jueves. 28.03.2024
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Imágenes: Fundación Cajasol

En las paredes de la sala Murillo unas fotografías casi documentales, muchas de ellas realizadas con móvil, de la vida cotidiana de estos mundos sumidos en la monotonía del horario inflexible y las normas taxativas

A un lado de la reja el tiempo presente, al otro la memoria. Son sólo dos de nuestras muchas prisiones. No es fácil que una exposición consiga cambiar, aún mínimamente, la forma en la que el espectador mira el mundo. En estos tiempos de hiperconsumo de contenidos una muestra no suele dejar sustancia en el fondo del recuerdo como para que merezca la pena escribir sobre ella un tiempo después. Por eso, no es lo habitual hablar de una exposición que ya cerró sus puertas, pero permítanme la osadía. Exposición cerrada, exposición acabada. Aún así correré el riesgo.

Me gustaría lanzar esta botella al mar digital para prevenir del peligro a quien pueda encontrarse con la exposición ‘Dos clausuras’, de Pepe Cobo. Hace casi un mes que cerró sus puertas en la sala Murillo de la Fundación Cajasol de Sevilla y sigo atrapado dentro. Dos clausuras comunicadas únicamente a través de un hilo que va bordando sus mensajes en las telas. En un extremo las monjas del Convento de San Leandro de Sevilla. Al otro, las reclusas del Penal de Chorrillos de Lima. En apariencia la clausura voluntaria y la clausura obligada. La misma sensación de asfixia de ver pasar los días escritos en las manchas de un tapial.

En las paredes de la sala Murillo unas fotografías casi documentales, muchas de ellas realizadas con móvil, de la vida cotidiana de estos mundos sumidos en la monotonía del horario inflexible y las normas taxativas. Sobre estas fotos, el hilo bordado se convierte en argumental y cada una de las reclusiones borda sobre las imágenes del otro lado de sus rejas. En la muestra, una colección de estas fotografías impresas en tela, donde las mujeres han ido bordando aquello que les iba sugiriendo la clausura ajena. Palabras como soledad, obediencia, lujuria, van fluyendo por las telas como si fuera el único resquicio de libertad posible. Pase lo que pase, acabarás preguntándote cuánto de libre tiene la clausura voluntaria y cuanto de injusticia anda repartida en nuestras prisiones.

Los bordados sobre fotografía van acompañados de unas entrevistas manuscritas realizadas por la comisaria Laura Revuelta, redactora jefe de ABC Cultural, en la que las presas de la cárcel peruana hablan abiertamente de las razones que las llevaron hasta el penal, hablan de la soledad, de la sexualidad, de la maternidad, clavando las garras de la sinceridad en nuestras caras.

Al fondo en una sala oscura, casi del tamaño de una celda, se proyectan dos vídeos simultáneamente. En el primero, unas monjas guineanas toman los votos para ingresar en el Convento de San Leandro de Sevilla. En el otro, las reclusas del Penal de Chorrillos de Lima celebran en un pabellón polideportivo una boda múltiple. El vídeo se proyecta en bucle y sabes que has quedado atrapado  en él. De nada sirve huir hasta la multitudinaria plaza de San Francisco sevillana, un mes todavía estarás tratando de describir esa sensación de asfixia.


Dos clausuras, de Pepe Cobo, pudo visitarse en la sala Murillo de la Fundación Cajasol de Sevilla hasta el 14 de abril. Allí sigue presa o enclaustrada, según del lado de la reja del que se mire.

Las clausuras de la memoria