viernes. 29.03.2024
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Fotos: CNDM

Las carnes de la antigua cantera en la que se ubica el Teatro Auditorio de Cuenca parecieron abrirse para acoger de nuevo en su seno a la JONDE, dirigida por Josep Pons. Veinticinco años cumple este Auditorio-Ulises que espera a su Penélope en forma de Joven Orquesta. Bastaron veinte segundos de concierto para reconocerse como nacidos el uno para el otro.

En ningún sitio del mundo puede sonar igual la JONDE como en este Auditorio, construido para ella. Un escenario que fue concebido por los arquitectos José María García de Paredes e Ignacio García Pedrosa para ser su sede permanente. Un sueño no cumplido de esta ciudad castellana que celebró con la Joven Orquesta su veinticinco aniversario. Un repertorio ruso que había interpretado unos días antes en el maratón sinfónico del Centro Nacional de Difusión Musical, pero que en este escenario cobró un nuevo significado.

El concierto terminó con un bis en el que la JONDE selló su pacto de amor con este escenario, interpretando de nuevo Romeo y Julieta de Prokofiev como si en esta ocasión fuera Julieta la que llorara ante la tumba de Romeo. Nadie quería que finalizara el encuentro y tuvo que ser el propio Josep Pons quien se despidiera extendiendo la mano y dejando deslizar los dedos sobre el escenario a modo de cariñoso adiós. 

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Josep Pons dirigió a la Joven Orquesta con una complicidad tal que nos evocó a Robert Williams ante unos estudiantes que recitaban los versos de Whitman: “¡Oh capitán! ¡Mi capitán! Nuestro espantoso viaje ha terminado, la nave ha salvado todos los escollos, hemos ganado el anhelado premio”. Estamos por fin en casa. 

En ningún lugar como en esta cantera, bajo las Casas Colgadas, puede entenderse igual ‘La consagración de la primavera’. Si la interpretación de este ballet fue lo más destacado del maratón celebrado hace unos días en el Auditorio Nacional, en el que participaron las cinco orquestas residentes en Madrid (Sinfónica, ORCAM, RTVE, ONE y JONDE), la interpretación de ayer contenía fue doblemente impactante. Stravinsky adquiere nuevos significados y matices al dialogar con el arte abstracto que tiene su casa a escasos metros de este Auditorio en el Museo de Arte Abstracto Español.

El programa oficial se cerraba con ‘Danza del sacrificio’, una pieza deslumbrante, poderosa, evocadora y que en la interpretación de estos jóvenes músicos, nacidos casi al mismo tiempo que este edificio, se convierte en un himno de la programación de los ‘25 años de música (1994-2015) del Teatro-Auditorio de Cuenca.

Música sobre las grietas de la materia