos importantes: la creación de un presupuesto de la eurozona y la conversión del actual fondo de rescate, el Mecanismo Europeo de Estabilidad (MEDE), en un Fondo Monetario Europeo (FME).

PRESUPUESTO DE LA EUROZONA

En primer lugar, se aprobará un presupuesto de la eurozona orientado a menguar las diferencias cíclicas entre las economías de la eurozona y a compensar parte de las divergencias de estructuras y especializaciones productivas que derivan en crecientes desigualdades de renta entre los Estados miembros. Dicho presupuesto será financiado por contribuciones sustentadas, muy probablemente, en una tasa europea sobre las transacciones financieras que podría entrar en funcionamiento en 2021. Su cuantía estará más cerca de las pretensiones de Alemania (varias decenas de miles de millones de euros) que de las de Francia (varios centenares de miles de millones) y podría, en el mejor de los casos, poner cierto freno a las tendencias a la fragmentación y la divergencia que priman en la eurozona desde el estallido de la crisis financiera global de 2008.  

CONVERSIÓN DEL ACTUAL FONDO DE RESCATE

En segundo lugar, se aprobará la conversión del actual MEDE en un FME que se convertirá en un instrumento clave para afrontar las más que probables próximas crisis de liquidez que afecten a las deudas de los bancos y a las deudas soberanas de algunos Estados miembros. Está por ver la letra pequeña de este acuerdo, especialmente si se entregará el control y la gestión del FME a un organismo técnico que sólo respondería ante el Consejo Europeo, evitando todo control político por parte de la Comisión y el Parlamento.

NADA NUEVO SOBRE LA UNIÓN BANCARIA

Sobre la unión bancaria, nada nuevo. Seguirá su cansina andadura, lastrada por la negativa de Alemania a cualquier solución que implique en un horizonte cercano un Fondo de Garantía de Depósitos común que pudiera ser identificado por el electorado alemán como una forma de mutualización de la deuda mediante la cual sus impuestos podrían acabar sirviendo de garantía de los depósitos de ahorradores extranjeros. Mientras no se cree ese último peldaño de la unión bancaria, los mercados financieros de la eurozona seguirán segmentados por países y el ahorro de los países excedentarios del norte de la eurozona (Alemania y Holanda, principalmente) se invertirá fuera de la eurozona.  

DÉBIL RECONOCIMIENTO A LOS PROBLEMAS DE LA EUROZONA

Alemania sigue obsesionada con el criterio del riesgo moral y por dogmas económicos del siglo pasado

Y poca cosa más. Dos pequeños pasos adelante que suponen un débil reconocimiento de los graves problemas que existen en la eurozona y muestran la emergencia de un consenso mínimo sobre la necesidad de un acuerdo franco-alemán para avanzar en la tarea de reformar la eurozona sin que tal atrevimiento reformista suponga nuevos costes para Alemania o, mucho menos, transferencias permanentes desde las economías más equilibradas y ricas de la eurozona a las menos ricas. Pero también implica un paso atrás, quizás más decisivo que los dos pasos adelante, porque es una negativa a buscar soluciones que minimicen los riesgos del conjunto de las economías de la eurozona y supongan una distribución más equitativa de los duros ajustes que deben soportar casi exclusivamente las economías del sur de Europa. Alemania sigue obsesionada con el criterio del riesgo moral (cada socio debe asumir los costes que ocasionen sus decisiones) y por dogmas económicos del siglo pasado que consagran los objetivos, al margen de la situación cíclica de su economía, de un equilibrio permanente de sus cuentas públicas y de un superávit, cuanto mayor mejor, de sus cuentas exteriores. Dogmas económicos que, en la actual fase de construcción incompleta de la eurozona, pueden favorecer a la economía alemana, pero bloquean la búsqueda de soluciones razonables destinadas a mejorar el funcionamiento de la eurozona, imponen un sesgo recesivo al conjunto de las economías europeas y perjudican gravemente a las economías del sur de Europa que deben hacer ajustes unilaterales que impactan con extrema dureza sobre el empleo, los bienes públicos y las rentas salariales.

LA INMIGRACIÓN

aquarius

No parece que haya en Europa muchos gobernantes capaces de entender y practicar acciones tan simples como salvar vidas y rescatar a náufragos en peligro de muerte

El otro gran tema que estará presente en la cumbre, la inmigración, no podrá tener a corto plazo una solución comunitaria. De la cumbre no saldrá una política migratoria común. El nuevo gobierno de Italia se desentiende de los rescates en alta mar, permite que el Mediterráneo se trague a miles de personas y utiliza la desesperación de las personas que intentan alcanzar sus costas para criminalizar la inmigración, difundir el veneno de la xenofobia en el electorado italiano, debilitar las instituciones comunitarias y obtener algunas contrapartidas de sus socios. Los gobiernos de los países del grupo de Visegrád (Eslovaquia, Hungría, Polonia y República Checa) y los ministros del Interior de Alemania, Austria o Italia no tienen ningún reparo en mostrarse insolidarios con sus socios e insumisos frente a los acuerdos comunitarios alcanzados o en cerrar los ojos cuando se vulneran los derechos humanos de las personas inmigrantes.

En tan difícil contexto, Macron y Merkel, apoyados por Pedro Sánchez, intentan pactar una política europea de inmigración subcontratando plataformas de desembarco e identificación de inmigrantes, que podrían estar fuera de las fronteras de la UE, financiados con fondos comunitarios y que servirían de contención y de filtro hasta su clasificación como refugiados en busca de asilo o como mano de obra aceptable, mientras la mayoría sería expulsada a sus respectivos países de origen. No parece que haya en Europa muchos gobernantes capaces de entender y practicar acciones tan simples como salvar vidas y rescatar a náufragos en peligro de muerte. En todo caso y en cualquier circunstancia, debe exigirse a las autoridades europeas un trato digno y respetuoso con las personas inmigrantes. No son carne humana, son seres humanos. Dar asilo a las personas que huyen de países en los que no se respetan los derechos humanos y en los que podrían ser asesinados, perseguidos o encarcelados por sus creencias, opiniones, pertenencia étnica u orientación sexual es una obligación sustentada en el Derecho Internacional y en los principios éticos que inspiraron la construcción de la unidad europea.    

merkel sanchez

Es necesaria una política europea de inmigración, sin duda; pero no vale cualquier tipo de política o de consenso. La necesaria cooperación no debe lograrse a costa de transigir con actitudes xenófobas, racistas o pragmáticas que desconsideran los derechos humanos y las obligaciones que se derivan de su aceptación.

Malos augurios para la cumbre del 28 y 29 de junio en materia de migración. Los líderes de los 16 países europeos reunidos en Bruselas el pasado domingo, 24 de junio, convocados por el presidente de la Comisión Europea, Juncker, intentaron buscar soluciones europeas que presentarían después en la reunión del Consejo Europeo. Quedó claro que es imposible alcanzar un acuerdo generalizado y que se contentarán con establecer marcos de acción común entre los gobiernos que tengan buena voluntad en la tarea de frenar la inmigración sin transigir en demasía con las posiciones xenófobas y racistas que criminalizan la inmigración ni desconectar del todo con el obligado respeto por los derechos humanos y la normativa internacional en materia de asilo. Habrá que estar al tanto del resultado.

INTEGRACIÓN MILITAR

Y algo parecido, de avance parcial por parte de algunos de los Estados miembros, ocurrirá también en el terreno de la integración militar, materia en la que una reciente iniciativa dirigida por Francia ha logrado comprometer a ocho Estados europeos, entre ellos España (también el Reino Unido que está en el tramo final de las negociaciones para su salida efectiva de la UE), en la tarea de crear una fuerza común de intervención militar que agilizará los procedimientos para actuar conjuntamente en misiones de interés común.

La Europa a varias velocidades y con una geometría variable en diferentes materias se afirma y parece ser la única vía de avance en su integración. El problema es que en lo que se refiere a la eurozona no cabe ningún tipo de geometría variable. Para sobrevivir, la eurozona requiere una mayor coordinación de políticas económicas y fiscales, unos objetivos comunes razonables y flexibles (capaces de adaptarse a las diferentes situaciones cíclicas y necesidades de las economías de los Estados miembros) y unos instrumentos de política económica que promuevan al tiempo una disminución de los riesgos del conjunto, lo que implica un reparto más equitativo de los costes y de los necesarios ajustes, y una convergencia de rentas entre los Estados miembros.

Esa es la situación y lo que, previsiblemente, puede dar de sí esta cumbre del 28 y 29 de junio. Al finalizar, se habrán disipado brumas, conoceremos los consensos fraguados y las previsiones quedarán confirmadas o desmentidas. Será la hora de opinar con cierto fundamento sobre los resultados de la cumbre y valorar hasta qué punto los acuerdos alcanzados pueden suponer un alivio a los problemas de la eurozona.

A continuación, me adentraré en una breve descripción de tres de los más importantes problemas estructurales que amenazan al euro, impiden su buen funcionamiento y sustentan que la búsqueda de consensos y soluciones para la reforma institucional de la eurozona esté en la agenda europea.

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Tres problemas estructurales en busca de solución

Me referiré en este apartado a tres de los problemas estructurales de la eurozona que no van a encontrar solución en este Consejo Europeo. Las soluciones a esos problemas tardarán más tiempo o podrían no llegar. Algunos analistas opinan que habrá que esperar a la próxima crisis del euro para que los países y fuerzas políticas que ahora se oponen a las reformas vean la necesidad de acordar soluciones que resuelvan las insuficiencias de la actual eurozona. Puede que para entonces sea demasiado tarde y que el euro no resista una nueva crisis.

Primer problema. El euro, en su configuración actual, es una máquina de generar divergencias productivas (ya que la unión monetaria permite explotar al máximo las ventajas comparativas de cada región y Estado miembro que comparte la moneda) que acaban concretándose en diferencias permanentes de rentas. La promesa de convergencia de rentas y niveles de bienestar ha desaparecido del horizonte que permitió el nacimiento y desarrollo del proceso de unidad europea en el que se inscribe el euro. Y desaparecerá definitivamente si no existen mecanismos presupuestarios de compensación que promuevan esa convergencia, como pasa en cualquier país (unión de países o zona monetaria) del mundo.     

Segundo problema. La perpetuación del ajuste interno (mediante políticas de austeridad y devaluación salarial) es el único mecanismo disponible de recuperación de los equilibrios macroeconómicos básicos para los países que pierdan competitividad, ya que esa pérdida se traduce en déficits por cuenta corriente y públicos imposibles de financiar. Sin mecanismos de mutualización de las deudas públicas que permitan compartir riesgos, los ajustes van a seguir presionando en contra del empleo, los salarios, los bienes públicos y las inversiones de las Administraciones Públicas. Ajustes destructivos de tejido y factores productivos que acaban, necesariamente, impactando en la trayectoria del crecimiento potencial, reduciéndolo.  

Tercer problema. El Pacto de Estabilidad y Crecimiento y todo el entramado de controles, techos de gasto y déficit, procedimientos y sanciones puesto en pie en los últimos años consagra el ajuste unilateral de los países deficitarios (en sus cuentas públicas y en sus cuentas exteriores), sin que los países superavitarios, aparte de algunas referencias poco concretas a la conveniencia de reducir sus excedentes que no tienen ninguna repercusión práctica, se vean impelidos también a corregir sus desequilibrios. Una economía fuerte, como la de Alemania, puede incumplir las reglas europeas (sus superávits corrientes son muy superiores al 4% de su PIB desde 2006); una economía frágil y débil, como la de Grecia, debe cumplirlas a rajatabla y sin tener en cuenta el desastre económico y social que ocasionen. 

Esos tres grandes problemas estructurales apenas se mencionan en los debates sobre la necesaria reforma de la eurozona, pero están en el origen del mal funcionamiento de la eurozona y sustentan las razones que obligan a una reforma en profundidad si se quiere que la unidad europea siga siendo un proyecto vivo y útil para la ciudadanía europea.

La UE puede ser un factor de equilibrio y de gestión del cambio a favor de las mayorías sociales

Puede pensarse o no debe descartarse que (sin reformas de cierto calado) llegue un momento en el que la supervivencia de la UE y la eurozona suponga más costes que ventajas y oportunidades para los países periféricos. Creo que estamos aún lejos de tal situación, pero llegados a ese punto crítico la negociación para un desmantelamiento consensuado del euro sería esencial. Mi posición es que hay que defender el euro y que para defenderlo hay que cambiar (completar y mejorar) las instituciones y las políticas comunitarias. Y esa defensa exige tiempo (paciencia) y amplias alianzas europeas entre las fuerzas progresistas en presencia, viejas y nuevas, en torno a un programa de cambio bien elaborado técnicamente y viable políticamente que tenga capacidad de lograr la adhesión de la mayoría de la ciudadanía europea.

No da igual que la eurozona se deteriore o desaparezca, arrastrando en su caída a la UE. La unidad europea es un refugio protector de los países y las sociedades europeas frente a los riesgos, incertidumbres y crisis de carácter económico, financiero, bélico y geoestratégico que amenazan la paz, la estabilidad y la prosperidad de Europa y de todo el mundo. Y podría serlo mucho más en los convulsos tiempos que se avecinan si se realizaran las reformas adecuadas. La UE puede ser un factor de equilibrio y de gestión del cambio a favor de las mayorías sociales (en Europa y en todo el mundo) en una época en la que están en cuestión el modelo de globalización financiera, la hegemonía económica, política, militar y cultural de EEUU, la transición energética para reducir los impactos del cambio climático y las repercusiones laborales y sociales del desarrollo tecnológico y la aplicación de la inteligencia artificial a los procesos productivos y comerciales.

La confirmación de la hipótesis de implosión o desmantelamiento desordenado del euro sería una catástrofe, especialmente para los países del sur de la eurozona. Y la teórica alternativa de salida unilateral del euro es impracticable por múltiples motivos: economías muy integradas en un mercado único, con largas cadenas de valor que al romperse ocasionarían una importante desorganización productiva que llevaría décadas superar; agentes económicos privados (no sólo los Estados) con altísimos niveles de endeudamiento externo nominado en euros que impiden encontrar soluciones razonables para el restablecimiento de una nueva moneda nacional, ni por las buenas (acordada con los actuales socios) ni por las malas (mediante la reestructuración unilateral de esa deuda externa); dependencia externa energética y tecnológica insorteable que se traduce en una mínima elasticidad demanda-precio de importaciones que son imprescindibles para mantener la actividad económica; soberanía monetaria irreal, ya que una moneda nacional de un país de tamaño y potencia medias, como España, sería un objetivo fácilmente abatible por los grande especuladores en los mercados de divisas.

Hay mucho por reflexionar y mucho por hacer para superar los problemas europeos que, por serlo, son también problemas internos de todos y cada uno de los Estados miembros. La ciudadanía europea no puede quedarse al margen de los debates que tratan de reformar y refundar las políticas y las instituciones europeas. Los partidos políticos no deben seguir utilizando los debates sobre Europa como un pretexto para ajustar cuentas con sus contrincantes en los temas de confrontación de ámbito doméstico. 

Guía para seguir la cumbre europea y valorar sus resultados