domingo. 28.04.2024
averno

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Los maléficos estaban tomando unos tequilitas reposados, y unos tacos de cochinita pibil, manjar que se hace en un horno que esta enterrado en la tierra, como ellos, y otros platillos exquisitos dispuestos en una mesa tonel habilitada para estos fines, en una cantina del averno, muy frecuentada por las diablas, mientras comentaban los asuntos diarios y cotidianos del averno.

—Un demonio, el Gato, se quejaba del olor, que a veces era intenso y procedía del azufre quemado en las calderas.

—Gilberto se quejaba de la temperatura, pues era verano y sentía calor.

—Cruciano y Persefeo que estaban acostumbrados al calor de la fragua decían que no era para tanto, que era muy soportable.

—Cuando estaban en estos diálogos, Mixcoatil, les preguntó si sabían porque los había convocado.

—No, pero creo que nos has llamado para algo importante, dijo Lucrecio el Gato, pues estamos los malignos más importantes del burgo averno.

—Y tú, Befredo, ¿Sabes algo de por qué estamos aquí reunidos?

—Este, tratando de apartarse las cejas de los ojos para ver mejor, le contestó que lo ignoraba.

—Vosotros, Persefeo y Cruciano, ¿Intuíais algo?

—No sabíamos nada, pero también creemos que es algo grande, pues el trabajo tanto en la sala de ebanistería, como en la fragua, ha aumentado mucho en las últimas semanas.

—Así es, comentó Mixcoatil, con gesto de preocupación y acariciándose con su mano izquierda el mentón de su barbilla. Os lo voy a explicar:

—La razón de convocar esta reunión, motivada por el Consejo Superior de Demonios de los avernos Mexicas, es la de estudiar estrategias para captar a algunos pecadores que por alguna razón son relevantes y que están llegando procedentes del viejo mundo.

—Como sabéis, en dicha reunión estuvieron presentes Acolmiztli, gran dios del inframundo azteca, que está muy preocupado y en actitud vigilante, para que en el reino de los muertos no entren los vivos. También asistieron Chamelcatl, el gran señor de las aguas en el mundo subterráneo reinado por Mictlantecuhtli, y por último Itzpapaloti, que como sabéis es quien gobierna sobre el paraíso de Tomoanchan.

—Todos los integrantes del Consejo Superior, están de acuerdo en que es necesario definir y desarrollar estrategias para hacernos con el mayor número de pecadores que vienen del viejo mundo, continuó con su exposición.

—Lo entiendo, dijo Lucrecio el Gato, pero ¿Por qué no nos conformamos con los pecadores habituales de toda la vida de aquí de México?, pues ya conocemos las estrategias para poseerlos y hacernos con ellos.

—Si no empezamos a hacernos con los que están llegando, pronto traerán a sus propios demonios de otras tierras, y tendremos que pelear con ellos por el control del territorio.

Algunos de los presentes lo miraron sorprendidos sin decir nada.

—Lucrecio, haciendo gala de su rapidez de pensamiento sentenció:

—El Consejo tiene razón. Si no actuamos pronto, podemos perder todos nuestros territorios.

—También yo llevaba tiempo pensando lo mismo, expresó con convencimiento Befredo el Oscuro.

—Además hay que captar mano de obra y gente cualificada para que trabaje en las labores de minería subterránea que son vitales para nuestra subsistencia, y es necesario hacernos con algunos de los pecadores más relevantes, pues sus compañeros nos seguirán, imitando sus conductas, comentó Mixoatil.

—Por otra parte, continuó, es necesario apoderarnos del dinero que los españoles obtienen de sus relaciones comerciales con el viejo mundo. Necesitamos ese dinero para desarrollar las estrategias de coacción y engaños, y sostener económicamente nuestros centros y universidades de estas enseñanzas.

—Y prosiguió diciendo: Están surgiendo estudios de profesiones vanguardistas, especializados en quitarles las propiedades y sus bienes a los pecadores, y hay que sostenerlas económicamente.

—Y además tenemos que mantener los centros que desarrollan las nuevas técnicas coercitivas y las escuelas taller donde se cursan los clásicos estudios contra el exorcismo, para protegernos de la acción de los monjes y de los curas españoles, que son género muy peligroso, siguió con su explicación Mixcoatil.

—De esta forma, no solo nos haremos más fuertes y respetados por los maléficos de los avernos del viejo mundo, sino que evitaremos su venida y que puedan limitar nuestro alcance de influencia presente y futura, e incluso evitar posibles ataques y pérdidas de prestigio.

—¿Estáis de acuerdo, en el mensaje que nos envía el Consejo Superior de Demonios? preguntó Mixcoatil.

La unanimidad fue total.

—Con ese fin hay que acudir a la tierra y el primero al que hay que tentar es a un individuo que posee el máximo mando y que tiene concedido un título, conocido como “virrey” por los gobernantes del viejo mundo, y que como tal es respetado. Su nombre es Francisco de Pimentelio. Después habrá otros tres proyectos.

—Si lo conseguimos, prosiguió Mixcoatil, es decir, si encontramos la estrategia adecuada para su posesión demoníaca o engaño, detrás de él, vendrán más, y nos haremos con sus dineros y sus conocimientos, que nos permitirán expandir nuestras áreas de influencia.

—¿Y en que estrategias de engaños habéis pensado?, preguntó Lucrecio el Gato.

—Mixcoatil con gesto serio y pensativo mientras se frotaba las dos manos, dijo: El Consejo Superior de Maléficos ha pensado mucho sobre este tema, y después de un análisis detallado, ha llegado a la conclusión de que las estrategias de engaños más adecuadas se corresponden con las gastronómicas, a través de algunos de los excelentes platos y guisos culinarios que conforman la comida mexicana.

—Lucrecio el Gato, con agudeza añadió: La gula, pecado capital.

—Así es, confirmó el moderador. La gula. Hay excelentes platos en la cocina de esta tierra, como vosotros mismos estáis degustando.

—Es una excelente idea, dijeron todos los demonios reunidos.

Y continuó diciendo, que El Consejo del Averno, había decidido que hubiera un líder para cada proyecto. Cada uno de vosotros deberá subir a la tierra y ser responsable de la ejecución de una misión, menos Cruciano y Persefeo que trabajarán juntos.

—Tú, Lucrecio, serás el primero y el responsable de desarrollar el encargo de engañar al virrey Francisco de Pimentelio, y captarlo para nuestros intereses. El plato con el que hemos decidido que sería más factible tal engaño es el del guajolote con mole.

El resto de los demonios después de unos breves segundos de pensárselo, se miraron todos unos a otros, asintieron y estuvieron de acuerdo en que funcionaría.

—El Gato contestó agradeciendo la confianza que depositaban en él para esta misión, y que estudiaría con todo lujo de detalles los pormenores del proyecto para conseguir un éxito total.

—Mixcoatil, sin embargo, con gesto adusto, le replicó:

—Abstente Lucrecio, de perseguir a las gatas, cuando estés en la tierra, y no pongas en peligro esta importante misión, por tus intereses particulares.

—Y dime los recursos que crees que necesitarás, continuó.

—Me llevaré a doce rijolutinas.

—¿Y eso que son? , preguntó Cruciano, que por su trabajo siempre en las fraguas no había visitado otros burgo avernos.

—Son pequeños demonios con cabeza de guajolote, alas similares a las de las aves del paraíso, que les permiten mantenerse volando en el aire como los colibrís, y cuerpos con cola de saurio pequeño. Son endémicos de la región del burgo averno de Tlalpan. Solo los hay allí. Le contestó el Oscuro.

—Además su cola de saurio es muy llamativa, sus escamas son de colores muy vivos, como el rojo, el naranja, el rosa mexicano, y el negro, que forman conjuntos ajedrezados muy bellos. Por otra parte, el color rojo de sus crestas y de sus papadas los hace muy atractivos.

—¿Y qué trabajo realizan?, con esa apariencia tan extraña y ¿Para qué son útiles en una misión de engaños?, preguntó Cruciano.

—Aunque su capacidad de persuasión y de convencimiento es limitada al igual que su inteligencia, y tienen escasa iniciativa, son muy útiles en muchas misiones, pues son en parte dóciles y sumisos, y no rebeldes, cualidad que como todos sabéis es muy apreciada aquí en el infierno, pues no abunda, prosiguió.

—Son demonios pequeños, algunos son ciegos, otros son tuertos o cojos, y la mayoría son envidiosos. También hay algunos lujuriosos que mueven sus cuerpos con lascivia, y cuando les tocan melodías suaves con sus flautas, la mirada de sus ojos, así como la expresión de su cara, se convierten en fuertemente sensuales.

—Su trabajo es ayudar a los demonios más experimentados en las coacciones y como no han desarrollado las capacidades oratorias necesarias para llevar a cabo una posesión, se los pone a disposición de los demonios más dotados intelectualmente, sentenció Mixcoatil.

—¿Y para que más son útiles?, inquirió el maestro herrero.

—Para nada más. Proceden de familias de alto rango social, y están emparentadas con otros demonios, en muchas ocasiones muy conocidos y que gozan de gran prestigio por su capacidad oratoria, que es muy valorada para llevar a cabo ciertas misiones especiales en la Tierra.

—Ahora comprendo, exclamó Cruciano.

—Lucrecio, haz tus preparativos, y mantenme al corriente de todo aquello que necesites y de la planificación que piensas llevar a cabo. Yo mismo me encargaré del tema de las rijolutinas, y de que se busquen y nos envíen a las más adecuadas.

—El segundo personaje a captar es el consejero espiritual del virrey, el obispo Ambrosio de Osuna y de Mendoza, y hemos pensado que el platillo que mejor encajaría sería la cochinita pibil, que como sabéis es un alimento que se cocina bajo tierra, enterrado, como estamos nosotros. Esperamos que esta condición nos reporte alguna ventaja. Se ha dispuesto que el encargado de realizarlo sea Gilberto, dijo Mixcoatil.

—Por cierto, debéis de saber que el eclesiástico Ambrosio viaja con otros deanes y con un coro de niños, dijo Mixcoatil.

—¿Le gusta el canto de los niños ?, preguntó el Gato Lucrecio.

—No lo que les gusta a los eclesiásticos es acostarse con ellos, dijo Mixcoatil. Se echan las siestas con ellos, y duermen con ellos y los acarician.

Y el gato Lucrecio, dijo:

—Hijole, decía

—Hijóle, decía Gilberto.

—Hijole. decían Cruciano y Persefeo.

—Hijole, exclamaron todos, incluso Befredo el Oscuro.

—El gato Lucrecio, entonces exclamo:

—Los eclesiásticos no comen mejillones.

—los eclesiásticos no comen chirlas, decía Persefeo.

—Los eclesiásticos no comen almejas, decía Persefeo.

—Los eclesiásticos, no comen bacalao, decía Cruciano.

—Los eclesiásticos solo comen tajes de carne cristiana, dijeron todos.

—Mixcoatil oía sin pestañar sabiendo que era cierto lo que decían y continuó:

—En tercer lugar, Cruciano y Persefeo llevarán adelante el proyecto de engañar a un galeno español que está revolucionando y mejorando la salud y la medicina en las poblaciones del Valle de México. Hay quien dice, según informes que hemos recibido últimamente que la gente ya no va al médico. Esta situación no puede mantenerse para nosotros mucho tiempo, pues perderíamos muchos clientes.

—Por último, nuestros colegas del servicio de información, nos dicen que ha llegado al Valle de la ciudad de México, la hija de una duquesa, cuyo pelo es del color del fuego, y desde el Consejo Superior de Demonios se quiere averiguar si ese color de pelo pudiera ser indicativo de alguna relación con los ancestros demoníacos nuestros. Por otra parte, sería interesante saber si tiene cola como las diablesas, o no la tiene como el resto de las pecadoras. El plato elegido para este engaño es el huitlacoche, que como sabéis es considerado un manjar divino, entre los nuestros, y don Befredo será el responsable de su ejecución, por su experiencia con las mujeres de la nobleza.

—Por último, quiero poneros en antecedentes de unos eclesiásticos especializados en sacar los demonios de los cuerpos de los que poseemos, vienen con ellos.

—Los llaman exorcistas y tienen mucho poder, mas que nosotros, por lo que deberéis evitar su presencia. Con una cruz y un rosario son capaces de cualquier cosa, explicaba Mixcoatil.

Y por ahora se da por concluida la reunión, sentenció Mixcoatil aprovechando para levantarse.

Los trabajos de los maléficos del averno