viernes. 29.03.2024

David Pallol acaba de publicar en Arzalia ediciones Tipismo franquista. Recuerdos de una sociedad perdida, un libro muy bien compuesto (vulgo maquetado) que está protagonizado sobre todo por la “gente corriente y moliente, oportunistas, buscavidas, supervivientes natos”, también por “estómagos agradecidos” y, cómo no, (poco, eso sí) por los gerifaltes de la dictadura.

cubiertaEl autor ha conseguido que su libro, profusamente decorado por cientos de fotografías novedosas, sea un retrato de una sociedad que refleja un imaginario colectivo que aún irrumpe en la memoria de muchos españoles. Españoles ya de cierta edad que pronto dejaremos de tener esa memoria necesaria, de tal manera que los protagonistas de esta obra simpática e históricamente digna podrían desaparecer de no existir libros como el del escritor David Pallol, un historiador del arte que aborda con esta su tercera incursión en los tiempos del franquismo.

Imagen de la cubierta del libro: Pipera en Madrid (1960-1965): la señora Anita ("El Sol sale para todos"). Autor: Juan Jiménez Salmerón.

Aquello sí que era el Régimen. Un régimen apuntalado en las trincheras, como se dijo, en las balas y el castigo, un régimen que odiaba las urnas, las cuales sólo usaba para sus dobles apariencias de occidentalismo y de estar al cabo de la calle de la historia.

La primera que deambula por el libro de Pallol es ‘La España de uniforme’, con sus alféreces provisionales, sus divisionarios azules, sus jerarcas del partido único o del Ejército trino, sus flechas y cadetes, sus féminas de la Sección Femenina, sus chusqueros, sus asistentes de oficiales militares, sus grises y hasta su Guardia Mora y todo.

A continuación, es el sitio de ‘La mujer’. Sí: la mujer en los años de la dictadura franquista. Cuando a los episodios de violencia de género se les llamaba, como bien recoge el autor, crímenes pasionales. El machismo vivió un nuevo impulso, por si no fuera poco el ya existente antes de la guerra, con el reaccionarismo propio de los años de la dictadura del general Franco. Pero entre las grietas abiertas por el desarrollismo se colaron muchas mujeres que fueron entrando en el mundo laboral dominado por los varones. Y Tipismo franquista refleja mucho de todo aquello. Son estas las páginas de las castañeras, las piperas (como la protagonista de la extraordinaria foto de la cubierta del libro, la señora Anita, la del Sol que sale para todos), las patronas de pensión, las vedetes, las reporteras de sucesos (Margarita Landi al frente, ¡cómo no!), las dependientas de galerías (de Galerías Preciados, se entiende), las taquilleras de Metro y las vendedoras de Tupperware (sic, también ellas, sí).

No podía faltar ‘La España devota’. Y no falta. Aquella dictadura, recién ganada la Guerra Civil convirtió a España, dice Pallol, “virtualmente en una teocracia”. Dejando al margen la exageración, pero no lo que se intenta plasmar, aquella España nacionalcatólica dejó una vida pública muy eclesial, muy penitente, una auténtica reserva espiritual del integrismo anterior a la contemporaneidad laica. Personajes de aquella devoción regimental fueron las damas del ropero, expertas en la benedicencia pública que rehuía el Estado de bienestar occidental de aquellos tiempos; el predicador de las ondas, es decir, el padre Venancio Marcos; los niños del Domund (aquel acrónimo exitoso que salía de las palabras Domingo y MUNDial); el estereotipo femenino de la Tía Virtudes; o el cura obrero y la monja pop del segundo franquismo.

pablito calvo‘Figuras de la cultura popular’ es otro de los capítulos de Tipismo franquista. En él, Pallol, que rehúye decididamente los personajes “trillados”, exhibe aquellas figuras de una cultura popular en absoluto elitista, más bien “castiza, tradicional, folclórica y populachera”. Puro tópico. Puro tipismo. El héroe patriótico (ese Alfredo Mayo), el productor cinematográfico (ese Cesáreo González), los niños prodigio (esos Arturito Pomar, Pablito Calvo, Marisol…), pero también el cartelista de cine, los monstruos de feria, los y las ye-yés, los transformistas y los vendedores de enciclopedias. (En la imagen: Pablito Calvo)

‘La España rural’ es otro de aquellos mundos hoy prácticamente desaparecido en esa contingencia a la que llamamos pasado, con sus maquis (los de la “guerra sostenida en el tiempo, dura y sangrienta, pero sorda”), sus chachas que trasladaron aquel campo a la ciudad (como mi madre, sin ir más lejos), sus maletillas huidos de la pobreza de los pueblos “a la conquista del éxito”, sus pregoneros (aquellos declamadores de “los trending topics del momento”), sus miles de emigrantes, sus paletos (tan exageradamente compuestos por el popularísimo actor Paco Martínez Soria), sus mieleros (muestra muy habitual de la muy habitual venta callejera de aquellos tiempos) y sus cómicos ambulantes (“el lumpen dentro del gremio, los marginales del arte de Talía, el teatro más underground cuando ni existía ese concepto”).

novilladaPor el capítulo ‘Oficios perdidos’, David Pallol nos pasea por aquellas profesiones humildes hoy casi extinguidas, “oficios de antaño que parecen condenados al baúl de los recuerdos”, tales como traperos, carboneros, acomodadores de cine, afiladores, lañadores, limpiabotas, serenos; pero también censores, verdugos, propios estos dos últimos grupos de un país sin libertades y de justicia casi medieval. (En la imagen: Novillada en Pozuelo de Alarcón).

Antes de que la bibliografía, los agradecimientos y los créditos del abundante material gráfico cierren su libro, Pallol nos deja el último capítulo: ‘El lumpen y la picaresca’, que bien podría haber sido titulado ‘La España negra’, como aquel libro de 1920 escrito por el pintor José Gutiérrez Solana, a quien se hace referencia no en balde al arranque de estas últimas páginas. Una España negra que, a decir del autor de Tipismo franquista, nada tiene que envidiar a la salida de la Guerra Civil y a la de los años del hambre, de vida perra, de racionamiento y estraperlo. Por ‘El lumpen y la picaresca’ (des)lucen vendedores callejeros, estraperlistas de vía estrecha, robagallinas (más bien mendigos itinerantes), recogecolillas, madamas y sus pupilas, constructores sin escrúpulos (sí: sale Jesús Gil y Gil, uno de sus “representantes crepusculares”) y golfillos callejeros, timadores y trileros.

En definitiva, Tipismo franquista es todo lo que pretende, un triste divertimento que nos recuerda que cualquier tiempo pasado puede contener lo peor y que en aquellos años grisescasinegros de la dictadura de Francisco Franco hubo mucho de lo peor. También que la nostalgia puede confundirnos, pues a menudo no es más que una dañada versión de la memoria bajo un poderoso síndrome de Estocolmo.

'Tipismo franquista': aquellos años grisescasinegros