viernes. 29.03.2024
Escudo de la Orden del Alcántara

Un caballero llamado Suero Fernández, que procedía de la ciudad de Salamanca, al frente de una mesnada, combatió duramente en las fronteras meridionales del reino de León, en el año 1156, en un territorio que forma parte de la actual Extremadura.

Esta mesnada se encontró con Amando, que era un ermitaño que en su día había acompañado al conde Enrique de Portugal a Tierra Santa y que vivía en aquel momento en la iglesia de Pereiro, junto al río Coa.

El caballero Suero Fernández planteó al eremita su intención de levantar una fortaleza en la región para así poder hacer frente a los musulmanes y dar refugio a los caballeros que deseasen luchar contra el mundo árabe.

Satisfecho por tan piadosa petición, el eremita Amando les indicó un lugar adecuado muy próximo a su ermita.  Al mismo tiempo, les aconsejó que solicitaran una regla de vida al obispo de Salamanca, Ordoño, que era miembro de la Orden del Císter.

El obispo Ordoño otorgó los estatutos cistercienses y nombró al caballero Suero Fernández cabeza de la nueva cofradía religioso-militar que a partir de entonces se llamó Orden de San Julián de Pereiro.  Tras la muerte de Suero en una lucha contra los musulmanes, fue sustituido en el cargo por su hermano, Gómez Fernández.

Sin embargo, hay que decir, que las últimas investigaciones históricas ponen en duda la existencia del caballero Suero Fernández.

Es una Orden Militar y religiosa creada en el año 1154 en el Reino de León.  Actualmente sigue en funcionamiento.Nació en las riberas del río Coa, en la Beira Alta en Portugal bajo el nombre de “Orden de San Julián del Pereiro”, fundada en 1093 por el conde Enrique de Borgoña.

El monasterio de San Julián se sitúa en un lugar tranquilo y muy aislado, más acorde con el recogimiento religioso y el cultivo agrícola que con la guerra.

Estaba situado cerca de la frontera con los musulmanes, por lo que se transformó en una hermandad religioso-militar para así poder hacer frente a los musulmanes y asumir su propia defensa.El monasterio también incluye un hospital, que recogía las donaciones de los habitantes de la zona.

El Papa concedió numerosos privilegios a la hermandad.También, el rey Fernando II de León ofreció su protección a la hermandad de San Julián del Pereiro.

Más tarde el Papa Lucio III en el año 1183 hace referencia al maestre Gómez Fernández, ya como Orden militar y acrecienta los privilegios de la orden, asignándole la misión principal de luchar contra los musulmanes.

La Orden de Alcántara tuvo diferentes encontronazos con la poderosa Orden del Temple. Se tiene constancia de juicios y pleitos por tierras y posesiones, por ejemplo el que le concedía las localidades de Santibáñez y Portezuelo.

Es muy posible que Trujillo llegara a formar parte de la orden de San Julián del Pereiro o al menos existían fuertes vínculos entre una orden religiosa de Trujillo y la del Pereiro a finales del siglo XII.  Sin embargo, Trujillo fue conquistada de nuevo por los almohades en el año 1195.

Tras su conquista a los musulmanes en el año 1213, la defensa de la ciudad de Alcántara fue encargada a la Orden de Calatrava en el año 1214.  Cuatro años más tarde renunciaron por la lejanía a Calatrava y, con permiso del rey Alfonso IX de León, Calatrava cedió Alcántara a la recientemente formada orden de los “Caballeros de Julián de Pereiro” a cambio de cierta dependencia de filiación con respecto a la Orden de Calatrava, de ahí que adoptasen también la regla del Císter.

A raíz del establecimiento de su sede central en la villa recibida, el primitivo nombre de la “Orden de San Julián” fue desapareciendo paulatinamente, hasta que en el año 1253 sus Maestres se titulaban “Maestres de la orden de Alcántara”, quedando reducida San Julián Pereiro a ser una simple encomienda de la Orden.

Sus primeras posesiones se ubicaban más al norte de lo que luego sería el núcleo principal de asentamiento. Comenzaron a crecer cuando, a la recibida villa de Alcántara, se sumaron Santibáñez y Portezuelo, tras ganar un pleito a la Orden del Templo, así como Navasfrías, donada por Alfonso IX, y Valencia de Alcántara, conquistada por los caballeros de la Orden en el año 1220.

De esta forma quedó configurado su bloque fundamental de posesiones en el partido de Alcántara, al oeste de la actual provincia de Cáceres.

Convento de San Benito en Alcántara

El comienzo de su asentamiento en el este de la provincia de Badajoz, en la comarca de La Serena, que sería el otro gran núcleo del señorío de la Orden. Trujillo fue recuperado en el año 1231 para los cristianos.

La Orden de Pereiro-Alcántara reclamaron sus antiguos derechos sobre Trujillo, así como Magacela, que sería donada definitivamente a la Orden tres años después por el rey Fernando III el Santo como compensación por ciertos derechos alegados sobre la villa de Trujillo.

Por estos año, la institución sanjulianista ya era conocida como Orden de Alcántara, como se demuestra en este fragmento de la donación de Fernando II: “fado chartan danationis concessionis canformationis et stabilitateis Deo et ordini de Alcántara et de Pereró…”

Magacela se constituye en encomienda y se crea un Priorato con jurisdicción en el territorio vecino. Al mismo tiempo, la Orden recibe el encargo del rey de repoblar el pueblo de Zalamea, conquistada por esos años.

Tras la conquista de la ciudad de Córdoba en el año 1236 por el rey Fernando III, la Orden completó en la práctica sus posesiones. Entonces les fueron donadas Benquerencia y Esparragal, esta última conquistada por la Orden de los Templarios.

Su señorío, no obstante, no se redondearía hasta comienzos del siglo XIV, cuando consiguió la donación del castillo de Eljas en el año 1302 y de Villanueva de la Serena un año después.

La denominación definitiva como Orden de Alcántara se alcanzó en tiempos del Maestre, Don Fernán Páez que gobernó la Orden entre los años 1284 y 1292, cuando el convento de San Julián del Pereiro y el resto de las posesiones de la Orden en el reino de Portugal se convirtieron en una encomienda de la Orden con su correspondiente comendador y se dice que “así el Maestre quedó ya con solo el título de Maestre de Alcántara”.

Hay un gran debate histórico sobre la dependencia de la Orden de Alcántara de la Orden de Calatrava.  Sin embargo, ambas Órdenes permanecieron íntegras como instituciones separadas con sus respectivos Maestres e independencia propia.

Sí que existieron pleitos y desavenencias entre ellas.  Uno de los mayores problemas fue el derecho de visita de los responsables de la Orden de Calatrava a la Orden de Alcántara, algo que molestaba profundamente a estos últimos, pues era vista como una forma de control.

No hay ninguna visita del Maestre de Calatrava al de Alcántara ante del año 1318, y ese derecho de visita se fue debilitando.  Sin embargo, la visita del año 1318 fue muy sonada de forma que ya no se volvió a repetir ninguna más.

La Orden de Alcántara fue filial de la Orden del Císter a través de la abadía de Morimond, en Francia, pero no fue filial de Calatrava, sino que la relación fue más de fraternidad con una leve supeditación de Alcántara a Calatrava.  Sin embargo, la Orden de Calatrava trató de inclinar en ocasiones la balanza de esa subordinación a su favor.

Las relaciones entre la Orden de Alcántara y los templarios fueron muy conflictivas hasta comienzos del siglo XIV y fue debida en gran medida a los problemas ganaderos.

Su punto culminante se produjo en el año 1308 en una lucha abierta entre ambas Órdenes que se terminaron con la disolución de los templarios en el Concilio de Vienne entre los años 1311 y 1312, lo que permitió a la Orden de Alcántara aumentar sus posesiones a costas de los bienes expropiados a los templarios.

Este hecho produjo nuevos conflictos con otras Órdenes militares, principalmente con los Hospitalarios, pues el Papado había decidido incorporar los antiguos bienes templarios a la Orden de San Juan del Hospital en la Corona de Castilla.

La Orden participó en la conquista de Andalucía, apenas recibió donaciones en esta región, limitadas a los castillos de Morón y Cote y el lugar del Arahal, que le fueron donados por Sancho IV de Castilla en el año 1285.  Posteriormente, fueron permutados con Pedro Girón en el año 1461 a cambio de Salvatierra, Villanueva de Barcarrota y el castillo de Azagala.

Cuando fue disuelta la Orden del Temple en el año 1312, el castillo de Alconchel pasó a ser de la Orden de Alcántara.

Ermita de nuestra Señora de Altagracia en Higuera de la Serena

El rey Católico Fernando II de Aragón consiguió, en el año 1492, del Papa Alejandro VI, la concesión del título de Gran Maestre de la Orden con carácter vitalicio. Los territorios de la Orden de Alcántara abarcaban parte de la actual provincia de Cáceres en su límite con Portugal, las estribaciones de la Sierra de Gata y gran parte de la zona oriental de la provincia de Badajoz, en concreto la comarca de La Serena. Esto significa una extensión aproximada de 7.000 km², sin incluir algunas posesiones aisladas en Andalucía y Castilla.

La potencia militar de la orden de Alcántara es menor que la de Santiago y la de Calatrava, debido a sus menores posesiones territoriales y, en consecuencia, su menor poder económico.

El Papa Adriano VI concedió al emperador Carlos I los títulos de Gran Maestre de las tres órdenes militares de España con carácter hereditario en el año 1522.

Los Caballeros de Alcántara fueron liberados del voto de celibato por la Santa Sede en el año 1540 y la pertenencia en la Orden pasó a ser una forma de recompensar a los nobles por parte de la corona. Bajo la dominación francesa se confiscaron las rentas de la Orden de Alcántara, en el año 1808, aunque fueron devueltas parcialmente en el año 1814, después de la restauración del rey Fernando VII.

La monarquía liberal tomó gran parte de las propiedades de la Orden en la década de los años de 1830, pero por Real Decreto de siete de abril del año 1848, se restauraron la mayoría de los beneficios de las cuatro órdenes (Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa).  Se permitió a las cuatro órdenes militares en el Concordato del año 1851,  la jurisdicción eclesiástica sobre sus territorios, mientras que como titular de la jurisdicción quedó la reina, Isabel II.

La I República española, proclamada el doce de febrero del año 1873, dispuso la abolición de todas las Órdenes militares. El Papa Pío IX, considerando la jurisdicción eclesiástica de las Órdenes abolidas, transfirió la administración de sus beneficios a las diócesis más cercanas, mediante la bula “Quo graviu” del catorce de julio del año 1873.

El Presidente de la República, el duque de La Torre, viendo esto como una concesión del Papa, restableció las Órdenes militares y su órgano rector, el Tribunal.

El rey Alfonso XIII obtuvo la aprobación del título de Gran Maestre y Administrador Perpetuo, cuando la Santa Sede confirmó ciertas regulaciones en el año 1916. Un Real Decreto del dieciocho de febrero del año 1906, introdujo algunas modificaciones en la normativa reguladora del Tribunal Metropolitano y del Consejo, que fueron las últimas regulaciones formales introducidas antes de la caída de la monarquía en el año 1931.

La II República, apenas dos semanas después de su proclamación, pretendió suprimir las Órdenes en un decreto del veintinueve de abril del año 1931 y disolver el Tribunal, pero no mencionaron el Consejo de las Órdenes Militares, dejando a la situación jurídica de este cuerpo intacto.

Arco del triunfo en el centro del puente romano de Alcántara

La represión provocó una protesta inmediata por parte del Cardenal primado ya que el carácter religioso de estas Órdenes fue reglamentado por el Concordato. En una modificación del acto anterior, el Ministerio de Guerra, por decreto del cinco de agosto del año 1931, declaró las cuatro Órdenes sujetas a la ley española de asociaciones y nombró una “Junta o Comisión Provisional”, a la que dio personalidad jurídica en lugar del Consejo.

Don Juan de Borbón, conde de Barcelona padre del rey Juan Carlos I, fue nombrado oficialmente por su hijo “Deán Presidente del Real Consejo de las Órdenes de Caballería de Santiago, Calatrava, Alcántara y Montesa” en el año 1978.

Después de su muerte, el Comendador Mayor de la Orden de Alcántara, el infante Carlos, duque de Calabria, fue nombrado su sucesor ostentado este cargo después de su muerte hasta el día de hoy, su hijo Pedro.

Los miembros de la Orden de Alcántara vestían una túnica de lana blanca muy larga y capa negra, que sustituían por un manto blanco en las ceremonias solemnes, adoptando como blasón un peral silvestre con las raíces descubiertas y sin hojas sobre campo de oro. Posteriormente, adoptaron como distintivo una cruz flordelisada de sinople.

En el capítulo XIV de sus definiciones se establecía que ningún caballero fuese osado de recibir los sacramentos sin el manto blanco, que debía ser también su sudario.

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La Orden de Alcántara