jueves. 28.03.2024
Javier Pérez Andújar

Javier Pérez Andújar ha escrito una novela descomunal, fuera de lo común, absolutamente culta en el pleno sentido de la palabra. Una novela sobre la palabra. No sobre la palabra dada, no: sobre las palabras. Voy a explicarme. Voy a explicártelo.

Su más reciente novela, La noche fenomenal, aparecida en marzo de este año 2019, se abre con una cita (de autor anónimo, del siglo XIII, una frase perteneciente a uno de los ciclos de las leyendas artúricas o arturianas, en concreto al denominado La búsqueda del Santo Grial) que pareciera un lema para historiadores:

“Vayamos a buscar lo que no encontraremos”. 
 

Pérez Andújar, con quien ya aprendí y me divertí de lo lindo en su extraordinaria Catalanes todos (donde me mostró cuánto sabe “sobre Cataluña, sobre el franquismo, sobre el franquismo en Cataluña, sobre los catalanes y sobre el franquismo y los catalanes y sobre los catalanes y la Transición”), es un escritor sobresaliente. De matrícula de honor, qué digo.

El narrador-protagonista, Javier (sí, Javier, como Javier Pérez Andújar) hace “magia de la de verdad, es decir, de la que tiene truco”. Y La noche fenomenal que titula el libro es un programa de radio dedicado a lo paracientífico, a los fenómenos extraños. Javier nos dice al respecto:

“Yo llegué a lo paranormal por la risa. Para creer se necesita sentido del humor. No se puede creer seriamente en nada”.

En la contemplación de los escritores como Pérez Andújar “se aúna lo que uno hace y lo que uno es”. Creo que me pasa a mí algo parecido. Debe ser algo inevitable. En su novela hay mucho de eso, sin duda. O eso creo. También estoy con el Javier de la novela, el narrador-protagonista, cuando afirma que “escribir es un oficio solitario que se practica entre escombros”.

El lema del programa que da nombre a La noche fenomenal es:

“Para comprender, primero hay que creer”.

Pero, una oyente que les llamó en una ocasión les dijo: “al revés también vale”. ¿Para creer primero hay que comprender? Otro de los disparatados personajes que pueblan el libro sentencia en un momento de la trama:

“Es mejor comprender que entender”.

¿Necesito comprender lo que escribe Pérez Andújar o entenderlo? En cualquier caso, ya lo escribió Agustín de Hipona cuatro siglos después de la muerte de Jesucristo: “entiende para creer, cree para entender”.

Cuando leo una buena ficción yo me lo creo todo. Faltaría más. Porque los que leemos, como dice Javier (el prota), “nunca estamos solos”.

Los personajes de La noche fenomenal están a un lado y a otro, a un lado de la realidad y a otro lado en una realidad paralela que quizás sea la verdadera realidad: ¿en qué lado estamos los lectores?

Uno de ellos, uno de los peculiarísimos personajes de la novela dice que “las palabras son los animales del lenguaje”. Y es que la novela es un canto divertidísimo a ellas, a las palabras, un cántico deslumbrante en su emoción plena de sinrazón fundada:

“Las palabras parecen hechas de mercurio: se parten igual, escapan igual, están vivas igual”.

Es “un viaje al corazón de las palabras”, el viaje al corazón de las palabras que otro personaje promete emprender y que, en realidad, al decir él tal cosa nos ilumina a los lectores sobre lo que en realidad estamos leyendo: un viaje con la excusa de leer una trama hilarante.

Es uno de los personajes de la novela de Pérez Andújar, el señor Comajuán, quien más se preocupa por las palabras, siempre dispuesto a aclarar a quien le quiera escuchar su parecer respecto de ellas:

“Las cosas de tanto nombrarlas acaban existiendo. Todo tiende a existir por sí mismo. Hasta lo inerte lo intenta. En eso consiste la vida”.

Añade el señor Comajuán:

“Yo soy de palabras, de hablar mucho porque creo en la vida, pero también soy de hacer poco porque vivir me da mucho miedo”.

La música es una permanente protagonista de la novela. Suenan innumerables canciones, como la maravillosa Desnuda la mañana, de Triana, en cuya letra el tal Comajuán considera que “se condensa todo lo que nos está ocurriendo y lo que nos ha ocurrido siempre”:

“Sentirse perdido en una noche de la que se quiere salir”.

Los protagonistas de La noche fenomenal son unos simpáticos ¿chiflados? que consideran que “la comunidad científica es una secta como otra cualquiera”. Pero la novela, disparatada, no es en modo alguno un disparate. Los libros están tan presentes en toda su trama que a menudo pensé mientras la leía si no era un homenaje encubierto a muchas cosas pero desde luego era un noble y devoto tributo a la cultura libresca, a los artefactos donde los humanos venimos leyendo desde hace tantos siglos. Los libros, de los que el editor vuelto de la muerte José Batlló (en cuya camiseta podemos leer en un determinado momento del desarrollo de la obra “he perdido la fe pero no las erratas”) dice que son “lo mejor que hemos inventado en toda nuestra historia. El libro es un invento perfecto que no puede mejorarse”.

“Me moría de ganas de rendirle este homenaje al Lazarillo”, dice el narrador-protagonista, Javier, a otro personaje tras estamparse contra una columna y hacerse sangre en la frente.

El libro y el tebeo. El cómic también se persona de vez en cuando en el recorrido de tobogán que asemeja ser el desarrollo narrativo de La noche fenomenal. De hecho, los títulos de sus capítulos remedan con sus pareados la gracia de los magníficos primeros álbumes de Mortadelo y Filemón salidos del caletre de Francisco Ibáñez, allá por los años 70 (del siglo pasado). Ahí va uno, el primero:

“Se conoce la pandilla y todo va de maravilla”.

Y el último:

“En busca de lo real, se lanzan a la carrera final”.

Da mucho que pensar la novela. A mí me lo ha dado. Y a base bien. ¿Es la razón lo menos razonable que hay, como afirma la desquiciada pero entrañable Isis?:

“Lo más lógico que hay es la naturaleza. La razón es una cárcel”.

Y la literatura, claro, el oficio de escribir, el gusto por leer… La noche emocional es literatura en estado purísimo. Literatura vital fundada en la auténtica esencia de lo literario, la ficción, la ficción como remedo ensoñador de la verdad, de lo cierto, de la realidad. Pérez Andújar nos aclara al final de su obra que, “como todos los libros, esta novela está basada en hechos reales. Lo que pasa es que no ocurrieron tal como se cuenta y lo que se cuenta jamás sucedió”.

¿Se escribe ficción para hacer justicia o únicamente para hacer literatura?, me pregunto con Javier Pérez Andújar, quien se sincera admitiendo que esta novela fue escrita porque el editor y librero y escritor y tantas cosas buenas José Batlló murió, es un homenaje a su vida:

“Porque la suya fue una vida entregada a la literatura, merece ser contada por la literatura”.

Ser culto es ser cómo Pérez Andújar, un tipo de San Adrián de Besós que ha escrito, además, una novela sobre Barcelona en la que Barcelona no es Barcelona siéndolo; un tipo que sabe apreciar la cultura, mostrarla, exhibirla, jugar con ella y, sobre todo, crearla. Toda la cultura, la de los galardonados y la de los vilipendiados, la de los próceres y la de los súbditos. La mía en mi doble condición de chico de barrio e historiador formado en una universidad española.

“¿Es el mundo un lugar extraño?”

Pérez Andújar no necesita encontrar nada en "La noche fenomenal" (yo tampoco)