martes. 30.04.2024

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Divertirse en dictadura: el ocio en la España franquista, publicado en 2024 por la prestigiosa editorial historiográfica Marcial Pons y coordinado por los historiadores Claudio Hernández Burgos y Lucía Prieto Borrego, consta de trece artículos escritos por distintos autores, de los cuales a mi entender merecen ser destacados especialmente seis de ellos.

César Rina Simón escribe sobre las fiestas populares en el primer franquismo

“La dictadura franquista consolidó su legitimidad institucional y sus consensos acercándose a las celebraciones de mayor arraigo en los horizontes locales, las transformaron y las convirtieron en celebraciones nacional católicas. Asimismo, el control de estas celebraciones pretendió articular nuevas formas de ocio domesticadas por el régimen”.

Respecto de las celebraciones de la Semana Santa, Rina Simón nos advierte de que no se pueden entender como mero ritual de afirmación del régimen, ya que “el contrato entre las autoridades y sus participantes era más poliédrico y no estaba exento de conflictos, y más cuando se escenificaban determinadas narrativas sobre lo que era la tradición, el pasado o la comunidad”. Había una dimensión festiva, diríamos que báquica, relacionada más bien “con un tiempo propicio para el ocio algo que pervivió durante la dictadura, aunque lo hiciera al margen de la apologética del régimen y fuera intensamente estigmatizada”.

Divertirse en dictadura: el ocio en la España franquista es un libro necesario para comprender mejor aquella etapa histórica tan polémica y cada vez mejor conocida gracias a los historiadores

La copla en el primer franquismo es el asunto sobre el que escribe Prieto Borrego.

“La copla, poesía cantada, fue durante el primer franquismo una de las manifestaciones artísticas más consumidas y admiradas por gran parte de la población independientemente de su nivel socioeconómico”.

Esta modalidad de ocio y entretenimiento es “considerada un elemento de la cultura popular que, conformada por los medios de comunicación de masas, contribuyó a la de despolitización de la conciencia social”.

Hernández Burgos escribe sobre la cultura de la evasión, el ocio y el nacionalismo banal durante el franquismo

“Sería a comienzos de los años 60 cuando el régimen explotó de manera mucho más decidida los beneficios de la retórica de paz y progreso, apoyándose en la difusión de un nacionalismo banal y cotidiano, donde la evasión jugaba un rol fundamental”.

Explica Hernández Burgos que contribuyeron a que tal cosa tuviera lugar una serie de factores, como, entre otros, “la mejora económica de las condiciones de vida, por desigual y limitada que resultase; la consolidación de mentalidades pragmáticas y materialistas; la incipiente aparición de una sociedad de consumo; el recuerdo de la escasez de posguerra; el cambio generacional o la influencia de las modas y los extranjeros”. Ahora bien, el “elemento crucial” que explica la propagación de la llamada cultura de la evasión a partir de aquella década de 1960, fue el desarrollo de la televisión.

Mujeres, ocio y radiodifusión durante la dictadura franquista es el asunto del texto de José Emilio Pérez Martínez y Sergio Blanco Fajardo. Los autores nos explican que, finalizada la Guerra Civil, “la radiodifusión adoptó una función a medio camino entre la vía de escape y la anestesia para una sociedad que tuvo que afrontar la década de los 40 en una situación de miseria”. Junto a los ya tradicionales espacios musicales los programas que serían los grandes favoritos de la audiencia serían los concursos y las radionovelas: mientras los primeros entretenían a los españoles “distrayéndoles del hambre”, las radionovelas “adquirieron una madurez técnica y una sofisticación expresiva sin precedentes durante las décadas de los años 40 y 50”.

“Aunque las mujeres españolas consumieron ampliamente los formatos anteriores, existieron otros programas dedicados a su entretenimiento, concebidos y publicitados como exclusivamente femeninos: consultorios, espacios dedicados al hogar, a la puericultura, con consejos de moda y belleza, etcétera. Un modelo de programación que, de forma algo más clara que otros productos mediáticos que pudiesen parecer más inocuos, llevaba consigo una evidente función ideológica: formar a sus oyentes en el modelo de feminidad franquista de la perfecta casada y ama de casa”.

La radio, en tanto que medio de comunicación de masas, fue “una herramienta de producción y reproducción de representaciones de género” y fue “parte del entramado de instituciones que ayudaron a constituir y mantener en el tiempo el arquetipo de feminidad normativa propia del franquismo”.

Gloria Román Ruiz desarrolla los espacios de ocio juvenil durante el desarrollismo franquista: un “estudio de las experiencias de sociabilidad juvenil en los viejos y los nuevos espacios de ocio, así como de las actitudes sociopolíticas de los jóvenes en torno a estos lugares de recreo”, que defiende la teoría de que “el éxito del régimen a la hora de imponer su control sobre estos espacios fue limitado”, también la de que “las vivencias cotidianas en estos lugares de diversión oscilaron entre la resignación, la adaptación y la indocilidad”.

Pese a que el ocio estuvo sujeto al control social moral del régimen, “muchos jóvenes lo utilizaron como herramienta para disfrutar de mayores márgenes de autonomía y de relajación moral”. También los jóvenes que vivieron bajo la dictadura se resistieron a perder por completo su capacidad de actuación, “se empeñaron en marcar distancias con el poder y en alejarse de la rigidez moral que pretendían imponer tanto las autoridades como los vecinos de a pie que colaboraron con ellas”.

Lo que sostiene Román Ruiz es que “estas prácticas indóciles fueron protagonizadas por jóvenes no solo procedentes de contextos desafectos sino de todo el espectro actitudinal”.

“Desde comienzos de la década de los 60. las autoridades franquistas se mostraron crecientemente preocupadas por el control del ocio juvenil, insistiendo en la vigilancia del espacio público ocupado por ese sector de la población. Ello tenía que ver fundamentalmente con la persecución de un triple objetivo: seducir, retener y moralizar a los jóvenes”.

En primer lugar, se pretendió atraer a una juventud cada vez más apática y distanciada, cuando no desafecta, a la causa del régimen. En segundo lugar, se buscaba retener a los jóvenes en el campo. Y, en tercer lugar, “la dictadura pretendió moralizar a la juventud rural por medio del ocio para frenar la supuestamente creciente inmoralidad de este grupo”. Parejo al proceso de modernización cultural de finales de los 60 y principios de los 70, el régimen dictatorial empezó “a mostrar su preocupación, en ocasiones obsesiva, por esta cuestión”.

“Durante los años 60, estos espacios recreativos seguirán estando sujetos a un estrecho control social y moral. Pero, más allá de las prácticas de vigilancia y castigo, estos lugares de recreo se convirtieron en burbujas en los que respirar una cierta autonomía y distanciarse de los discursos del régimen: el ocio, aunque controlado, ofreció oportunidades para escapar de la asfixia moral de la dictadura e incluso para la transgresión del discurso político y de sexo-género”.

Aquellas prácticas de control afectaron al conjunto de la sociedad, de tal manera que “las rebeldías cotidianas en contextos recreativos estuvieron protagonizadas tanto por disidentes como por zonas intermedias, incluso por apoyos sociales del franquismo, igualmente empeñados en ganar autonomía y hacer su día a día más tolerable”.

las misiones interiores y el control eclesiástico del ocio rural bajo el franquismo le dedica su artículo Francisco Bernal García.

“Las misiones fueron uno de los principales instrumentos utilizados por la Iglesia para tratar de recristianizar a la población una vez finalizada la Guerra Civil. Durante las décadas de 1940 y 1950 se celebraron de manera recurrente en la práctica totalidad de las localidades españolas. Las misiones del primer franquismo se caracterizaron por la celebración de actos masivos de fuerte carga emocional en la vía pública y por ejercer una presión coercitiva sobre las personas alejadas de la religión, con la finalidad de incorporarlas a los actos misionales. Esta tensión religiosa formaba parte de un proyecto resocializador que buscaba extirpar las corrientes laicistas y democratizadoras presentes en la sociedad española desde finales del siglo XIX y construir una comunidad nacional monolítica, unificada en torno a una fe religiosa y a una disciplina política unánimemente aceptadas”.

Pero la realidad fue que, llegado el año 1957, la máxima jerarquía eclesiástica española, la Conferencia de Metropolitanos, publicó una Instrucción sobre la moralidad pública en la que “dibujaba una situación alarmante caracterizada por el feminismo absurdola pornografía clandestina y semiclandestinala plaga del desnudismo o las modas inverecundas: parecía como si la posición de privilegio que desde la Guerra Civil la Iglesia había asumido en la vida cultural no hubiese tenido trascendencia alguna en los comportamientos morales de la sociedad española”.

Es evidente que aquel proyecto eclesiástico fracasó: el seguimiento de “las diferentes modas de bailes modernos que se fueron desarrollando y la asistencia masiva a aquellas películas que eran vetadas por los obispos mostraron que la sociedad, y muy particularmente los jóvenes afirmaron “su derecho de disponer de espacios de autonomía con respecto al control eclesiástico”. Si algo contribuyó decisivamente a que “esa afirmación de autonomía fuera posible” fue “la persistencia de una industria privada del ocio susceptible de sufrir presiones e intromisiones eclesiásticas”, pero “con suficiente protección legislativa como para resistir a las mismas”. 

Por su parte, Alba Nueda Lozano se centra en el turismo social y el control del ocio ejercido por la Obra Sindical de Educación y Descanso (OSED).

“La Organización Sindical Española (OSE) sirvió a la dictadura como medio canalizador y brazo ejecutor del grueso de la política social del franquismo: fue concebida como una herramienta fundamental para la construcción de un Estado social de consentimiento. De este modo, fueron las Obras Sindicales, creadas entre 1939 y 1943, los canales de instrumentalización de las medidas sociales franquistas basadas en el asistencialismo, el control obrero y el nuevo paternalismo industrial. Del seno de la OSE nació un catálogo heterogéneo de Obras Sindicales que cubrían los principales pilares del asistencialismo franquista. siendo las más importantes la OS de Hogar, la OS 18 de Julio. la OS de Previsión Social, la OS de Formación Profesional y la OS de Educación y Descanso.

La dictadura franquista consideró que “el control del ocio y el turismo vacacional era una herramienta necesaria para alcanzar la nominalmente ansiada armonización social del Nuevo Estado”. Así, desde la Obra Sindical de Educación y Descanso (OSED), y “bajo las consignas dialécticas de justicia y turismo social”, el régimen creó una red de residencias, albergues y ciudades sindicales para llevar a cabo “un amplio programa de monopolización y estatalización del ocio”.

La función esencial de la OSED fue la de “controlar los espacios y tiempos de ocio y descanso obrero, instrumentalizando los lugares de clase que quedaban fuera de las fronteras del mundo del trabajo estrictamente hablando”. Su estructura fue una de las que disfrutó de mayor popularidad durante el franquismo. Tanto su amplio registro de actividades e iniciativas como “la voluntad de dar cabida, al menos teórica, al conjunto de los estratos sociales y niveles productivos sirvieron para que esta fuera la Obra Sindical de mayor alcance social, aunque su efectividad a nivel propagandístico y como forjadora de consentimiento pueda ser matizada”. La razón de ser de la OSED estaba puesta “al servicio del proyecto de controlar y aculturar a determinados sectores de la sociedad mientras disponían de su tiempo de ocio, lo que posibilitó la imposición de ideas valores y comportamientos destinados a consolidar el statu quo por medio de la de desarticulación de los lugares de la movilización obrera”.

El de Viajes y Excursiones fue su departamento más popular (lograr lo que su reglamento interno denominaba turismo social para hacer accesible el turismo a todas las capas productivas era su objetivo), ya que ofrecía “la posibilidad de acceder a una experiencia del turismo que, sin intervención oficial, era inaccesible para la mayoría de su público”. 

Espero haber dejado claro que Divertirse en dictadura: el ocio en la España franquista es un libro necesario para comprender mejor aquella etapa histórica tan polémica y cada vez mejor conocida gracias a los historiadores.

Un libro (necesario) sobre el ocio durante el franquismo