jueves. 18.04.2024
nenes

Tienes un soldado en la mano. Lo sueltas, coges ahora un indio. Estás sentado frente a tu amigo Jose. Tú también eres Jose. Tú Salas, él Subías. ¡Qué curioso! Vuestros amigos os añaden para diferenciaros vuestros apellidos maternos. Jose Subías y Jose Salas. Estáis en su casa. Afuera llueve. Es un sábado por la mañana. Todavía no habéis descubierto a los Beatles. El futuro no sabe nada de vosotros. Jugáis. Jugáis a la guerra y nunca seréis unas INDIOpersonas violentas. Eso lo sabemos ahora. La madre de Jose os está hablando desde la cocina. No sé si la estáis escuchando. Vuestras madres son todo lo que la palabra madre es capaz de contener, como si el Universo fuera una línea que ellas trazan y borran a su antojo de madre. Cuánto fastidia cuando se deja de ser niño en el entretanto en que llegamos a ser dichosos sin más ansia que ver crecer y saber envejecer ajenos a los traumas. Jose ha colocado a sus soldados y a sus pocos indios y te mira esperando a que tú acabes de poner a los tuyos a tu gusto. Tú tienes más indios que soldados. No los enfrentáis, a los soldados y a los indios. Además, ni siquiera son de la misma época. Los soldados son de la Segunda Guerra Mundial. Americanos, eso sí. Los indios son… indios. Algunos con arcos disparando flechas, muchos a caballo, unos pocos muy jefes. Los soldados tienen bazookas, ametralladoras, rifles. También nada. Algunos soldados americanos se tienen sólo a sí mismos. No os dais cuenta pero afuera ya no llueve. En cuanto que os percatéis, daréis por acabado el juego de guerra. Os desarrodillaréis y puestos en pie seguramente podríais escuchar ya a la madre de Jose antes de bajar a la calle. A seguir jugando a lo que se tercie. Jugar. Pasar el rato mientras se es niño y sólo se sabe de la vida que alguna vez llegará. Y no os cogerá desprevenidos porque sabréis tener amigos, y sabréis no tenerlos. Amigos como Jose y tú.

Mientras llueve, la infancia