jueves. 18.04.2024
historia

“El siglo XX puede servirnos como gigantesco resumen de la historia del ser humano, capaz de lo mejor y de lo peor”.
José Antonio Marina y Javier Rambaud


biografia-humanidadEn Biografía de la humanidad. Historia de la evolución de las culturas (Ariel, 2018), libro que he comentado recientemente en Periodistas en Español, sus autores, José Antonio Marina y Javier Rambaud, dividen el siglo XX en dos mitades, a la primera, que llegaría hasta el final en 1945 de la Segunda Guerra Mundial, la llaman época de la locura, a la segunda (que llega hasta hoy, pues lo prolongan) la llaman época de las soluciones precarias. Consideran que 1989 y la caída del muro de Berlín es un punto de inflexión.

La época de la locura

Tras un reparto colonial a cargo de los países europeos que abre heridas entre los imperialistas que quieren ser más potencias que las potencias, con unos gobiernos desconectados de las preocupaciones de sus sociedades y más centrados en orientarse hacia la guerra, a comienzos del siglo XX ya se buscaban pretextos para un conflicto que se veía cada vez más como inevitable en medio de una “dialéctica de rearme continuo”. Muchos intelectuales seguían considerando a la guerra un asunto noble, higiénico.

Y la guerra estalla, una guerra fundamentalmente (pero no sólo) europea, la Gran Guerra, a la que llamamos desde hace décadas Primera Guerra Mundial porque luego vino otra.

Fue espantoso el balance de aquel conflicto bélico, con más de quince millones de muertos. ¿La humanidad no aprendió nada, como afirman los autores de Biografía de la humanidad…? En cualquier caso, a su final, en 1918, habían desparecido cuatro imperios (el ruso, el otomano, el austro-húngaro y el alemán) y otros dos quedaron muy dañados (el francés y el británico), y a la inmediata aceleración económica la sucedió desde 1929 una gran crisis mundial, la Gran Depresión.

Del convaleciente Imperio ruso nació en 1917 un revolucionario nuevo país que acogió los ideales marxistas de liberación de las clases desfavorecidas pero acabó convirtiéndose en un Estado totalitario. Y en algunos países, tras la Primera Guerra Mundial, destacando Italia y Alemania a ese respecto, triunfaron dictaduras de corte fascista que surgieron entre otras razones en contraposición a aquella extensión del comunismo. Los dos totalitarismos, el nazifascista y el socialistacomunista, “reflejaban el descontento con la modernidad, la inestabilidad del sistema capitalista y la polarización extrema de ideologías nacionalistas, socialistas y racistas surgidas el siglo anterior”. Fueron ambas ideologías, la comunista y la fascista, “respuestas revolucionarias ante el malestar generado por la modernidad industrial y el liberalismo político, con los múltiples conflictos que conllevaban (de clase, género, partido o nación), y la erosión de las comunidades tradicionales en nombre del individualismo”.

El mundo más desarrollado se organizó alrededor de esas dos ideologías y la liberal, a cuya contra habían surgido dichos totalitarismos.

El expansionismo alemán de su dictador nazi Adolf Hitler llevó a la Segunda Guerra Mundial. La guerra, que acabó estallando en septiembre de 1939, quería ser para Hitler “el crisol purificador la raza”, la mejor escenificación del darwinismo social: y fue la magnífica representación de la deshumanización de la humanidad que culminaría en el horrible Holocausto.

ONU_Holocaust_Memorial

La derrota en 1945 de los nazis y sus ultras aliados italianos y japoneses a manos de la alianza entre las democracias occidentales y la dictadura soviética fue sucedida por un mundo dividido que cabalgó inestable durante décadas sobre el filo de la llamada Guerra Fría.

La época de las soluciones precarias

En el nuevo orden mundial escindido en dos existía algo más que las dos superpotencias (Estados Unidos al frente de las sociedades capitalistas occidentales y la URSS capitaneando el llamado bloque soviético): pronto, en la década de los 60, la difusa comunidad de los países no alineados, casi todos salidos del proceso de descolonización postbélico, y también de inmediato, antes aún, desde 1949, la dictadura comunista china, al margen de la autoridad moscovita, un caso único de revolución llevada a extremos delirantes que sobreviviría a sí misma transformándose al acabar el siglo en un comunismo capitalista por supuesto sin democracia.

Tras la Segunda Guerra Mundial, “el mundo occidental disfrutó de un periodo de desarrollo mantenido, que implantó una sociedad de consumo. Y en 1948, amparada en la recién creada Organización de las Naciones Unidas (ONU), se acordó la Declaración Universal de Derechos Humanos con el objeto de fundar una especie de nunca más taponador de una nueva confrontación mundial, que incluía en su preámbulo “la dignidad como base de nuestra arquitectura política y legal” tendente al establecimiento de la libertad, la justicia y la paz en el mundo.

“Una de las mutaciones más revolucionarias” del siglo pasado fue el movimiento de liberación de la mujer (el movimiento feminista), esencialmente si atendemos al finalmente fracasado proyecto socialista desmoronado con la caída del Imperio soviético desde finales de la década de 1980:

“Una vez conseguido el voto, el movimiento feminista se centra en la lucha contra la discriminación, en la crítica de las estructuras sexistas de poder y en la concienciación ante las desigualdades en la familia y el trabajo”.

El legado del siglo XX

Globalización y feminismo son dos de las grandes herencias que el XXI ha recibido del XX. El fenómeno cultural que (ya) es la globalización se gestó definitivamente en el siglo XX. Las dos ramas específicas de la tecnología en ese siglo fueron la informática y la ingeniería genética, a decir de Rambaud y Marina. Ellas están en la base del posthumanismo hacia el que los sapiens nos podemos ver abocados (ya en el siglo XXI, hoy en día, estamos a punto de entrar en la era del posthumanismo: la gran amenaza que pesa sobre nuestra especie es que “la humanidad puede deshumanizarse”).

Y…

“En la actualidad, hay dos serias amenazas: la ecológica y los niveles intolerables de desigualdad que puedan alcanzarse”.

Ambas las hemos heredado del siglo XX, que, a su vez, las heredó de la noche de los tiempos. Aunque la desigualdad parece que desciende desde hace docenas de años, aún está ahí, arriesgándolo todo. Y el equilibrio ecológico está seriamente tocado desde los daños que hemos infligido a la Tierra con nuestros avances.

El siglo XX y la evolución de las culturas