sábado. 20.04.2024
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Cortesana cabalgando a Aristóteles. Sillería catedral de Zamora

A Aristóteles, discípulo de Platón y padre de la metafísica le marcó su destino ser hijo del médico Nicómaco, este era el médico del rey de Macedonia Amintas III, lo que condujo a que Aristóteles se trasladara a esta corte y acabara siendo preceptor de Alejandro Magno, el más grande emperador de la antigüedad. Aristóteles dedicó a su padre la Ética a Nicómaco, en ella habla Aristóteles de la virtud moral, de la que comenta: la virtud es un hábito de la voluntad, consistente en un término medio en relación con nosotros mismos, que es la recta razón que practicaría un hombre prudente (ver mi artículo en Nueva Tribuna, reflexiones sobre la virtud).

Existe una leyenda de Aristóteles y la Cortesana, en la que se pretende ridiculizar al filósofo y su teoría sobre la virtud moral. Existen varias versiones de esta leyenda, pero en este artículo nos vamos a referir a aquella que es la más conocida y que al parecer  surgió en Francia. En ella se comenta que Phillis, la cortesana, desafía a Alejandro Magno, refiriéndole que su maestro Aristóteles, padre del concepto de virtud moral, podía trasgredir esta virtud bajo sus encantos. La propuesta de Phillis tiene su origen en la recomendación de Aristóteles a Alejandro de que su pasión por la cortesana puede afectar a sus campañas militares.

La Iglesia reprimió el amor carnal manifestando con el celibato su rechazo a la corrupción pagana. Condenó el sexo no procreativo y reprimió el placer fuera y dentro del matrimonio

Alejandro estaba profundamente enamorado de Phillis y aun así aceptó el reto de ella. Se representa una escena en el jardín de Palacio en que Phillis se muestra subida a horcajadas en la espalda de Aristóteles que está en una postura a cuatro patas, azotándole con un látigo (sasomasoquismo). En ese momento Alejandro entra en el jardín y atónito contempla la escena (voyerismo). Ante la recriminación de Alejandro a su maestro Aristóteles responde avergonzado: desconfiad del amor majestad, si a un viejo es capaz de convertirlo en un loco, que no hará con un joven príncipe como vos.

Esta leyenda sobre Aristóteles, para desprestigiar su magnánima figura de filósofo. fue aprovechando entre otros por la escolástica, y siguiendo la tradición tan penosa de la civilización judeocristiana de machacar las conciencias con el sentimiento de culpa, base del pecar en esta corriente religiosa y sacar la moraleja de la virtud venciendo a la lujuria.

Otra forma de difusión de esta leyenda fue la iconografía, a lo largo de toda Europa y claro está también la desde siempre reserva espiritual de occidente, España.

Se encuentran escenas de esta iconografía en nuestro país en cinco sillerías del siglo XV de las catedrales de Zamora, Plasencia, Valladolid, Toledo, Oviedo y Sevilla.

Para Elena Muñoz estas representaciones entran en un discurso biopolítico: “La cristiandad adaptó paulatinamente la escala de valores antiguos. La Iglesia reprimió el amor carnal manifestando con el celibato su rechazo a la corrupción pagana. Condenó el sexo no procreativo y reprimió el placer fuera y dentro del matrimonio. Se fundó una moral sobre la tendencia a la contención para el cuidado de sí, que dio a luz nuevas normas de conducta representadas por artes de todo tipo, en imágenes que condenan la memoria de los tiempos de perversión”.

Por último citar un texto de Clarín en la Regenta: “No tenía nombre. Amor no era; el Magistral no creía en una pasión especial, en un sentimiento puro y noble que se pudiera llamar amor; esto era cosa de novelistas y poetas, y la hipocresía del pecado había recurrido a esa palabra santificante para disfrazar muchas de las mil formas de la lujuria”.

El mito de Aristóteles y la cortesana Phillis: representación en la iconografía española