miércoles. 24.04.2024
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Hemos visto que en amigable compaña Frau Merkel y Mariano departían animadamente. Sin embargo, las cámaras televisivas ni las fotos han recogido a los intérpretes. Sin ellos los dos mandatarios ni siquiera hubieran podido entenderse, ni siquiera por señas. Es decir, que ni Frau Merkel habla castellano, y no sabemos si otra lengua que pueda entender Mariano. Mariano, a su vez, tampoco chamulla tudesco ni otro idioma que, en la intimidad o fuera de ella, pueda comprender Frau Merkel. Posiblemente Mariano hable francés con acento de primero de bachillerato, pero si ese es el caso, pocas galanterías podría decirle a la dama teutona. De ahí que ambos tengan que ir de prestado en sus pláticas. Entiendo que es otra muestra de la pobretería de conocimientos de un sector muy representativo de la capa política europea en general y de la española en particular. Más todavía, entiendo que se trata además de un desfase entre el paradigma europeo –y, por supuesto, de la globalización--  y los saberes de esta pareja que, según dicen algunos, puede sustituir los arrumacos entre la frau y Monsieur Hollande.

En el caso de Mariano se puede aplicar la técnica de un político que, durante más de treinta años, no ha tenido tiempo ni encontrado el momento de arreglar su particular estado de la intendencia doméstica. Mariano, salvando las distancias, tampoco ha encontrado, en el mismo tiempo, una hora al día para (al menos) farfullar la lengua de Shakespeare.

Ustedes, en todo caso, me dirán –y tendrán sobrada razón--  que en el encuentro compostelano hay cosas más importantes. Verbigracia,  las políticas que dicta la frau, la actitud mendicante de Mariano para que coloquen a Guindos y la agresión de las fuerzas de orden público contra unos manifestantes pacíficos que censuraban a los dos mandatarios. Muy cierto, pero esto es el pan nuestro de cada día. 

Rajoy y Frau Merkel