jueves. 25.04.2024

Puede que estos días Berlusconi haga suya la famosa frase de Sartre “el infierno son los otros”. Los otros que le abuchean a pesar de haber tenido el ‘generoso’ gesto de liberar a Italia de su cautiverio. Los otros que le conminaron a ello. Los otros que celebran llenos de júbilo su indispensable retirada. Las últimas imágenes del ‘Cavaliere’ lo muestran abatido, profundamente solo, bajo el influjo de un planeta que avanza implacable hacia la Tierra, llamado Melancolía.

Me pregunto si el anciano destronado será capaz de aceptar su soledad, el hecho de que exceptuando su corte de ‘velinas’, sobornados y esclavos, su país, Europa, el mundo, le han dado la espalda. En caso de que no pueda, de que se resista a abrazar la verdad de la condición humana, yo le recomendaría tomar nota del viaje de dos mujeres bien distintas a las que él acostumbra a tratar: Justine y Marie, las protagonistas de Melancolía y Another year, las últimas cintas de Lars Von Triers y Mike Leigh respectivamente.

En Melancolía, Justine, una joven y exitosa publicista, comienza a sumirse en un extraño desasosiego el día de su boda a medida que un planeta llamado Melancolía se va acercando a la Tierra con peligro de colisionar con ella. Su malestar le hace comportarse de manera anómala desbaratando la celebración. En el transcurso de ésta Justine ofende a su jefe, desatiende de forma dolorosa a su marido, que termina dejándola, y rechaza la oferta de un compañero de trabajo enamorado de ella para asociarse con él, ahora que el jefe de ambos la ha despedido a causa de la ofensa recibida. En una sola noche Justine se desprende de tres hombres, renunciando a la estabilidad laboral y sentimental. Eligiendo la soledad. Quizás dada su juventud no tenga mucha experiencia de la vida, pero tiene una certeza: estamos solos y más vale hacerse la idea. Cuanto antes mejor.

Tras la fatídica boda el estado de Justine empeora, por lo que la joven se muda con su hermana, cuñado y sobrino pequeño a la mansión que éstos tienen en el campo. Melancolía se acerca cada vez más y Justine, hasta entonces bajo su influjo, resurge de sus cenizas una vez que el planeta está a punto de colisionar con la Tierra para hacerse cargo de su familia en los últimos momentos antes de la catástrofe. Justine sabe que Melancolía está deshabitado. Que si por algún milagro sobreviven a la colisión no encontrarán a nadie allí. La conciencia de la soledad le da la paz y la fuerza necesarias para aceptar el inevitable final.

Al igual que Justine, Marie, la secretaria en el final de la cincuentena de Another year, vive bajo el influjo de Melancolía. Y al igual que ella busca refugio en casa de un matrimonio con hijo, intentando formar parte de una familia ante la ausencia de una propia. Sólo que en vez de una mansión decimonónica frente al mar rodeada de imponentes jardines salidos de los cuadros de Delvaux, se trata de una casa con pequeño huerto trasero en un barrio londinense de clase media. Y el hijo del matrimonio, en lugar de un sobrino de diez años se trata de un hombre en la treintena. A diferencia de Justine, sin embargo, Marie sigue jugando al ratón y al gato con Melancolía. Aquello de lo que Justine tiene plena certeza y ha llegado a aceptar pese a su juventud, Marie, en su madurez, lo intuye a la par que evita en una carrera a contrarreloj en busca del amor a veces grácil y cómica, otras patética, pero en todo momento profundamente conmovedora. Mientras que Justine rechaza a tres hombres en el preludio a su encuentro definitivo con Melancolía para entregarse a ella libre de lastres, Marie se pasa otro año a la búsqueda de uno con el que dar esquinazo a la soledad y al inmenso planeta que amenaza con devorarla como no se de prisa.

A lo largo del año durante el cual transcurre la película de Leigh, entre visitas a la casa con huerto de sus amigos Gerri y Tom, Marie trata de seducir al hijo de ambos y más tarde, a punto de batirse en retirada, al hermano viudo y autista de Tom. Primavera, verano, otoño e invierno se suceden para la confusa Marie dejando un rastro de copas de vino, pasos en falso y decepciones anunciadas que culminan en una cena reencuentro con su ‘familia adoptiva’ durante la cual, a pesar de la compañía, se siente más sola que nunca. Consciente al fin de su condición, Marie abandona la lucha y permite que Melancolía colisione ferozmente con ella a lo largo de un largo plano fijo final de su rostro que condensa toda la fragilidad, la sabiduría y la resignación que es posible hallar en el ser humano. La filosofía de Justine termina calando también en Marie, treinta años mayor, cuya única certeza al final del exquisito y estremecedor viaje propuesto por Leigh es que lo único que le espera, ya sea sola o acompañada, es otro año más.

Del mismo modo que al ‘Cavaliere’ a quien, a sus 76 años, tras 17 en el poder, le aguarda al fin un año de soledad, alejado del Quirinale. Tiempo ideal para ver buen cine. Para dejarse llevar e ir, de la mano de Justine, de Marie, al encuentro de nuevos planetas. Nunca es tarde. 3, 2, 1… 0… Bienvenido a Melancolía.

Enrique Esteve | Blog del autor

Melancolía era esto