viernes. 29.03.2024

Con el debido respeto, los socialistas no están sacando las conclusiones correctas del fracaso electoral cosechado por ellos hace poco más de una semana. Lo que parecen creer es que el electorado está molesto por los efectos de la crisis, sobre todo el desempleo, y que no ha entendido qué es lo que la lucha contra la crisis exige. Es decir, tratan de ignorantes a los que no les han votado. Y ahora disponen de diez meses para convencer a ese electorado de que lo que han hecho es sustancialmente correcto, como acaba de declarar el presidente en el comité federal de su partido. En otras palabras, los socialistas – con Rubalcaba a la cabeza – disponen de diez meses para educar al electorado en la doctrina de su presidente. Pero ¿quién es el presidente para dar lecciones de economía a nadie, él que negó la realidad de la crisis cuando era evidente, él que prometió salir de la crisis con los estímulos fiscales, él que lleva más de un año anunciando que se va a crear empleo mientras no deja de destruirse?

La teoría socialista de la crisis tendría más verosimilitud en un escenario de desentendimiento del electorado, o sea, de aumento de la abstención. Pero la participación electoral ha aumentado en lugar de disminuir. Fernández Vara, un hombre que parece inteligente tras su fachada un tanto tosca – herencia, sin duda, de su antecesor Rodríguez Ibarra –, ha propuesto una imagen que resulta útil. «Han ganado los individuos y han perdido los ciudadanos», ha dicho para resumir el significado del 22-M. Estoy de acuerdo, si con la imagen se quiere decir que el electorado, puesto por el gobierno ante una política económica que se pretende única y que sólo aprieta el cinturón de los más débiles, ha decidido que eso confirma que no hay alternativa al capitalismo puro y duro. Y ha votado en clave de capitalismo puro y duro.

Pero la respuesta del comité federal del PSOE, eligiendo por aclamación a Alfredo Pérez Rubalcaba como su nuevo candidato, revela una visión simple de las elecciones, según la cual el centro del país se ha ido a la derecha. Mientras Zapatero, se podría argüir, alejó de sí a ese centro con reformas simbólicas como el matrimonio homosexual, Rubalcaba es el hombre encargado de hacer que las cosas funcionen. La reacción de los mercados a su cooptación ha sido muy favorable. Se espera de él que pueda garantizar la solvencia de España hasta las elecciones de 2012, y yo le creo muy capaz. El problema es quién va a garantizarla después de marzo. Rubalcaba tiene que recuperar muchos votos difíciles de recuperar. Su forma de tratar con el movimiento 15-M será una verdadera prueba. Por una parte, los votantes «desafectos», por así llamarlos, son gente que preferirían ver las acampadas llegar a su fin; pero, al mismo tiempo, les desagradan los métodos brutales (e ineficientes, hay que recordarlo) de la derecha nacionalista en Barcelona. Ése es uno de los terrenos en los que Rubalcaba se mueve a sus anchas. Pero, incluso aunque logre sacar a los indignados de la calle, lo que probablemente le devuelva bastantes votos, los indignados no van a quedarse en sus casas tan tranquilos. Volverán a la calle a la primera oportunidad, y el clima social se enrarecerá durante los próximos meses, toda vez que la política económica va a seguir siendo la que ha sido: una política de liberalización del mercado laboral y de reforzamiento de la solvencia de la banca a costa del erario público, con las famosas políticas sociales – cada vez con menor cobertura, sobre todo en desempleo – haciendo las veces de «guinda». No hay que ignorar la posibilidad de que muchos parados, sobre todo jóvenes, ante el final inevitable de las prestaciones, consideren con seriedad la oportunidad de emprender, alternativamente a las de la revuelta o la emigración, y que ese cambio de perspectiva los induzca a apoyar a una opción política – la liberal-conservadora del PP – que ofrezca mayores facilidades a los emprendedores en detrimento de las políticas sociales.

Lecciones del 22-M: «Han ganado los individuos y han perdido los ciudadanos»