viernes. 19.04.2024

Casi dos años de trabajo de expertos, afiliados o no afiliados al PSOE, de informes sobre los necesarios cambios que el principal partido de la oposición debe imprimir a la política española, de debate e intercambio de opiniones y posiciones en distintas esferas de la realidad  económica y social, no parecen ser, a juzgar por las declaraciones de algunos conocidos dirigentes de ese partido, lo fundamental del desafío al que, como organización, se enfrenta. Lo esencial, se afirma, son las primarias: reglamentarlas a toda prisa, aprobar una fecha, a ser posible para el próximo febrero, en todo caso con carácter previo a las europeas, y abrir un debate en la sociedad (y sobre todo en el espacio progresista) no sobre contenidos, no sobre las transformaciones que exige la realidad social, económica, política y cultural española y europea, sino sobre candidatos. Es decir, potenciar hasta extremos impensables la concepción de la política basada en la imagen y en el personalismo y hacer de las primarias medio y fin en sí mismo más que instrumento de participación que implique a la sociedad y, sobre todo, coloque al PSOE como referencia ineludible para la construcción de un nuevo tiempo basado en políticas de progreso. El mensaje tiene una traducción elemental en la sociedad: primarias cuanto antes porque sí. Es más, hay líderes socialistas cuyo único mensaje desde hace más de un año es ése: envidiable tenacidad monotemática.

LA PRISA NUNCA FUE UNA BUENA CONSEJERA

A veces, quienes muestran tal urgencia argumentan que los dos grandes problemas del PSOE son, de un lado, la persona que ostenta la Secretaría General; de otro, que las primarias son básicas para renovar la imagen socialista (con lo cual, hemos de deducir que el crecimiento que dan los sondeos a formaciones como IU y UPyD es debido a la vitalidad de sus elecciones primarias y a la renovación de sus líderes pese a que ni una cosa ni otra se hayan producido).

Primarias a toda máquina sin reflexionar reposadamente sobre los resultados y consecuencias que tuvieron anteriores experiencias, tanto internamente como en el ámbito electoral, para corregir errores e insuficiencias: no podemos obviar que allá donde se han producido (Barcelona, Madrid ayuntamiento y Madrid región) lejos de ser un factor de entusiasmo en la ciudadanía progresista fueron campo de desarrollo de luchas internas, regidas en buena medida por la lógica de los aparatos, lo que trasladó a la opinión pública un “estado de crisis permanente”, de “lucha por el poder”  y no la imagen de una organización más fuerte, más útil, más capaz, más unida  y diversa a la vez, más permeable a las demandas de los ciudadanos, más abierta. 

Los pronunciamientos respecto a las primarias que hemos podido ver en distintos medios en el último mes abonan esa concepción: es paradójico, por ejemplo, que de una conferencia de cuarenta y cinco minutos pronunciada ante el cualificado foro  de los desayunos del Ritz por Tomás Gómez sólo haya trascendido a la opinión pública el estribillo “primarias ya” (con inesperado y casi sorpresivo viaje transoceánico de Carme Chacón para reforzar el mensaje). Como paradójico es que no trascendiera ni una palabra del líder socialista madrileño sobre los grandes objetivos a compartir con la ciudadanía en una comunidad como Madrid, región capital de España, en la que la derecha más regresiva domina las instituciones desde la noche de los tiempos  y en la que se están produciendo los mayores recortes a los servicios del Estado del Bienestar de toda España: no olvidemos que los mensajes del líder madrileño que más eco han tenido en los medios desde hace dos años (no hay más que revisar las hemerotecas) han sido los que mostraban críticas o reservas a determinadas políticas nacionales de su partido más que a la definición de un ambicioso proyecto para Madrid. “Primarias ya”, panacea o bálsamo de Fierabrás que arregla todos los problemas. Incluso en Madrid, lo cual más que panacea parece el milagro de los panes y los peces.

No obstante, aceptemos la hipótesis de que la prisa estuviera justificada y que responde a una necesidad política objetiva. Situémonos en febrero de 2014 con un candidato elegido ya por primarias abiertas. ¿Y si en las europeas se tiene que enfrentar a una derrota electoral  y, como consecuencia de ello, a un año largo de análisis de las razones de esa derrota y a una ofensiva de los más diversos medios conservadores responsabilizándolo de la derrota y  a un año de  permanente desgaste a manos de los corifeos de todas las derechas? ¿Y si se genera una situación de bicefalia (candidato por un lado, secretario general por otro) que se mantiene a lo largo de un año, con los desajustes y tensiones que se suelen derivar de todas las bicefalias? De ese modo, ¿cómo llegaría el o la nueva candidata socialista a las próximas elecciones generales? No es difícil imaginarlo. La gran esperanza blanca podría haberse convertido en el líder prematuramente desgastado.

ELEGIR EL TERRENO DE JUEGO

Las elecciones primarias, abiertas a la ciudadanía, alcanzan su sentido más pleno, más allá del valor del método en sí como fórmula de profundización en la democracia partidaria, si contribuyen a focalizar una atención positiva, entusiasta, de los ciudadanos hacia el PSOE y si debilitan y agrietan la solidez electoral y política de la derecha gobernante: es decir, si se llevan adelante de tal modo y en tal plazo que al adversario le queden pocas posibilidades de reacción, que le sea lo más difícil posible contrarrestar el efecto positivo del nuevo liderazgo y si éste se sustenta en un riguroso catálogo de alternativas en todos los campos de la actuación política (desde la economía hasta la transparencia de las instituciones) que hayan calado en la ciudadanía durante un largo período de difusión y explicación. Es decir: parece imprescindible una inteligente articulación del proceso de divulgación entre los ciudadanos de las conclusiones de la  Conferencia Política con la celebración de primarias para la elección del candidato a la presidencia del Gobierno, de tal modo que éstas se produzcan lo más cerca posible de la campaña electoral, de tal modo que el PSOE cuente con una poderosa precampaña que focalice la atención de los sectores sociales progresistas sin que la derecha pueda contrarrestarla.

Uno de los argumentos que se viene utilizando para demandar con urgencia las primarias es la presunta debilidad del actual liderazgo del PSOE. A ese respecto, conviene destacar la sistemática campaña que viene desarrollando la derecha mediática desde el mismo instante en que Alfredo Pérez Rubalcaba fue elegido secretario general: el caso Faisán, la permanente descalificación de su labor ministerial con el fin de borrar su decisivo papel en la derrota de ETA, las acusaciones de manipulador y “alma” de una supuesta conspiración anti-PP tras el 11-M (¡todavía!) han formado parte del guión de tertulianos, columnistas y editorialistas de diarios, radios y televisiones (“el TDT Party”) con una sola finalidad: debilitarlo y, con ello, limitar la capacidad de alternativa del primer partido de la izquierda. Una campaña de esas dimensiones genera una imagen negativa y tiene su reflejo inevitable en los sondeos. Evidente. Pero no sólo han estado empeñados en ese objetivo en ese lado del espectro político. Lamentablemente, hay que decir que un día sí y otro también, desde las propias filas socialistas y con mayor o menor sutileza, se ha venido repitiendo que el líder socialista debe renunciar, por edad y por sus vínculos con el gobierno Zapatero (aunque ya no formara parte de él cuando se acordó la reforma constitucional para fijar el tope de endeudamiento), a presentarse a candidato y que la conferencia política debería centrarse en fijar fecha de primarias (el monotema). Con ello se ha venido alimentando en la opinión pública una idea que trabaja contra el propio partido y contra sus expectativas electorales. En otras palabras, estamos ante una moderna versión la teoría de la gota malaya.    

Imaginemos que ese mismo empeño se hubiera puesto en defender y mostrar lo contrario: es decir, que el PSOE cerró un Congreso en Sevilla con propuestas de fondo para la sociedad española, que es el primer partido que está abordando con rigor problemas estructurales de nuestra democracia, el primero que plantea una reforma de la Constitución que puede resolver el contencioso de las nacionalidades históricas y que ese proceso lo encabeza un secretario general  que ha optado por una renovación programática profunda como paso previo para la elección, mediante primarias abiertas, del nuevo líder, el resultado sería, en mi modesta opinión, radicalmente distinto. No hay mejor cuña que la de la propia madera, dice el refrán. Aplicado a la política quiere decir que no hay más eficaz propaganda para los adversarios que la que sale del propio partido: y si desde el congreso de Sevilla una parte de esa formación se ha dedicado a desvirtuar  todo avance teórico y programático con el estribillo “primarias ya” e identificando a la dirección salida del Congreso con una suerte de bunker anti-primarias, pues peor aún.

La conferencia política supone un importante esfuerzo de “aggiornamento”, con propuestas de gran calado en el medio y largo plazo que deberían contar con un creciente respaldo por parte de la sociedad: una política económica que concentre esfuerzos y recursos para generar empleo, para renovar el tejido productivo, la reforma constitucional del título VIII con el fin de avanzar hacia un estado federal, la reforma fiscal y la reorientación del gasto público, la recomposición del Estado del Bienestar, la articulación de instrumentos de transparencia en la gestión, el control de las instituciones financieras y la recuperación de la “Europa social” deberían ser, entre otras propuestas,  los grandes vectores del proyecto socialista a difundir en la sociedad en los próximos meses para ir ganando espacio (en Cataluña un reciente sondeo muestra el creciente peso de la llamada “tercera vía”, abanderada casi en solitario por el PSOE-PSC durante el último año) y credibilidad entre los ciudadanos, para que constaten que en ese partido lo fundamental es el contenido de la política y no los nombres. Es decir, para abonar el terreno en el que las primarias, lejos de aparecer como vía de confrontación interna o como reflejo de un “estado de crisis”, sean el más eficaz instrumento para mostrar un PSOE cuya obsesión no es el nominalismo sino la respuesta a los grandes problemas que tiene la sociedad. Si ello es así, cada candidato o candidata tendrá tras de sí una buena parte del respaldo social que necesitarán para ganar, como cabeza visible de un proyecto colectivo,  las elecciones generales de 2015.     

Convendría preguntarse, por último, por qué la derecha mediática intenta restar importancia, cuando no descalificar, la conferencia socialista, afirmando que lo esencial es que el PSOE renueve caras, haga primarias cuanto antes, desautorice a su actual líder y se deje de reformas constitucionales y otras zarandajas. Mi padre, un viejo socialista que luchó por la República, solía decir: “cuando la derecha insiste en exigirte que vayas en una dirección, lo que tienes que hacer es pensar por qué insiste en ello y, tras meditarlo bien, actuar en sentido contrario”. Pues eso.

La Conferencia Política del PSOE, las primarias y la prisa