viernes. 29.03.2024

Cuando se aumenta la fiscalidad sobre un producto, por norma se desincentiva su consumo, lo cual supone menos ingresos para las arcas públicas; tenemos un buen ejemplo en el caso del IVA. Aunque por regla general esto es un inconveniente, en el caso de los impuestos especiales, como los que gravan al tabaco y el alcohol, ocurre lo contrario, ya que los efectos nocivos de ambas sustancias son muy perjudiciales tanto social como económicamente para el Sistema Nacional de Salud.

De este modo, a la recaudación directa a través de estos impuestos habría que sumar el efecto preventivo que tendría el desincentivar su consumo. Y es que fomentando los hábitos saludables -menos tabaco y alcohol, más ejercicio físico, mejor nutrición, etc.- se conseguiría también reducir la factura sanitaria a medio y largo plazo, precisamente una de las más abultadas con las que deben cargar las Administraciones Públicas. En la actualidad, el gasto sanitario representa entre el 40% y 50% de los presupuestos autonómicos.

Carlos Cruzado

Presidente de los Técnicos de Hacienda (GESTHA)

Los impuestos especiales al tabaco y el alcohol