sábado. 20.04.2024
Epicuro
Portada del libro “Filosofía para la felicidad” | Editorial Errata Naturae.

lecturassumergidas.com | @lecturass | Por Emma Rodríguez | Lo primero que pensé cuando me planteé escribir este artículo sobre la felicidad es que tenía que disfrutarlo en el sentido más amplio. Llevo semanas repasando los ensayos que he ido atesorando a lo largo del tiempo sobre esta materia tan atractiva como escurridiza, a partir de la publicación de “Filosofía para la felicidad”, volumen en el que Errata Naturae rescata los textos que han llegado hasta nosotros de Epicuro, acompañados de tres análisis muy significativos sobre el pensamiento del clásico: palabra de Carlos García Gual, de Emilio Lledó y de Pierre Hadot.

Llevo semanas en compañía de Epicuro y por extensión del resto de los pensadores griegos a los que irremediablemente conduce. Llevo semanas junto a Bertrand Russell, Comte-Sponville, Wilhelm Schmid…, filósofos que no se han resistido a seguir preguntándose qué es la felicidad hoy. No concibo mayor disfrute, tratándose de una lectura, que partir de ella para llegar a otras, para encontrar relaciones, bifurcaciones, motivos para la certeza y la duda. Es verdaderamente gozoso el estímulo que proporciona contrastar múltiples ideas, reflexiones y clarividencias que nos van llevando a fraguar nuestro particular fragmento de entendimiento, ese que despega de lo aprendido, de lo asimilado, y acaba confluyendo con las propias experiencias, convicciones y recuerdos.

Si algo he constatado paseando por el Jardín de Epicuro es cuán perdidos tenía algunos conceptos básicos, cuán fácil resulta olvidar, en este tiempo de aceleraciones, verdades tan simples como imprescindibles para seguir andando, con los ojos muy abiertos, la conciencia despierta y el ánimo dispuesto, por el camino abierto. ¿Cuál es el sentido de la vida?, recuerdo la pregunta lanzada por el instructor de yoga en una clase hace algún tiempo. Solo una persona contestó: “la felicidad”. Una respuesta sencilla y a la vez cargada de complejidades al conducirnos de inmediato al más cercano de los territorios, nuestro propio paisaje interior, cercano pero tan poco explorado la mayor parte de las veces.

Incomprendido, malinterpretado, desfigurado en la corriente de la tradición,  Epicuro es “una de las figuras más atractivas y, a la par, misteriosas de la historia del pensamiento (…) una de las primeras víctimas de la censura ideológica” por su discurso a contracorriente, no asumido del todo “por los correctos dominios de una buena parte de la Filosofía”. Quien nos va poniendo en antecedentes es Emilio Lledó. “El llamado Jardín”, prosigue, “era muy distinto de las instituciones docentes fundadas por Platón y Aristóteles. Mucho menos preocupado por llevar a cabo investigaciones científicas o lingüísticas, como en el Liceo, y nada interesado, como lo estuvo la Academia, en forjar líderes políticos, reyes-filósofos que se hicieran cargo de la nave del Estado, Epicuro llevó a cabo una verdadera revolución en la forma y sentido de sus enseñanzas, e incluso en la variedad de sus oyentes. Mujeres, esclavos, niños, ancianos, acudían al Jardín a escuchar al maestro y dialogar con él”...

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Un paseo por el Jardín de Epicuro y alrededores