domingo. 28.04.2024
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Poesía | JESÚS CÁRDENAS 

Despiertan nuestros sentidos ante una pintura, en la escucha de notas musicales encadenadas y, como no, al leer. Tienen algunos poetas la capacidad de asombrarnos con su palabra. Rafael Soler (Valencia, 1947), lo consigue gracias a la libertad con que escribe. Novelista primero y poeta desde siempre, sabe encauzar historias empleando un lenguaje contenido que proviene del silencio.

En Vivir es un asunto personal, título extraído de uno de los apartados de Maneras de volver, se muestra el escritor que pulsa la palabra poética desde 1980 hasta la actualidad, en un total de seis libros y cuatro plaquettes; ofrece al lector la posibilidad de reunir toda la producción poética en un solo título. El interés de esta publicación reside en el compendio de toda la obra publicada hasta la fecha de Rafael Soler, incrementado, más aún, con el añadido de una treintena de composiciones dispersas, publicadas en diferentes medios entre 1978 y 2021, reunidos, aquí, para celebrar la ocasión de “dejar huella”, como pretendía Gil de Biedma. El volumen es generoso y hermosamente editado por Olé Libros, editorial que ya se había encargado de reunir un conjunto selecto de composiciones Leer después de quemar (2018).

Un aspecto llamativo de esta obra completa hasta la fecha es que no contiene ni un solo escrito que nos aproximen a la obra poética de Soler. Tal vez, no lo necesite. O tal vez, sea un ejercicio cuyo protagonismo pueda contaminar o redirigir la lectura. Porque prólogos y epílogos acaso sean una forma de dirigir la mirada: aquí tienes lector un camino. Aunque esta máxima pueda ser reversible, acaso el poeta valenciano haya optado únicamente por el texto, tan puro como libre, y en consonancia con la poética del valenciano, en comunicación directa con el lector.

Pese a que Soler extrae diferentes temas de la modernidad (la recreación del ambiente de los bares, la soledad), en estas páginas hallamos un inventario del amor (al hecho de vivir, al deseo, a la creación artística) y una obsesión de la muerte (y de su opuesto, el olvido), que, unidos, podría conducirnos a la paradoja barroca, por excelencia. En la forma de expresarla, lo dejamos apuntado, es extremadamente fresca. Son múltiples los ejemplos que pueden darse, valga un botón: “con la vida de estreno que hoy acaba”. Con todo, los versos surgen del instante vivido intensamente, de la necesidad de fijar en la memoria el recorrido vital, aunque siempre enfocados a trascender la anécdota: “He vuelto sobre mí, despacio, / con el firmísimo propósito de recorrer / la especie que me dieron”.

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La modernidad dinamitó las fronteras del discurso poético. El del poeta valenciano residente en Madrid mantiene una doble tensión de fuerzas entre los códigos tradicionales de expresión y los cauces poéticos, que terminan estallando. Lejos del sometimiento de las convenciones, Soler se queda solo con palabras y sintagmas en minúsculas, sin signos de puntuación. Su estilo es transgresor. Hace añicos los tópicos y no da las frases por hechas porque buscan otro rumbo semántico. Como si los sueños rebuscasen en el significado oculto de la realidad. De estos presupuestos se desprenden numerosos versos: “Bienvenida la pasión si te conduce / de temblor en temblor donde crepitan / las cuatro espadas con hambre de tu hoguera”.

En toda compilación el autor echa la vista atrás. En uno de sus mejores libros, Ácido almíbar (2014), reconocido con el Premio de la Crítica Valenciana, la realidad fluye fugazmente. En su designio el pulso de los días y, en su envés, la cicatriz abierta. Para ello recuerda distintas figuras, especialmente tierna es la del abuelo en “Prohibido correr por el pasillo”: “Un verano me clavó un anzuelo / otro le clavé un desplante // y el resto dicho queda / solitarios enfrentados tiritando”. Se rememora los instantes de entrega y pérdida, de amor y amistad, como si reprodujesen unos cuadernos que se dilatan en No eres nadie hasta que te disparan.

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Un denominador común en el estilo de Soler es acercar la intimidad a otros campos semánticos, como el jurídico, el cinematográfico…, de ahí que sea un rasgo singular que distingue sus poemas la unión de lo culto (empleando incluso palabras en desuso) y lo coloquial (dando entrada a palabras y frases), lo dicho (también con incrustaciones en cursiva) y lo sugerido, en una indagación, en suma, de la palabra poética que no rehúya su compromiso en defensa de una concepción singular: mostrarnos el fulgor, sugerirnos la realidad, asombrarnos, desvelarnos ese otro mundo que se nos pasa por delante… Tiene mucha gracia la mezcla de creación poética y guion cinematográfico en “Cuaderno de rodaje”, una de las composiciones más extensas encontradas.

Asimismo, se desprende una mueca irónica, el sentido del humor, tan necesario para afrontar la realidad. Solo con echar la vista a los primeros versos, a los títulos de los poemas, a las secciones de las publicaciones ya nos pone en camino. En ellas despliega un sistema coherente –aspecto digno de admiración–, que destila un sentido de goce en la palabra escrita; una dialéctica genial que escarba en lo profundo sin lamento, apuntando al asombro infinito. Así se lee en Las razones del hombre delgado: “anoche escribí y no te rías // toda voz que canta / viaja del corazón al frío // así / un poco al tantarantán / junto a la receta del gulasch / que tanto abominabas”.

Para terminar, tomamos un fragmento que figura en la última página, como prueba del estilo de Rafael Soler. Vuelta a la asunción del instante vivido, a un mensaje directo, con pleno convencimiento de hallar una verdad literaria, libre de ataduras: “y nada pregunta del que fue / nada sabe del otro que será / almuerza suda se desdice / a dos manos urge / la llegada de las sombras / y cuando dice hoguera / está diciendo hoguera // dejadle así / abrazado a su urna / hasta que llegue al mar”.

Rafael Soler. Olé Libros, Colección Vuelta de Tuerca. 2021. 615 Páginas. COMPRA ONLINE
 


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Jesús Cárdenas, poeta, crítico literario y profesor.

Libertad para deslumbrar | "Vivir es un asunto personal", de Rafael Soler