jueves. 28.03.2024

Es verdad que hay promesas o programas electorales que la realidad no permite cumplir, pero lo que está haciendo el Partido Popular con sus promesas, no sólo derivadas de su programa –inexistente en lo concreto–, sino derivadas de las críticas que hizo al gobierno de Zapatero en su momento es un permanente insulto a sus votantes y a su dignidad. Es verdad que no somos los que no hemos votado a este rescoldo del franquismo que es el PP los garantes de la dignidad de sus votantes, pero resulta llamativo que tras tanta promesa incumplida sólo haya perdido este partido un 8% de intención de voto. Este hecho, insólito en Europa, debe hacer meditar a la izquierda. El PP prometió que no iba a subir los impuestos y ha realizado la mayor subida de la historia; dijo que iba a convertir los contratos temporales en indefinidos y ha convertido todos los contratos en temporales al permitir que los nuevos contratados puedan ser despidos sin indemnización al cabo de un año; prometió que no iba a tocar la sanidad y educación pública y hoy todo está en peligro: privatización creciente, copago farmacéutico, notable rebaja de los presupuestos para sanidad y educación (10.000 millones de euros), menos becas, menos para la investigación, menos para el cine. A los pensionistas le suben el 1%, pero a casi la mitad de ellos les sube el IRPF más los medicamentos. La lista es larga y es como si Atila, convertido en registrador de la propiedad de Pontevedra, hubiera pasado por nuestro precario e insuficiente Estado de Bienestar y lo hubiera laminado. También están en peligro las libertadas democráticas al convertir en delito lo que llaman “las resistencia pasiva” o por la urdacización de TVE en ciernes. Berlusconi debe sentir desde su aparente retiro que su semilla ha fructificado más allá de la bota italiana. El PP ha aprovechado la crisis para voltear todo el Derecho Laboral, todo el Estatuto de los Trabajadores, rompiendo el equilibrio de la situación asimétrica que se da -per se- entre trabajadores y empresarios. Y a pesar de todo, todavía hay quien mantiene la intención de voto a este partido. No quiero aventurar una explicación porque creo que faltan encuestan profundas sobre los votantes del PP, lo mismo que resultaba inexplicable que, a pesar de las tropelías del nuevo duce italiano (Berlusconi), aún mantenía una intención de voto capaz de mantenerle en el gobierno y tuvieron que dar un golpe de estado los tecnócratas para echarlo. Pero, en cualquier caso, es algo digno de considerar por la izquierda, porque pone en duda el mito de la modélica transición española y la permanente herencia franquista que recoge el PP. La crisis y –sobre todo– las medidas de mayo del 2010 y posteriores explican la desafección de la izquierda sociológica con el PSOE (pérdida de 4.300.000 votos), pero no puede explicar el voto del PP. No ha habido una transición sociológica del franquismo a la democracia por parte de la derecha de este país aún cuando hayan pasado ya 37 años desde la muerte del criminal y dictador Franco.

Todo lo anterior es importante porque las mentiras y las promesas del PP pueden impedir la necesidad de un cambio de criterio sobre la austeridad impuesta desde Alemania por la Merkel y el BCE a la Unión Monetaria, con Rajoy queriendo ser el alumno destacado y buscando refugio de su ignorancia entre los refajos de la teutona. Hasta ahora está manteniendo la necesidad de reducir el déficit porque en esto se ha basado una mentira más, una mentira de una importancia capital. Rajoy obtuvo muchos votos sosteniendo que el presidente anterior había provocado el déficit porque era un manirroto y había gastado más de lo que había ingresado. Lo primero era mentira y lo segundo era verdad, pero no es lo mismo tener un déficit de cerca de 90.000 millones de euros porque se ha gastado más de lo que se había gastado antes, que ese mismo déficit porque los ingresos han caído en un cantidad en torno a los 80.000 millones de euros. Y no es lo mismo para la política económica que es necesario implementar a partir de ahora. También era mentira que fuera Zapatero quien hubiera gastado más –vemos que era mentira–, sino que eran las CCAA las que lo habían hecho. Otra mentira que ahora intentan disimular ante sus votantes como si nunca hubieran dicho lo contrario.

La postura oficial del PSOE ahora es que no basta con reducir el déficit, sino que son necesarias medidas de crecimiento. Creo que el PSOE se equivoca, porque no se pueda tomar una medida y su contraria porque entonces sus efectos se contrarrestan y no repercutirán en el empleo. En realidad la medida correcta sería olvidarse de los déficits, dejarlos como están hasta más ver, e implementar un nuevo plan Marshall, mejor que aquél, con el sólo objetivo de crear empleo mediante gigantescas inversiones en sectores donde tengan mayor elasticidad gasto/empleo. En España, el turismo, la construcción, la dependencia, El Estado de Bienestar en general y la industrias y servicios relacionados con el idioma español. En Europa cada país tiene sus puntos fuertes y débiles en cada sector, por lo que habría que concretarse sectorialmente esa inversión según su capacidad de creación de empleo (esto sólo se sabe con tablas Input-Output). Mientras estemos en la austeridad impuesta por la física Merkel o por este aprendiz de nada que es Rajoy, no saldremos de la pendiente hacia el desastre en el que nos han metido.

La otra pata que es necesario reconstruir es el crediticio. De nada ha servido el billón de euros con que el BCE ha salido en dos tandas en menos de 4 meses, porque los bancos –al menos los españoles– o lo han devuelto al BCE o han comprado deuda pública, pero en ningún caso lo han repercutido a empresas y particulares. Otro error también de banqueros y políticos, porque lo prioritario es el crédito y no la solvencia. Ésta hay que dejarla –al igual que el déficit– para cuando salgamos de la crisis. Un terrible error a corregir. Parece que Mr. Hollande en Francia se ha dado cuenta y habla de hacerlo desde la banca pública. Habrá que verlo si se atreve, pero al menos sí se ha dado cuenta de la solución, además de hacerlo con el problema. En España, ni el PP ni el PSOE apuntan ninguna solución aceptable ante este inmenso problema.

En el cuadro se pueden ver algunos de los problemas de la economía española. El principal, la disminución de la participación de los salarios en el PIB, pasando de un 49,1% en el 2008 al 46,7% en el 2011. Estas rentas son las más estables para el Consumo y la consiguiente Producción. Si a la disminución del Consumo le añadimos la reducción brutal del Gasto Público, la de la inversión privada y la atonía del saldo comercial exterior, lo que tenemos es que todos los componentes de la demanda agregada están añadiendo a la crisis el vértigo de la recesión. Vemos también la caída de la formación bruta de capital (FBC) –tan necesaria tanto para el aumento de la productividad como por su efecto multiplicador sobre el producto bruto–, pasando del 30,7% en el 2007 al 14% en el 2011. La Construcción sería la máxima responsable, pero también la inversión en bienes de equipo. Cuando veía a la ministra de Fomento presumiendo de la reducción de su presupuesto para ayudar a cuadrar las cuentas, pensaba que un título –el de medicina si no me equivoco– no sirve para paliar la cretinez.

Los plazos ya se han cumplido, estamos cayendo por la pendiente merced, no ya a la crisis mundial, sino a la pandilla de cretinos neoliberales que sin formación ni análisis solventes –aunque con título de economista en algún caso– están sirviendo a quienes creen que pueden obtener la leche y la carne simultáneamente de la vaca. A la vaca, o la ordeñas para que te de leche o la matas para que te de carne, pero no se puede hacer ambas. 

El Partido Popular o la mentira permanente