viernes. 19.04.2024
Captura de pantalla 2015-11-28 a las 14.11.27

Las encuestas están siendo utilizadas como instrumentos de apoyo a los candidatos preferidos por determinados conglomerados mediáticos y grupos de poder, que intentan influir en los votantes para que las partidas electorales se jueguen en los términos que ellos creen más oportunos

En determinados círculos políticos y profesionales se hacen continuas bromas sobre los fallos recurrentes de pronóstico en las encuestas electorales. Algo que no sucedía hace unos años, pero que ahora es una moneda de uso común.

Entre los últimos fiascos se encuentran los de las elecciones portuguesas y los de las argentinas.

En Portugal, el Partido Conservador de Passos Coelho se quedó finalmente en un 36,9% de los votos, bastante por detrás de lo pronosticado en las encuestas (algunas estimaban un 41%), mientras que los socialistas obtenían un 32,3%, y los otros dos partidos de izquierdas el 10,2% y el 8,2%, respectivamente. Es decir, en su conjunto, las fuerzas de izquierdas sumaban algo más de la mitad del voto escrutado (50,7%), casi catorce puntos más que el partido al que se daba por ganador y se pretendía que gobernase. Por lo que no es extraño que esos tres partidos ahora se hayan puesto de acuerdo para ofrecer una alternativa de gobierno frente a Pedro Passos Coelho.

En Argentina, los fallos predictivos también han sido notables. En la primera vuelta se auguraba una victoria cumplida del peronista Daniel Scioli, que al final se quedó en el 37,1% de los votos, mientras que “inesperadamente” Mauricio Macri, con un 34,5%, se situaba en condiciones de disputarle la segunda vuelta.

A su vez, en la segunda vuelta las encuestas también se equivocaron, pero en esta ocasión en su sentido distinto, ya que acabaron pronosticando una victoria bastante holgada de Macri, que al final se quedó en poco más de dos puntos.

Es decir, estamos ante auténticos despropósitos predictivos que no casan bien con la enorme cantidad de encuestas que se hacen y se publican, y con la notable atención mediática que despiertan.

¿Por qué se están produciendo tales fallos? En otras ocasiones me he referido a los problemas de calidad y fiabilidad técnica que presentan muchas de las encuestas que se publican, así como a la creciente volatilidad electoral, que hace que resulte muy difícil efectuar pronósticos fiables hasta el último momento.

Sin embargo, lo que está ocurriendo últimamente en muchos países forma parte de un fenómeno propagandístico. Las encuestas están siendo utilizadas como instrumentos de apoyo a los candidatos preferidos por determinados conglomerados mediáticos y grupos de poder, que intentan influir en los votantes para que las partidas electorales se jueguen en los términos que ellos creen más oportunos y convenientes, intentando fijar de antemano la atención en quienes son los partidos y los candidatos que realmente van a contar.

Y todo ello en detrimento de la fiabilidad de los profesionales de estas materias y de la imagen de seriedad y rigor de aquellos países en los que se perpetran tal tipo de prácticas.

Pero, ya se sabe, en este terreno la impunidad cada vez es mayor, y a posteriori prácticamente nadie reclama responsabilidades por publicitar informaciones claramente sesgadas. A veces, incluso, “inventadas”. Y si cuela, cuela. Ya se sabe que todo influye y que al final bastantes electores se dejan llevar por las “impresiones mayoritarias”, aunque estas obedezcan a manipulaciones descaradas.

¿Por qué se equivocan tanto los sondeos preelectorales?