viernes. 19.04.2024
brexit

Un informe de los responsables de las aduanas británicas proclama que cada 30 minutos de retraso en las fronteras para las inspecciones obligadas en caso de Brexit¸ quebrará una empresa

No hay término del universo lingüístico político global actual más empleado que Brexit. Un hallazgo de la politecnia o de la publitecnia política (cada vez más confundidas). En los tiempos que corren, se busca hacer economía de casi todo, pero, muy especialmente de la lectura, de la reflexión. Y, por ende, del lenguaje. Se descartan los matices en procura del impacto, del golpe decisivo, del término ganador, definitivo.

Brexit lleva dos años arrasando, firmemente anclado en lo más alto del debate político europeo. Paradoja sublime. La fortuna del término arrastra la mayor generación de caos, intranquilidad, desconfianza y malestar que ha conocido el llamado proyecto europeo desde el viraje liberal de los noventa, codificado bajo la voz Maastricht.

Pues bien, parece que el Brexit ha agotado su hegemonía. La ambigüedad que fue clave de su éxito se ha convertido, al final, como le ocurre a cualquier impostura, en el motivo final de su hundimiento. El Brexit parece haber perdido todo su encanto. Cada vez se le percibe más como una referencia, como el chicle que se nos pega a la suela del zapato: se empieza por no darle importancia y termina convirtiéndose en un incordio irritante.

El revolcón que la primera ministra británica se llevó en Salzburgo y los rebuscados equilibrios del Labour en su congreso de Liverpool son las últimas manifestaciones de ese sueño de soberanía recobrada devenido en pesadilla aislacionista que significa el Brexit (1).

Pase lo que pase, el entusiasmo que despertó en los sectores nacionalistas británicos su triunfo en el referéndum de 2016 se ha esfumado. Haya o no hay acuerdo negociado en octubre, o in extremis en noviembre, el resultado se antoja difícil de digerir. Para británicos y para europeos. El pacto no será lo fundamental: las interpretaciones, digresiones, conflictos y disputas legales, políticas y hasta emocionales serán un calvario. Un divorcio infernal, al cabo.

Tampoco habrá mejor suerte si no hay Brexit, es decir si, por cualquier de los caminos posibles (nuevo referéndum, elecciones generales, voto parlamentario supremo, cabriola constitucional), Gran Bretaña termina permaneciendo en la Unión Europa. Es imposible no imaginar los reproches, recriminaciones, reclamaciones y advertencias, e incluso la aparición de nuevas líneas de fractura, si eso fuera posible.

El Brexit blando de May (Plan Chequers), el Brexit duro de Boris y sus secuaces, el no, pero sí, o depende, de los laboristas, o el Brexit sin Brexit de la élite económica-financiera tienen poco vuelo. La Europa nuclear, eso que suele conocerse como el eje franco-alemán, con sus adherentes (Bélgica, Holanda no tanto, los ibéricos España y Portugal, Italia ya no) buscará una salida decente, que no una solución.

En Salzburgo quedó enterrada la cuadratura del círculo (2) que implicaba aceptar lo que a los brexiteers moderados interesaba (la libre circulación de bienes industriales y agrícolas), descartando a las otras libertades constitutivas del proyecto europeo (servicios, capital y personas). Tampoco coló la pretensión británica de conjurar cualquier tipo de frontera física entre el Ulster e Irlanda, lo que podría convertirse en un colador por el que Londres obtuviera los beneficios que la salida de la UE comportaba. La alternativa defendida por Barnier, el negociador europeo, se encontró con el rechazo total de May. El efecto habría sido devastador para los patriotas ingleses porque, si bien la fórmula eliminaba la fronteras entre las dos Irlandas, levantaba de hecho otra entre el Ulster y Gran Bretaña, algo inaceptable para los recalcitrantes instintos ingleses, y peligroso para el proceso de paz (3).

Los laboristas se mueven también en el filo de la navaja. Corbyn lidera un equipo que sigue empujando el timón hacia la izquierda, con propuestas de superación de un capitalismo “codicioso”

LA CUENTA ATRÁS

En las próximas semanas, se negociará, contrarreloj, en vías y escenarios paralelos. Londres con Bruselas (con París, con Berlín); May tendrá que reagrupar a sus backbenchers tories, en estado de shock, unos, deslumbrados por el ardor guerrero, otros (4).

Las fórmulas manejadas durante más de dos años (Canadá, Noruega, etc) vuelven a estar sobre la mesa (5), pero con la incómoda sensación de que ninguna de ellas reparará lo irreparable y, sobre todo, tampoco servirá para prevenir futuras desgracias, efectos imparables del destrozo ocasionado. El nacionalismo es, por vocación, irredento. No se conformará con un compromiso chapucero o alambicado. Esa supuesta brillantez del Brexit que pretendidamente cortaría por lo sano la gangrena europea en el tejido británico se ha convertido en una bacteria infectada que seguirá infectando, después de su mutación, a la patria entera.

La opción Canadá-plus (Brexit claro y sin tapujos, pero con acuerdos preferente de libre cambio) se antoja como más plausible en esta hora, pero es un camino de espinas. La solución Noruega vuelve a estar sobre la mesa, pero con muchas reticencias, porque equivale a un Brexit sin Brexit, es decir a tener que aceptar buena parte del acervo comunitario sin participar en las decisiones. La permanencia de GB a la EFTA sería el punto de unión.

Mientras duren las negociaciones, se anticipa el desastre. Un informe de los responsables de las aduanas británicas proclama que cada 30 minutos de retraso en las fronteras para las inspecciones obligadas en caso de Brexit¸ quebrará una empresa. Cada día son más las firmas británicas que hacen acopio de material para amortiguar el impacto (6).

Los laboristas se mueven también en el filo de la navaja. Corbyn lidera un equipo que sigue empujando el timón hacia la izquierda, con propuestas de superación de un capitalismo “codicioso” mediante: una revolución ecológica en algo más de una década, el reparto del 10% de las acciones a los trabajadores en empresas de 250 empleados, la renacionalización de servicios básicos y extensión de prestaciones sociales para las familias trabajadoras, etc (7).

Ocurra lo que ocurra con el Brexit, no habrá sosiego en Europa. Por si fuera poco, aparecen nubarrones que hacen temer réplicas de una crisis que nunca se fue

Pero sobre el Brexit, el laborismo se mueve en la indefinición. No descarta apoyar un nuevo referéndum para permanecer, siempre que siempre que en esa consulta se puede también votar para que “el pueblo recupere el control”, “no se pierdan derechos”, se rechace el “caos económico” y “no se pongan en riesgo los empleos”. Un mensaje clásico del laborismo envuelto en una formula condicionada que prolonga la indefinición. Con una socorrida formula (“todas las opciones abiertas”) se pretende zanjar la cuestión. ¿En falso? (8).

EUROPA, PERPLEJA

En este lado del Canal de la Mancha no pintan las cosas mejor. Macron y Merkel no tienen el control del proceso, porque, entre otras cosas, no consiguen afinar su discurso europeo. El presidente francés no termina de encontrar en la Canciller la socia que esperaba para reavivar el proyecto europeísta (8). Merkel es un pato cojo. Está prisionera de sus aliados conservadores, bávaros y de otros länder, alarmados ante la pujanza de los populistas nacionalistas de la AfD. Baviera se presenta como un test insoslayable el mes que viene. Se prevé una subida espectacular de los xenófobos y un retroceso histórico de los social-demócratas (SPD), socios reticentes de Merkel en un gobierno federal cogido con pinzas.

En definitiva, ocurra lo que ocurra con el Brexit, no habrá sosiego en Europa. Por si fuera poco, aparecen nubarrones que hacen temer réplicas de una crisis que nunca se fue.


NOTAS

(1) “L’art du ‘deal’”. EDITORIAL. LE MONDE, 21 de septiembre.
(2) “Qu’est-ce le ‘back-stop’, formule proposé par l’UE pour resoudre la question irlandaise?”. LE MONDE, 21 de septiembre
(3) “May to face pressure to ditch Chequers Plan in cabinet showdown”. THE GUARDIAN, 23 de septiembre.
(4) “Brexit countdown: the five possible outcomes with 200 days to go”. THE GUARDIAN, 11 de septiembre.
(5) “Customs delays of 30 minutes will bankrupt on in 10 firms, say bosses”. THE GUARDIAN, 26 de septiembre.
(6) “Corbyn vows to end ‘greed is good’ capitalism”. THE GUARDIAN, 26 de septiembre; “How Labour plan to give workers 10% stake in big firms work”. THE GUARDIAN, 25 de septiembre.
(7) “Full text of the composite on Brexit”. THE GUARDIAN, 26 de septiembre.
(8) “En Europe, la marche solitaire d’Emmanuel Macron”. FRANKFURTER ALLGEMEINE SONTAGSZEITUNG, 17 de septiembre (original en francés, reproducido por COURRIER INTERNATIONAL, 18 de septiembre).

¿Exit del Brexit?