viernes. 19.04.2024
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Conciliar la vida laboral y personal es hablar de mejora de la competitividad y del clima laboral, de retener el talento de las personas y, sobre todo, de legítimos derechos

Si bien aún persisten estereotipos de supuestas diferencias entre hombres y mujeres respecto a su relación con el trabajo, la carrera profesional y la familia, es indiscutible que vivimos una revolución de los roles de género y la estructura familiar, donde las nuevas generaciones comparten la vida doméstica y familiar con mayor solidaridad que la que existía en épocas anteriores entre hombres y mujeres.

Cambios de roles y de prioridades que llevan a cuestionar, hoy más que ayer, si el trabajo debe impedir la atención satisfactoria de los demás ámbitos de su vida. Por esto, oímos a jóvenes trabajadores y trabajadoras preguntarse en voz alta, ‘¿Por qué no puedo llevar a mis hijos al colegio y luego ir a mi puesto de trabajo?’ o si ahora llevamos nuestra oficina, los documentos y el archivo siempre en el bolsillo; ‘¿Qué me obliga a tener que seguir anclado a un lugar físico de trabajo que no me aporta ventajas, cuando podría trabajar con igual eficiencia en cualquier lugar?’, o también ‘¿las nuevas tecnologías y la irrupción de la digitalización no deberían servir igualmente para humanizar el trabajo?’ etc...

Preguntas que siguen sin tener respuesta en la mayoría de nuestras empresas y organizaciones puesto que ponen en cuestión las viejas y arraigadas normas y costumbres, aún presentes en la mayoría de los centros de trabajo, más propias de cuando el varón iba a trabajar mientras la mujer se quedaba al cuidado del hogar y los niños. Cambiar esta realidad se está demostrando no ser nada fácil, ya que en la mayoría de nuestras empresas y organizaciones se sigue valorando el presentismo y el salir del trabajo diez minutos más tarde que el jefe, más que la iniciativa y los resultados del trabajo bien hecho.

Pero no habrá modernización de las relaciones laborales, ni tampoco se debería calificar a una empresa u organización como responsable socialmente con RSE, si no atiende correctamente estas exigencias y las afronta con imaginación e innovación, añadiendo además los esfuerzos y recursos para generar un cambio radical en los usos y costumbres que garanticen la implantación de horarios más racionales y que ayuden a los hombres y mujeres a llevar una vida más plena y armoniosa.

Y para ello es imprescindible que los agentes sociales, patronales y sindicatos lleven a la práctica sus declaraciones y recomendaciones a la negociación colectiva, y con ella a los convenios colectivos, para incorporar avances y nuevos derechos y evitando el riesgo de identificar la conciliación con la etiqueta o epígrafe “problemas que afectan a la mujeres”, como ha venido sucediendo de forma inconsciente en tantas ocasiones. El objetivo es acordar nuevos derechos en jornadas flexibles o medidas que impidan la inercia de las prolongaciones  irracionales de la jornada y  faciliten una mayor flexibilidad mediante sistemas de trabajo a distancia, el teletrabajo, la bolsa de horas individual, los permisos y reducciones de jornada, etc.

Con igual importancia para este cambio es imprescindible que las instituciones públicas pasen de los carteles, trípticos y los bonitos e ingeniosos eslóganes a los hechos. Esto quiere decir que el sistema público asegure la atención temprana a los menores entre 0 y 3 años, residencias y servicios de atención a las personas en situación de dependencia, y financiar permisos laborales que permitan una maternidad y paternidad satisfactoria y aprobar los cambios legislativos pendientes que promuevan la racionalización de los horarios en las administraciones públicas, el trasporte, las escuelas, el comercio y el ocio. 

Avanzar en la conciliación de la vida laboral y personal es un objetivo posible, ahí están los experiencias de algunas empresas que han dado pasos importantes en esta dirección que merecerían ser imitadas. Conciliar la vida laboral y personal y horarios racionales no son sólo bellas palabras y buenas intenciones. Es hablar también de mejora de la competitividad y del clima laboral, de retener el talento de las personas y, sobre todo, de legítimos derechos.

Conciliar no es un lujo