miércoles. 24.04.2024

Para saber más sobre Bob Dylan me he decidido a profundizar en Letras completas (eso me llevará un tiempo), publicado en 2016 por Malpaso ediciones, y a releer Crónicas, volumen 1, la primera parte de sus memorias que apareció en 2004 (un año después en español) pero que no ha tenido continuación.

dylanletrasDel monumental volumen que reproduce las letras de sus canciones compuestas hasta 2012 me quedo de momento con uno de sus textos introductorios, escrito por Miquel Izquierdo, a la sazón traductor no sólo de algunas de esas composiciones sino de Crónicas, volumen 1.

1965, dice Dylan que “la letra es tan importante como la música”.

1968, dice Dylan que “sólo importa la música que sostiene la letra”.

“Ante todo me considero un poeta”, le escucharon a Dylan en 1978.

Porque, no lo olvidemos, Bob Dylan es un ser humano bañado en la contradicción por mucho que su carácter de artista majestuoso nos haga creer a veces que pudiera ser algo perfecto como un dios concreto, sublime y sin aristas.

¿Es su música “una tomadura de pelo que va en serio”, como leo a Miquel Izquierdo antes de adentrarme en las letras de las canciones del genial Dylan? Ahí dejo la pregunta, una pregunta que el periodista musical y traductor lanza respecto del arranque del para él “juguetón” y para mí magistral elepé Desire, el que más me gusta con diferencia de todos los de Dylan (que es, además, el primero que escuché del músico estadounidense).

La felicidad es el camino

memorias bob dylanMe zambullo en mi relectura de su Chronicles, vol. I. Lo hago esperando sacar tajada para un libro que estoy escribiendo sobre lo que creo haber aprendido que es la música, especialmente la popular, y me reencuentro con una inverosímil obra maestra del arte de escribir memorias.

Me dice Bob que su abuela le dijo una vez “que no existe un camino que conduzca a la felicidad; la felicidad es el camino”. Y yo comprendo pronto que este libro es el camino de Dylan. Un camino que hoy sigue recorriendo con la decisión de quien sabe que su camino es el arte. La música.

Músicos, gente de la música, van a desfilar rítmicamente a partir de ahora sobre esto que lees, gente como John Hammond, su ¿descubridor?

“John Hammond, el gran cazatalentos y descubridor de artistas colosales y figuras destacadas de la historia de la música popular: Billie Holiday, Teddy Wilson, Charlie Christian, Cab Calloway, Benny Goodman, Count Basie, Lionel Hampton… Artistas que habían creado una música que resonaba en todos los ámbitos de la vida americana y que él había dado a conocer al gran público. Incluso había dirigido las últimas sesiones de grabación de Bessy Smith. […] Se entregó a la pasión de su vida: la música, en especial el ritmo contundente del hot jazz, los espirituales y el blues, que promocionó y defendió contra viento y marea. […] Yo apenas podía creer que estuviese en su despacho. Se me antojaba tan increíble que me fichara para Columbia Records que temía que todo ello fuera fruto de mi imaginación”.

BESSIESMITH

Bessy Smith

Músicos como Roy Orbison, que “sonaba como si cantara desde la cima del monte Olimpo y se lo creyera”.

“Orbison trascendía todos los géneros: folk, country, rock and roll, lo que fuera. Su material mezclaba todos los estilos, incluso algunos que no se habían inventado siquiera. Podía adoptar un tono agresivo y perverso en un verso y luego cantar con voz de falsete en el siguiente. Con Roy no sabías si estabas escuchando ópera o a una banda de mariachis. Te mantenía alerta, todo en él era muy muy visceral. […] Había canciones dentro de sus canciones. Pasaban del modo menor al mayor sin lógica alguna. Orbison iba muy en serio, no se andaba con niñerías ni con pinitos de novato. En la radio no había nadie como él”.

Compositores como Harold Arlen, en cuyas canciones, Dylan detecta “toques de blues rural y folk”, con quien “había un vínculo emocional y no podía dejar de notarlo”:

“Harold Arlen era el compositor de The Man That Got Away y la cósmica Somewhere over the Rainbow, que también cantaba Judy Garland. Había compuesto muchas otras canciones populares: la tremenda Blues in the Night, Stormy Weather, Come Rain or Come Shine, Get Happy… Las canciones de Woody Guthrie gobernaban el mundo pero antes de eso Hank Williams había sido mi cantautor favorito, aunque más bien lo consideraba un cantante. Hank Snow venía inmediatamente después. Sin embargo, nunca logró escapar del universo agridulce, intenso y desolado de Harold Arlen”.

Sí, ya ha aparecido Woody Guthrie, “el hombre que había marcado el punto de partida de mi identidad y destino”, aquél a quien fue a visitar al hospital donde reposaba enfermo, a su llegada a la ciudad de Nueva York. Si esperas unos párrafos regresarás a él… Con Dylan. De momento, te acerco a lo que es Hank Williams para el autor de One More Cup of Coffee.

“El sonido de su voz me sacudió como una descarga eléctrica. […] Lo llamaban cantante montañés pero nunca supe por qué. Hank no era un paleto. No tenía nada de payaso. Incluso de joven me identificaba plenamente con él. No hacía falta compartir la experiencia de Hank para saber sobre qué hablaban sus canciones. Yo jamás había visto llorar a un tordo, pero era capaz de imaginarlo y me entristecía. […] La muerte de Hank me causó un impacto tremendo: el silencio del espacio exterior nunca me había parecido tan atronador. Sin embargo, sabía por intuición que su voz hermosa como la de una trompa jamás perdería su fuerza ni se desvanecería. […] Cuando oigo cantar a Hank todo movimiento cesa, el menor susurro me parece un sacrilegio. Con el tiempo me di cuenta de que las canciones grabadas por Hank cumplían las normas arquetípicas de la composición poética. Sus elementos estructurales son como pilares de mármol que no pueden dejar de estar presentes. […] Se puede aprender mucho sobre la importancia de la estructura de la composición de canciones escuchando sus discos y yo los escuché mucho y los interioricé”.

Hank_Williams

Hay mucho sobre el aprendizaje compositor de Bob Dylan en este panegírico de Han Williams: “las sílabas de sus letras se dividen con precisión matemática”.

Componer la vida de uno, grabar la vida de todos

Dylan ya está en Nueva York. Quiere grabar discos, pero no discos sencillos (“el tipo de canciones que pinchaban en la radio”). Quiere grabar elepés:

“Los cantantes de folk, los artistas de jazz y los intérpretes de música clásica hacían elepés, discos de larga duración con cantidad de canciones sobre el vinilo, y con ello forjaban identidades e inclinaban la balanza, ofrecían un cuadro más extenso, los elepés eran como la fuerza de la gravedad. Tenían tapas, delante y detrás, que podías contemplar durante horas. A su lado, los discos de 45 revoluciones parecían insustanciales e incompletos”.

El folk, de cuyas canciones Dylan escribe que “son evasivas, ya que tratan de la verdad de la vida, y la vida es más o menos mentira, pero así es como queremos que sea. De otro modo no nos sentiríamos cómodos con ella. Una canción folk tiene más de mil caras y de un momento a otro puede cambiar hasta resultarnos irreconocible. Todo depende de quien toca y quien escucha”.

Todo depende de quien toca y quien escucha.

En aquellos años, Dylan podía sentirse profundamente conmovido por canciones que nada tenían que ver con el universo folk que aún envolvía todo lo que él quisiera hacer con su vida (de artista). Canciones como Ebb Tide, que, cantada por Frank Sinatra, nunca dejaba de asombrarle:

“Cuando la cantaba Frank, su voz lo expresaba todo: la muerte, Dios y el universo, todo. Pero yo me traía otras cosas entre manos y no me podía entretener con aquello”

A aquel Dylan a punto de nacer ya le gustaba el jazz, el jazz de Gil Evans, Duke Ellington, Dizzy Gillespie, Charlie Parker… El jazz moderno que le gustaba escuchar en los clubs: “pero no me mantenía al día ni estaba metido en él”.

La letra y la música, ¿recuerdas?

“No cabe duda de que mis canciones tocaron una fibra que jamás se había tocado antes, pero ¿si lo importante era solo la letra qué hacía Duane Eddy, el gran guitarrista de rock and roll, grabando un álbum con versiones instrumentales de mis temas? Los músicos siempre han sabido que el valor de mis composiciones no residía únicamente en la letra, pero la mayoría de la gente no se dedica profesionalmente a la música”.

Sobre el arte de componer canciones se lee algo de vez en cuando en estas Crónicas, claro:

“La creatividad tiene mucho que ver con la experiencia, la observación y la imaginación, y si falta cualquiera de esos elementos clave, no funciona”.

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En ocasiones, nos cuenta Dylan, las canciones salen “de la nada”, son “fáciles de escribir, flotaban río abajo con la corriente, no aparecían desdibujadas o remotas sino que las tenía ante mí, pero si las hubiese mirado fijamente se habrían desvanecido. Las canciones son como sueños que debes luchar por hacer realidad; países ignotos en los que hay que penetrar. Puedes escribir una canción donde sea, en el compartimento de un tren, en un barco, a caballo, el movimiento alimenta la inspiración […]. Lo que yo escribo siempre tiene una raíz autobiográfica”.

Para componer canciones extraordinarias es necesario saber “penetrar en el corazón de las cosas, no sólo en sentido figurado, y desentrañar su verdad”.

“Al componer una canción uno expresa una visión del mundo aunque a veces hay pocas probabilidades de que esa visión sea acertada, y otras veces uno dice cosas que nada tienen que ver con la verdad de lo que se quiere expresar, o dice cosas que todos saben que son verdad. Por otro lado, al mismo tiempo, uno piensa que la única verdad sobre la tierra es que no hay ninguna. Todo lo que uno dice lo dice a voleo. Nunca hay tiempo para reflexionar, uno echa un remiendo, plancha, hace las maletas y se larga a toda prisa. […] Compongo mis canciones para glorificar al hombre, y no a su derrota. Pero todas ellas juntas ni siquiera se acercan a mi visión total de la vida”.

En cuanto a grabar esas canciones, el compositor de Knockin’ on Heaven’s Door no explica que “lo que yo hago en un estudio no me define como persona”.

Claro que hablando de grabaciones importantes en la historia de la música popular (la música pop), nada como las del nacimiento definitivo del rock and roll:

Sun Records y el propio Sam Phillips habían creado los discos más importantes, inspirados y potentes que jamás se habían editado. A su lado, el resto deja un regusto dulzón. En Sun Records, los artistas cantaban como si la vida les fuera en ello y sonaban como si hubieran salido del rincón más misterioso del planeta. No hubo justicia para ellos, eran tan fuertes que te podían arrojar por encima de un muro”.

Y de entre los artistas que grabaron para Sun Records, Dylan se centra en Johnny Cash:

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Johnny Cash

“Johnny no tenía un grito penetrante pero diez mil años de cultura se derrumbaban ante él. Podría haber sido un habitante de las cavernas. Canta como si estuviera cerca del fuego o bajo la nieve o en un bosque fantasmagórico; demuestra la frialdad de quien es consciente de su propia fuerza que utiliza sin vacilar, temerariamente. La voz de Johnny era tan grande que empequeñecía el mundo, inusualmente grave; oscura y atronadora. En sus palabras latía el imperio de la ley respaldado por el poder de Dios. Cuando escuché por vez primera I Walk the Line hace ya tantos años atrás fue como si una voz me preguntara bruscamente: ‘Chico, ¿qué haces por aquí?’ Yo también trataba de mantener los ojos bien abiertos

Llegamos a The Beatles, Dylan (con los ojos bien abiertos) llega a The Beatles:

“Eran tan fáciles de aceptar, tan de una pieza… Ofrecían intimidad y compañía como ningún otro grupo”.

Construyeron un imperio con sus canciones, eran capaces de que “una perfecta balada ñoña” no sonara cursi, “algo que nadie habría podido hacer como ellos” (esto lo refiere Dylan hablando en concreto de la canción Do You Want to Know a Secret).

Poco recuerdo haber leído en este libro sobre el negocio de la música o sobre la crítica, quizás sólo esto:

“Las críticas no venden discos. Cualquiera que saque un disco consigue al menos una buena crítica, pero entonces aparece una nueva hornada de discos y una nueva serie de críticas. A veces nadie quiere tus discos ni regalados. El negocio de la música es extraño, lo maldices pero lo amas”.

En aquellos primeros años del milenio, el creador de Like a Rolling Stone veía así el futuro de la música pop:

Ice-T, Public Enemy, NWA, Run-DMC. Definitivamente esa gente no se andaba con tonterías. Habían irrumpido en escena aporreando tambores y despeñando caballos. Eran poetas, eran conscientes de lo que ocurría alrededor de ellos. Era inevitable que apareciera tarde o temprano alguien diferente, alguien que conociese aquel mundo, que hubiese nacido y se hubiera criado en él, alguien destinado a encarnarlo y a convertirse en una figura destacada de la comunidad, alguien capaz de mantener el equilibrio con una pierna en la cuerda floja sobre el universo y que resultara claramente reconocible cuando llegara. Sólo habría uno así. El público se entregaría incondicionalmente a él, y con razón. Ice-T y Public Enemy estaban poniendo los cimientos, allanando el terreno para la aparición de un nuevo intérprete que no sería precisamente del estilo de Elvis Presley, no iba a menear las caderas con la mirada fija en las chavalas. Pronunciaría palabras duras pero después de una jornada de 18 horas”.

Woody Guthrie, Robert Johnson… y los demás

WOODYGUTHRIEWoody Guthrie fue “el hombre que había marcado el punto de partida de mi identidad y destino. Mi vida cambió para siempre el día que me pusieron un disco de Woody en Mineápolis unos años atrás. Al escucharlo sentí como si hubiera estallado una bomba de un millón de megatones”.

Escuchar por primera vez canciones de Woody Guthrie era “como si la tierra se abriera a mis pies. Woody Guthrie captaba como nadie la esencia de las cosas, era tan poético, duro y rítmico a la vez. Transmitía una gran intensidad, y su voz era como un estilete”. Era distinto, personal. “Presentaba una huella indeleble de humanidad”. Como músico, tras descubrir a Woody, Bob Dylan pensó: “¡así que se trataba de eso!”

Ramblin’ Jack Elliott “era el rey de los cantantes folk. En cuanto a la reina, esa era Joan Baez”, quien, con su voz, “que ahuyentaba los malos espíritus, parecía de otro planeta, una voz dirigida directamente a Dios”.

¿Qué es cantar (artísticamente) para Bob Dylan? Muy sencillo, dice:

“El cantante tiene que conseguir que el público se crea lo que está oyendo”.

RobertJohnsonEl cantante y músico folk neoyorquino Dave Van Ronk “era el gran dragón. Pero nunca se convertiría en una gran estrella, no era ese su objetivo. No estaba dispuesto a venderse ni a dejarse tratar como un pelele. Era grande, llegaba hasta el cielo y yo lo admiraba, venía de tierra de gigantes”.

Cuando Dylan pretende cerrar el círculo establecido en estas primeras crónicas y detenerse en el punto en que todo empezó, en el que él se convirtió en el artista esencial que es, regresa a John Hammond, con el que cerró su primer contrato discográfico y le regaló aquel día de la firma un disco del hasta entonces poco conocido bluesman (fallecido en 1938) Robert Johnson, un disco que, al escucharlo por vez primera, Dylan sintió, desde el comienzo, que las vibraciones en el altavoz le “pusieron los pelos de punta”:

“Los sonidos de la guitarra, cortantes como cuchilladas, casi resquebrajaron los cristales. Cuando Johnson empezó a cantar parecía como un tipo que hubiera salido con armadura y todo de la cabeza de Zeus. Inmediatamente establecí una distinción entre él y cualquier otro que hubiera escuchado. No se trataba de las canciones de blues habituales; eran composiciones depuradas. Todas constaban de cuatro o cinco versos, y cada pareado se enlazaba con el siguiente, no de manera evidente pero sí extremadamente fluida. Los temas y registros variaban enormemente de una canción a otra, todas compuestas de versos breves y enérgicos que en conjunto componían una especie de historia panorámica: el fuego de la humanidad ardía en la superficie de aquel trozo de plástico giratorio. […] Para mí era inconcebible que no produjera el mismo efecto en todo el mundo. […] A mi juicio, la originalidad de Johnson era absoluta, sus canciones no podían compararse con nada”.

Bob Dylan escuchará ese disco, King of the Delta Blues, una vez tras otra las semanas siguientes, auténticamente fascinado, queriendo saber cómo Johnson, que “disimulaba la presencia de más de veinte intérpretes”, era capaz de crear aquellas canciones compuestas de una forma sumamente compleja, que parecían salir “de su boca, no de su memoria”. Comparaba los versos de Johnson con los de Guthrie. Aquellas canciones eran “verdades como puños envueltas en la cáscara dura de la abstracción sin sentido”.

“Cabe plantearse si Johnson tocaba para un público futuro que sólo él podía ver. Johnson va en serio. Era áspero como la tierra quemada. No hay nada de bufonesco en él ni en sus letras. Yo también quería ser así”.

Yo también quería ser Robert Johnson.

El Dylan definitivo que comenzó a grabar discos es una transición tras leer una carta del poeta francés del siglo XIX Arthur Rimbaud que “encajaba estupendamente con la noche oscura del alma de Robert Johnson, con los encendidos sermones sindicales de Woody Guthrie y con el esquema de Pirate Jenny, una de las canciones de La ópera de tres peniques de Kurt Weill y Bertolt Brecht, creada en 1931 pero que él había escuchado en Nueva York recientemente.

Bob, seguimos esperando el segundo volumen… Desde hace más de quince años.

¿Quién es Bob Dylan?