viernes. 29.03.2024
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Las elecciones en Portugal celebradas este domingo, 4 de octubre, han pasado sin pena ni gloria. No han existido o hemos hecho como si no existieran. Las instituciones europeas y los mercados pusieron a España y Portugal de rodillas, castigados con parecidos recortes, austeridad y devaluación salarial, pero aún genuflexos y unidos por las mismas penalidades seguimos como siempre, indiferentes con la suerte del país vecino. Ignorando lo que ocurre y despreciando lo que pasa ahí al lado, suponemos que en nada nos puede afectar.

No somos Grecia ni Portugal, pero parte del futuro de nuestro país y del proyecto europeo se jugó en Grecia y durante meses centró la atención y las preocupaciones de la opinión pública y los medios de comunicación. Algo importante se ha vuelto a jugar en las recientes elecciones parlamentarias portuguesas, sin que hayan logrado captar por estos pagos el más mínimo interés.

Elecciones parlamentarias en Portugal (% de votos)

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Fuente: Secretaria-Geral do Ministério da Administração Interna, con el 99,23% de los votos escrutados.

Las elecciones en Portugal muestran cómo las duras medidas de austeridad impuestas a una de las economías más frágiles de la eurozona no generan de forma automática votos capaces de cambiar instituciones y políticas, aunque hayan estimulado un trasvase significativo de apoyos electorales hacia la izquierda. El único cambio en los componentes del Parlamento es la irrupción del PAN (Personas-Animales-Naturaleza), un partido animalista y defensor de la naturaleza que con 74.656 votos (un 1,39% del total) consigue 1 escaño. Desde la irrupción del BE (Bloco de Esquerda) en 1999 con 2 diputados, no se había producido ningún otro cambio entre los actores políticos del Parlamento portugués.

Con un 99,23% de los votos escrutados, los resultados son claros y poco podrán variar las papeletas pendientes de contar ni los cuatro escaños que se asignarán el 14 de octubre en función de los votos de los residentes en el extranjero.

La coalición de derechas que ha gobernado Portugal en los últimos cuatro años pierde 727.000 votos (una cuarta parte de los obtenidos en 2011) y 25 de los 129 escaños que obtuvo en 2011. Es una reducción notable que muestra el retroceso de los apoyos sociales a las políticas aplicadas por el Gobierno de la troyka en Portugal.

Las izquierdas logran la mayoría absoluta en votos y escaños, pero son incapaces de iniciar contactos para explorar las posibilidades de un mínimo acuerdo que desbanque a la derecha, acabe con los recortes, la austeridad y las privatizaciones que benefician a las elites y ponga las instituciones del Estado al servicio de la mayoría social. La mayoría de izquierdas va a permitir que la derecha siga gobernando en minoría y aplicando las mismas políticas que hasta ahora.

En las elecciones de junio de 2011, el Partido Social Demócrata (PSD) sustituyó en el Gobierno de Portugal al Partido Socialista (PS). Como hizo aquí el PP con el PSOE poco después, en noviembre de 2011, por parecidas causas y con similares consecuencias. Ahora, tras la aplicación de iguales recortes y medidas de austeridad a los que aquí ha realizado el PP, los dos partidos de derechas (PSD y CDS) que forman la actual coalición gubernamental y que se presentaban en una alianza electoral (Portugal à Frente) han perdido muchos de los apoyos logrados en las elecciones parlamentarias de 2011: la anterior mayoría gubernamental que había conseguido el 50,6% de los votos y 132 escaños cae hasta el 38,5% y 104 diputados. Puede sumar alguno más cuando se distribuyan los 4 escaños que aún faltan por asignar, pero seguirá estando por debajo de los 116 escaños que conforman la mayoría absoluta en una Assembleia da República compuesta por 230 diputados y diputadas. La gestión conservadora de la crisis y las políticas de austeridad pasan factura a la derecha portuguesa. Pero más homogénea o más consciente que la izquierda de los intereses que representa, la derecha formará un Gobierno en minoría que contará, de entrada, con el visto bueno del PS.  

Las fuerzas de izquierdas superan ampliamente los votos obtenidos por la coalición de derechas (50,9% frente al 38,5%) y logran también la mayoría absoluta parlamentaria (121 escaños de un total de 230). Con esos resultados en votos y escaños, ¿cómo se puede decir que Portugal avala en las urnas las políticas de austeridad del Gobierno conservador? ¿No valen de nada los datos?

El PS y el BE ganan votos (4,3 puntos el primero y 5,0 puntos el segundo) respecto a las elecciones parlamentarias de 2011 y la coalición CDU entre comunistas y verdes mantiene su porcentaje (gana 4 décimas). En conjunto, los partidos que se autocalifican de izquierdas y critican con más o menos convicción e intensidad los recortes y las políticas de austeridad superan con creces los votos obtenidos por la coalición de derechas (32,4% el PS, 10,2% el BE y 8,3% el PCP) y logran la mayoría absoluta en el Parlamento (el PS obtiene 85 diputados, 19 el BE y 17 el PCP), pero no parece que quieran ni puedan ponerse de acuerdo para gobernar.

Las responsabilidades por este fiasco son compartidas y vienen de lejos. Aunque, en este caso, haya sido el líder del PS el primero en descartar una posible mayoría de cambio, poco después de conocer ayer de madrugada que los primeros resultados colocaban a los socialistas lejos de la mayoría absoluta y detrás de la derecha unida gobernante. El pobre pretexto para ni siquiera intentar un primer acercamiento es el siguiente: el PS no va a formar parte de ninguna mayoría negativa. Supongo que los electores socialistas y las corrientes de izquierdas que existen en el PS tomarán nota y actuarán en consecuencia. A poder ser antes de las próximas elecciones parlamentarias.

Ni con el más sofisticado instrumental de medición sería posible determinar qué fuerza ha invertido más en los enfrentamientos y desavenencias que caracterizan a la izquierda portuguesa. La lógica consecuencia de tanto esfuerzo dedicado a menospreciar, denunciar y encizañar es que no van a sumar escaños ni van a intentar hacer efectiva la mayoría de izquierdas obtenida y convertirla en mayoría de Gobierno. La derecha, en clara minoría, podrá seguir poniendo a las instituciones de Portugal al servicio de los minoritarios intereses que representa. Esperemos que sea por poco tiempo y que en pocos meses la mayoría parlamentaria de izquierdas imponga la voluntad de la mayoría social expresada en las urnas.

No es de extrañar que, pese a la crisis, los recortes y la pobreza de muchas personas y hogares, la tasa de participación electoral siga estando en Portugal bajo mínimos. La abstención se ha situado en el 43,1%, supera los altos porcentajes de anteriores elecciones parlamentarias (42,0% en 2011 y 40,3% en 2009) y alcanza máximos históricos desde la recuperación de la democracia el 25 de abril de 1974. La abstención es aliada natural de la derecha, ya que anida especialmente entre los sectores sociales que cuentan con menos capacidad de interlocución con los partidos políticos y que más necesitan de los bienes públicos y la protección social que proporcionan las instituciones del Estado. Lejos quedan los reducidos niveles de abstención que se registraban en las elecciones parlamentarias de la segunda mitad de los años 70 (con una tasa media de abstención del 14%) y los años 80 (tasa media de abstención del 23%) del pasado siglo, cuando los ecos del Grândola, vila morena y del magnífico 25 de Abril todavía podían escucharse.

Los partidos portugueses de izquierdas no han sembrado ni trabajado a favor de la colaboración en lo que fuese posible con otras fuerzas progresistas y de izquierdas. Las personas de izquierdas que votan no exigen ni aprecian en lo que valen esa colaboración y las políticas progresistas viables que permiten defender los derechos, el bienestar y las condiciones de vida y trabajo de la mayoría social. En tales condiciones, la participación electoral se encoge y una parte de los partidos de izquierdas confirma su vocación por la irrelevancia política. Lo acabamos de ver en estas elecciones, muchos votos de izquierdas se pierden y abren la puerta a compromisos gubernamentales en los que votos de izquierdas acaban subordinándose a objetivos, políticas y líderes de derechas.

No somos Portugal, pero convendría tomar nota de lo sucedido y ajustar objetivos, propuestas y comportamientos. No todo se juega en el terreno de afirmar una imagen exclusiva, ir en una candidatura en común o decir algo más original, auténtico o radical que las otras opciones de izquierdas. Ni todo consiste en afirmar un programa y unos perfiles diferentes y defenderlos a machamartillo frente a extraños, próximos y afines.

En España, ya tenemos las elecciones generales a tiro de piedra. Serán el próximo 20 de diciembre. Y la trayectoria y la situación de la economía española no son demasiado distantes de las que muestra la economía portuguesa. Y lo mismo cabe decir de los impactos sociales de la crisis y las políticas de austeridad aplicadas a pies juntillas por los dóciles gobernantes de ambos países.

No se trata de alentar el temor o la desesperanza por lo que pueda pasar el 20 de diciembre. Se trata simplemente de abrir los ojos, ver lo que tenemos ahí delante y ajustar la acción política. No vamos por buen camino. Sobran muchos gestos y  declaraciones grandilocuentes que muestran la irresponsabilidad de sus autores y apenas velan los pequeños intereses de parte que pretenden.

Hay que intentar que no ocurra lo que acaba de ocurrir en Portugal. Y para ello, no va a sobrar ninguna iniciativa que propicie una relación de colaboración y confianza entre las distintas fuerzas de izquierdas y progresistas para que, llegado el caso y si los votos lo permiten, Rajoy no repita como presidente del Gobierno ni cualquier otro Albert, Soraya o nombre designado por el dedo de otro José María puedan sustituirlo para seguir tapando delitos, olvidando responsabilidades y haciendo las mismas o parecidas políticas que conducen a los mismos o parecidos resultados.

Relaciones de colaboración y confianza que contribuyan a afianzar un compromiso explícito y a trazar con firmeza una línea roja: el PSOE debe comprometerse con sus votantes y el conjunto de la ciudadanía a revertir todas las políticas antisociales aprobadas y aplicadas desde mayo de 2010 y a no avalar un Gobierno de derechas ni  participar en un Gobierno de coalición con la derecha. No va a ser fácil, pero habrá que intentarlo para que pueda ser. 

La derecha pierde la mayoría absoluta, pero seguirá gobernando