sábado. 20.04.2024

No voy a tratar sobre las causas del golpe militar de Miguel Primo de Rivera (MPR) ni tampoco sobre las vicisitudes del gobierno del Dictador. Creo que es un tema ya suficientemente estudiado y conocido.

En cuanto a las causas, que lo propiciaron, según el propio Dictador, estaban la conflictividad social, los problemas de Marruecos tras el desastre de Annual y el Informe Picasso, que podía salpicar al Rey; las aspiraciones autonómicas de Cataluña; una regeneración política, etc. Las secuelas son claras el apoyo a la Dictadura por parte de Alfonso XIII, contribuyó a  la caída de la Monarquía. Dicho de otra manera: la Corona y el ejército, a la vez que liquidaron la monarquía constitucional de 1876, pavimentaron el camino hacia la República.

Quiero fijarme en la importancia en la Dictadura de MPR de la prensa a la hora de justificar y consolidar el régimen. De ahí el papel de control de los medios  de comunicación,  a través de la censura. Es algo fundamental en toda dictadura.

Al respecto es muy pertinente el artículo de José Manuel Morales Tamaral titulado A la conquista de las masas. Los orígenes de la propaganda estatal en la España de entreguerras, 1917-1936. La dictadura de MPR recogió el testigo de los gobiernos precedentes en lo concerniente al tratamiento público de la prensa. Entre 1923 y 1930 se produjo, eso sí, un salto cualitativo y cuantitativo hacia la consagración de una estrategia estatal de comunicación de carácter integral. Como encarnación de una opción de regeneración conservadora de la sociedad española, el régimen emprendió una campaña propagandística de nacionalización de las masas desde arriba a través de agentes como el ejército, el sistema educativo o la Unión Patriótica, el partido oficial del régimen –con su propio órgano periodístico, La Nación.

En este amplio entramado administrativo se imbricó la frenética actividad de una vasta red institucional encargada de la gestión de la opinión pública doméstica e internacional, cuya tarea básica consistió en la intensificación institucional de la censura previa de prensa, en vigor desde el 17 de septiembre de 1923. Varias instancias administrativas se encargaron de ello. Por un lado, siguieron funcionando los órganos de censura preexistentes en el ministerio de la Gobernación y los gobiernos civiles. Estos últimos recibieron nuevas instrucciones sobre cómo desempeñar su trabajo, que oscilaron entre castigos severos a la prensa con la sola sospecha de que pudiera estar inspirada en “reprobables y taimados propósitos” y recomendaciones de cierto tacto con los medios creadores de opinión, en tanto que “ningún régimen de Gobierno puede vivir con la Prensa en contra”. Por otro lado, a la estricta intervención de la información sobre la guerra de Marruecos puesta en marcha por la citada Oficina de Marruecos de la Presidencia, convertida desde el 15 de diciembre de 1925 en la Dirección General de Marruecos y Colonias, se unió la actividad de la censura militar mientras estuvo en vigor el estado de guerra (15 de septiembre de 1923-17 de mayo de 1925). Además, en el Real Decreto que alumbró la Asamblea Nacional (14 de septiembre de 1927) se previó la creación de una Oficina encargada de censurar noticias sobre los debates parlamentarios, que al final de la dictadura se transformó en un Negociado de Prensa encargado de mantener las relaciones entre el Parlamento y los medios de comunicación.

Sin embargo, la gran creación de Primo de Rivera en este ámbito fue el Gabinete de Información, Prensa y Censura de la Presidencia del Gobierno. De sus funciones informó su primer jefe el teniente coronel Pedro Rico Parada, ex gobernador civil de Gerona y fugaz director de La Nación en 1925, al poco de su fundación en septiembre de 1923:

“El Directorio Militar ha dispuesto que la información oficial de Prensa quede centralizada en la Presidencia, a cargo de este Gabinete, para evitar las molestias que origina la presencia frecuente de los periodistas en los Ministerios y Centros Oficiales. Dicha información es facilitada a los periodistas a las 1 y 4,30 horas de la tarde y 12 de la noche [...] Esta centralización tiene otra finalidad: la de facilitar la censura de las galeradas de los diarios, contrastando sus informaciones con las que sean suministradas por los departamentos ministeriales y demás Centros, y evitar las dudas que se ofrecen a este Gabinete cuando hacen referencia a proyectos y propósitos del Directorio o a declaraciones del Presidente”.

Después de que el Gabinete fuera sancionado oficialmente en diciembre de 1923 y conformado por personal procedente de las secretarías de los diversos ministerios, se estableció como órgano supremo de la censura de la prensa nacional, y en especial de la madrileña –de hecho, entre abril de 1926 y finales de 1927 fue trasladado al Gobierno Civil de Madrid por causas desconocidas. El punto álgido de la tarea de control de la opinión pública encomendada al Gabinete de Información y Censura fue alcanzado bajo la jefatura del teniente coronel Celedonio de la Iglesia (agosto de 1925-febrero de 1930). Proclive a una censura preventiva limitada para prevenir en momentos concretos la “salud de la Patria”, De la Iglesia tuvo a su cargo hasta una veintena de censores en su momento álgido (enero de 1929), la mitad de los cuales pertenecieron al estamento militar. El trabajo a destajo, el solapamiento de labores entre las diversas instituciones –en especial con el ministerio de Gobernación– y la intervención directa de MPR dotaron a la administración de la censura de excesivas dosis de arbitrariedad y coerción. Como confesó privadamente el propio De la Iglesia, “la Censura ha tachado a tontas y a locas lo completamente inofensivo y a veces hasta lo conveniente al Gobierno”.

El mismo Celedonio de la Iglesia publicó en 1930 el libro La censura por dentro. La frase de Miguel Primo de Rivera “no se puede ser gobernante en tiempos de opinión sin ser algo periodista” que principia esta obra puede en cierta sentido dar la medida de lo que encontraremos en ella. Se he reeditado la obra en 2017 con un estudio preliminar de Juan Ignacio Rospir, el cual señala, enmarca y entiende la censura previa como un elemento más, sino el definitorio, del intento de control informativo, a lo que deben unirse las falsas entrevistas, los diálogos o las notas oficiosas de inserción obligatoria con los que el MPR pretendía dar su punto de vista sobre asuntos de relevancia público y como él mismo indica “a ellas debo la constante comunicación con el pueblo español”.

La relación de MPR con la prensa fue de amor-odio. Dentro de él vivía un periodista que se moría de ganas por salir y demostrar de lo que era capaz. Creía que la prensa era el instrumento idóneo para cambiar y manejar a su antojo a la opinión pública española. El problema era que no siempre los diarios respondían de la manera que él quería. Esas situaciones le llevaban a tener enfados monumentales. No llegaba a entender como algunos periódicos ponían en duda su política o no rendían los honores suficientes a temas de gran relevancia. Primo de Rivera nunca aceptó las críticas.  Un ejemplo claro.

El 15 de abril de 1929, un artículo aparece en La Nación. Este periódico trabaja abnegadamente por la dictadura. Sin embargo, este artículo, que se escapa de la censura, se aleja de la línea editorial de La Nación:

“La Nación:

A Primo de Rivera.

Paladín de la Patria redimida,

Recio soldado que pelea y canta,

Ira de Dios que cuanto azota es santa,

Místico rayo que al matar es vida,

Otra es España a tu virtud rendida,

Ella es feliz bajo tu noble planta,

Sólo el hampón, que en odio se amamanta,

Blasfema ante tu frente esclarecida,

Otro es el mundo ante la España nueva,

Rencores viejos de la edad medieval,

Rompió tu lanza, que a los viles trunca,

Ahora está en paz tu grey bajo el amado,

CHorro de luz de tu inmortal cayado

¡Oh, pastor santo! ¡No me dejes nunca!”

Es un acróstico en el que las primeras letras de cada línea forman una frase que se lee en vertical, que da como resultado: "Primo es borracho". El autor de este texto es desconocido. El dictador, “loco de rabia”, decidió dar el control del comité de censura a un gobernador civil, Semprún.

Durante toda la dictadura Miguel Primo de Rivera disfrutará hablando con los periodistas y les facilitará una ingente cantidad de material, todo ello de obligada publicación. Escribía unas notas oficiosas cada mañana o de madrugaba, no pocas veces ebrio. En cierta manera eran como los tuits de Trump, según señala Paul Preston. Un día tras otro las declaraciones del Jefe de Gobierno aparecían en todos los diarios, no dudando en numerosas ocasiones de castigar a aquellos que se saliesen del guión establecido por él.

El periodista Dionisio Pérez publicó ya en 1930 el libro La dictadura a través de sus notas oficiosas.

Primo de Rivera estaba obsesionado con la prensa. En muchas ocasiones se hace prácticamente imposible la recopilación de sus declaraciones y notas oficiosas. Tiene opiniones sobre todo, da igual de la materia que se trate: economía, sociología, derecho, estrategia militar, política exterior, etc. El periodista que hay dentro del jefe de gobierno le incita a aprovechar toda ocasión para lucir su arte. Para ello utilizará las notas oficiosas.

Las notas oficiosas le permiten al dictador jugar a ser periodista. Según Paul Aubert, Primo de Rivera redacta sus notas con “la elocuencia de un aficionado periodista y el desvelo, ingenuo, de ver su pensamiento imprimido”. Dionisio Pérez, periodista contemporáneo de la dictadura, analiza así este comportamiento: “[Primo de Rivera] dedicaba horas a sus notas oficiosas en las cuales daba rienda suelta a su enfermedad periodística, utilizando el poder de la dictadura para imponer sus letras a toda España”. A través de sus notas, busca satisfacer su ambición de ser periodista. Sin embargo, estas notas en el fondo sirven para controlar los artículos publicados en los periódicos españoles. Es una parte importante de la censura dictatorial, muy criticada por El Sol, que declara, justo después del advenimiento de la dictadura: "no sabemos escribir sin libertad".

En las notas oficiosas de MPR encontramos dos variedades, las notas presentadas tal cual que los medios tenían que reproducir coma por coma; y los diálogos, conversaciones escritas íntegramente por el dictador que se publicaban como auténticas. A veces, dictaba sus declaraciones a los periodistas presentes que debían tomar nota de todo para luego reproducirlas fielmente en sus diarios.

Las notas oficiosas que escribía eran revisadas por los jefes de la censura, que rellenaban los espacios que dejaba el dictador, por ejemplo, en una ocasión, relata Celedonio de la Iglesia, puso “rellenar con el dicho ese latino tan famoso”. Después el jefe del gobierno volvía a revisarlo para inmediatamente distribuirlos a la prensa. Muchas veces  las redactaba sin consulta ni conocimiento de los ministros que se enteraba de ellas directamente por los diarios, sin tiempo ya de poner ningún reparo. Esto provocaba más de una contradicción.

Esta práctica se repetiría durante toda la Dictadura de manera abrumadora.

La primera nota oficiosa de MPR tuvo lugar el 13 de septiembre de 1923:

“Españoles: Ha llegado para nosotros el momento, más temido que esperado (por que hubiéramos querido vivir siempre en la legalidad y que ella rigiera sin interrupción la vida española), de recoger las ansias, de atender al clamoroso requerimiento de cuantos amando la patria no ven para ella otra salvación que libertarla de los profesionales de la política (…) que amenazan España con un próximo fin trágico y deshonroso (…).

Al día siguiente se publicaría su primer dialogo. En el mismo, acaecido supuestamente en la madrugada del día 14, trazará su programa de gobierno. Su primer objetivo es:

“disolver la cámaras y someterlas a un régimen de economía interno que ahorra un par de millones”

Quiero terminar con una de estas notas oficiosas aparecida en  El Heraldo de Madrid  el 9 de marzo de 1929. No hago comentario alguno. La reflejo tal cual pareció, por lo que lleva algún error de redacción. Trata sobre un suscripción popular que se había abierto para comprar una casa a MPR. Como ya es largo el artículo, recuerdo que con la dictadura de Franco también se utilizó este procedimiento, como las suscripción patriótica para el Pazo de Meirás. Lo que si digo es la enorme desfachatez y desparpajo que manifiesta tal nota. Hace falta tener cuajo para remitirla a un medio de comunicación y no sentir vergüenza alguna. Esto es consecuencia que para algunos que alardean de patriotismo como MPR, consideran España como un patrimonio particular. Patriotismo no tiene nada que ver con patrimonio. Patriotismo significa sobre todo el querer lo mejor para tus conciudadanos. Así de simple. 

El General Primo de Rivera envía de madrugada a la oficina de información y censura las siguientes notas oficiales:

“ Algún buen amigo me ha advertido, y aun en algunos anónimos, muy pocos se me ha dicho que con motivo del homenaje, hace ya próximamente dos años, iniciado por algunas personas de mi afección, con el propósito de regalarme una casa que fuera albergue decoroso premio obligado descanso tras la ruda lucha de estos años y solución adecuada del vivir de mi familia, se han realizado algunas presiones que desde luego me atrevo a califica de indiscretas y de  soportadas, dando a las invitaciones a contribuir forma que pudiera parecer algunos obligatoria, por lo menos forzada y sólo eludible con enojos. No creo preciso manifestar mi sincera contrariedad, y tal es lo cierto, tanto mayor cuanto más casos de esta índole hayan podido ocurrir.

Desde los primeros pasos de esta gestión de venido yo antes adormecimiendo, antes que animandola; pero no he podido evitar el entusiasmo y leal afecto de muchos amigos, y aun el acuerdo de numerosas importantes entidades, haya ido acumulando donativos hasta alcanzar la importante cifra de más de cuatro millones de pesetas, que me dicen ahí reunidas y que supongo nadie tratará ya de que aumente y que se dará por cerrada la suscripción; pero como los casos advertidos pueden ser varios, yo os ruego encarecidamente a las personas encargadas de este asunto que en realidad desconozco con precisión cuáles sean que por el plazo de un mes invite a quien quiera me haya contribuido forzosamente o posteriormente a hacerlo hubiera cambiado de opinión a que retiren sus aportaciones, seguros todos de que no solamente no se les irrogará ninguna contrariedad, sino que, por mi parte, estimara tal conducta como una muestra de sinceridad y gallardía ciudadana, digna del mayor elogio, y si tiene algún temor de obrar así, ante la comisión recaudadora o persona que necesitaron su aportación, pueden dirigirse a mi directamente, en la seguridad de que serán atendidos. En todo caso, yo persisto en mi idea de compartir el donativo con la Unión Patriótica nacional y el Somaten regional, dotándolos de local muy próximo a mi vivienda, donde perennemente puede tener sus oficinas, pues tengo tienda fe en que estas instituciones civiles, amantes de la paz y del orden, que por su carácter apolítico de defensa social y propagación de buenos principios ciudadanos y sana cultura, serán siempre firmes puntales de la sociedad cuando ella vuelva a estar amenazada de sufrir conmociones violentas, sin que jamás entorpezcan su progreso, inspirado en principios de cristianismo y verdadera libertad.

De todos modos, por si la consideración por timidez de los invitados para reclamar sus cuotas lo detuviera, yo “impondré a mi suscripción una multa” en beneficio de los pobres que compense con largueza los casos de esa índole que hayan podido darse.

Y para terminar: repito mis palabras ante la asamblea nacional, aunque con cierto embarazo y gran contrariedad, que ha admitido esta suscripción, porque más que nada me halagaba la idea de morir a modesto de fortuna como he vivido y vivo hasta el día; pero procedo así en primer término porque creo en conciencia haber prestado al país servicios que justifican este hermoso homenaje; en segundo, porque ello entiende servirá de ejemplaridad y estímulo en el porvenir; en tercero, porque creo legítimo evitar a mis hijos con la carga de gloriosas preseas y pergaminos propios y familiares, de piso en piso, como he andado yo cambiando en Madrid una docena de veces de domicilio, y en cuarto, porque tampoco quiero que vivan en precario y alquiladas las oficinas centrales de la Unión Patriótica y el Somatén. ¡Ojalá fuera bastante rico para dejarlas bien instaladas en toda España!”

Heraldo de Madrid, 9 de marzo de 1929

La suscripción para la casa de Miguel Primo de Rivera