viernes. 29.03.2024

Atados a las sillas sobre la arena del exterior del Monasterio de San Jerónimo de Buenavista en Sevilla, el público de la Bienal de Flamenco hace tiempo que se ha rendido al bombardeo sonoro y visual de Los Voluble. “Flamenco is not a crime” es el título de esta sesión que recorta en pedacitos lo más rancio para llegar al hueso,  lanzarlo contra la pared y bailar sobre él hasta extraer el tuétano en forma de esencia.

Este convento fundado a principios del siglo XVI fue lugar que alojó a reyes y donde se imprimió uno de los primeros antifonarios que dejó fijado para siempre el rito latino de la Iglesia católica. Tan solemne es el lugar, y tan solemne la liturgia en él impresa, que Los Voluble y los que allí acudieron en procesión nocturna se quedaron a sus puertas.

El dúo VJ/DJ formado por los hermanos Pedro y Benito Jiménez, en lugar de recurrir a la Novena Sinfonía de Beethoven como Kubrick, intervienen en los cerebros del público con imágenes y sonidos entresacados de la memoria colectiva profunda. Rebuscando en la supuesta esencia de lo flamenco, lo gitano, lo masculino o lo semanasantero, recuperan imágenes que arrastran por el barro de lo cotidiano y que se entremezclan en la gran pantalla central con Felipe VI, Inés Arrimadas, Miguel Bosé o Pablo Iglesias. Discursos y desfiles. Quejíos y amenazas. 

 

Imágenes de actualidad que se funden con otras extraídas de un fondo de armario apolillado. Sonido atronador que mezcla flamenco con electrónica anglosajona, hip-hop con saeta y con discursos que descontextualizados adquieren un sentido entre apocalíptico y ridículo. Más aún en estas sesiones bailables pandémicas en las que el público tiene prohibido moverse de la silla, descubrir su cara o mirar a otro lugar que no sea la gran pantalla gigante que escupe imágenes que tratan de acceder a las capas más profundas de nuestros cerebros inmóviles. 

Tan raros como flamencos mecánicos, los Voluble llevan dos décadas revisitando nuestros archivos culturales extrayendo el licor visual con el que arman sus espectáculos. Apropiaciones audiovisuales con sabor a justicia poética. Fragmentos inconexos que recompuestos sobre el escenario en esta suerte de live cinema que practican cobran un nuevo sentido que trasciende la individualidad de cada pieza.

Una hora de vértigo en la que el público hubiera deseado saltar de sus asientos y patear el suelo de arena hasta asfixiarse embadurnado en polvorienta esencia flamenca. Algunos huyeron saltando las vallas del recinto cuando la cosa se puso fea y los dioses bailaban por la pantalla a ritmo de reggaetón. Siempre los hay despistados. Después de dos décadas han tenido tiempo de saber que Los Voluble no son la reencarnación de Antonio Mairena, aunque los adverbios del cante los unieran y sea ya público y notorio que Antonio Mairena somos todas. 

Imágenes: María Ramos

Los Voluble, desflamenquismo audiovisual