jueves. 18.04.2024

Gaspar Llamazares, según fuentes bien informadas, quiere “forzar la interlocución de Izquierda Unida (IU) con el resto de fuerzas de izquierdas” para construir con ellas, para las generales, un “frente amplio” de formaciones progresistas. No sólo me parece bien sino que, a mi entender, es imprescindible. Otra cosa son las dificultades que Llamazares (y quienes sustentan el mismo criterio) van a encontrarse en tan áspero camino. Y, hasta es posible, que la respuesta -no sólo del grupo dirigente de IU- sea negativa o, peor aún, ninguneada, pues es bien sabido la bulimia generalizada de empeñarse en ser cabeza de ratón.

Izquierda Unida debería considerar que también ha recibido algo más que un sopapo en las pasadas elecciones, tanto en las generales como en las autonómicas, y no es consuelo alguno afirmar dos verdades evidentes: a) que ha subido en votos, y b) que el PSOE ha sufrido un descomunal batacazo. Porque dicho consuelo no borraría que, en esta coyuntura, IU pesa menos políticamente. Que parezca injusto ya es harina de otro costal porque en política lo que cuenta son los vectores de doña Correlación de Fuerzas.

Izquierda Unida siempre ha considerado que podría ser la sastrería donde podrían morar los diversos retales de la insatisfacción -o indignación, si se quiere- que expresan unos u otros movimientos sociales. Pero, hasta la presente, eso no se ha dado. De manera que, así las cosas, conviene partir de esa certeza y establecer una hipótesis razonable. De esta hipótesis: ¿no será que esa indignación percibe que los vectores que puede impulsar Izquierda Unida no es una “sastrería” útil? Más todavía, ¿no será que los votantes que se han alejado del PSOE no ven con claridad que IU, esta Izquierda Unida, no es capaz de representarles? Quede claro, estos interrogantes no constituyen una certeza, pero sí conforman una parte de la hipótesis que proponemos.

Seguimos con la línea conjetural: si la izquierda del PSOE compite en las próximas elecciones generales, confrontada entre sí y cada una por su lado, ¿es equivocado suponer que la resultante será poco decorosa? Pues bien, yo diría que el planteamiento de Llamazares nace, más que de la lucidez, de la innegable necesidad de crear la posibilidad de una representación más amplia en donde se cuecen una parte de las habas. Es, por otra parte, una opción -dígase de una vez por todas- de supervivencia política.

Séame permitida una aparente digresión: el otro día un joven acampado me hacía un comentario que empezaba diciendo: “Esta vez te equivocas”. No contesté, pero me quedé con las ganas de decir que una equivocación sería si hubiera dicho que la suma de los cuadrados de los catetos no es igual al cuadrado de la hipotenusa. Este es, ciertamente, un error que contraviene la convención matemática atribuida a Pitágoras. Lo que plantea Llamazares no es una equivocación; es una conducta política con la que se puede discrepar -¡faltaría más!- pero no un error.

El “frente amplio” de Gaspar Llamazares