sábado. 27.04.2024
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Trujillo y Franco en la visita del primero a España en 1954. (Imagen: diario Público)

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@Montagut5

Cuando Rafael Trujillo fue asesinado a finales de mayo de 1961, Indalecio Prieto publicó un largo artículo en El Socialista en el mes de junio, donde hizo una reseña de la figura de este dictador, caracterizado por haber puesto en marcha una de las tiranías más duras y sangrientas de la intensa historia de dictaduras en América latina, aludiendo también a la experiencia de los exiliados españoles, con alusiones a Franco, aunque no sobre las relaciones entre ambos dictadores. Prieto comenzaba aludiendo al hecho de que, en su opinión, nunca en la historia el asesinato de un gobernante de otro país había conseguido sacar adelante la aprobación de una resolución de un parlamento mostrando su júbilo. Tenemos que tener en cuenta que no hacía mucho que se había descubierto la conspiración militar urdida por el “generalísimo dominicano” para terminar con la vida del presidente Rómulo Betancourt que, como sabemos, se había destacado como oponente del dictador desde Venezuela.

Prieto recordaba que Trujillo no se había contentado con acabar con las vidas de sus oponentes en su país, sino también contra los de otros estados. En este sentido, también recordó el caso del escritor vasco Jesús de Galíndez, y que ni México había escapado a los “zarpazos de la fiera galoneada”, como lo demostraría el caso del escritor español, nacionalizado mexicano, José Almoina, abatido a tiros en la puerta de su casa en México D.F. Almoina había pagado con su vida una audacia igual a la de Galíndez, es decir, escribir la biografía del “déspota”, al que conocía bien por haber estado refugiado en Santo Domingo.

En la República Dominicana, aunque pareciera increíble, había habido refugiados españoles, señalaba Prieto. Llegaron varias expediciones que, al parecer, parecía haber admitido de buen grado Trujillo, siendo presidente de la República, pero en un momento dado las puso término sin aviso, en unas circunstancias que el viejo líder socialista consideró como trágicas, y que explicó en el artículo.

La cuestión tenía que ver con la llegada de un trasatlántico francés lleno de republicanos españoles, que pasaron los trámites de pasaportes, pero cuando esperaban para desembarcar llegaron guardias y soldados con el fin de impedir la entrada en el país por órdenes directas de Trujillo. No hubo explicaciones ni marcha atrás, por lo que el barco tuvo que regresar. El problema era que Francia ya estaba ocupada por los nazis. Prieto recordaba que la expedición no había sido organizada por la Junta de Auxilio a los Republicanos Españoles a la que él pertenecía, sino por otra de signo, según él, negrinista y comunista, es decir, contraria a Prieto.

Siempre según nuestro autor, entre los que intentaron buscar ayuda a través de radiogramas desde el barco, estaba Ramón González Peña, ministro de Negrín, un correligionario que había denostado largamente a Prieto por su postura anticomunista. Pero el líder socialista decidió intervenir (no olvidemos que el relato es del propio Prieto), para evitar que cayeran en manos de la Gestapo, y al final, en las de Franco. El artículo relataba pormenorizadamente las gestiones intensas y casi desesperadas de Prieto con Cárdenas y los mexicanos para salvar a aquellos españoles. Al final, la JARE fletó un barco para recoger en Fort de France a los pasajeros.

El cambio de actitud de Trujillo provocó que los españoles expatriados que se encontraban anteriormente en Santo Domingo intentaran salir hacia países próximos. Prieto afirmaba que ya no había ninguno.

Prieto había intervenido en un mitin en México el primero de abril de 1957 con ocasión de cumplirse el primer aniversario de la muerte de Galíndez, donde realizó una semblanza del dictador, y que utilizó como material para la parte de su artículo dedicada a recordar algunos hechos terribles protagonizados por Trujillo.

Para Prieto, Trujillo era un verdadero monstruo amamantado por los Estados Unidos

Para Prieto, Trujillo era un verdadero monstruo amamantado por los Estados Unidos. Había comenzado su carrera enrolándose en las tropas norteamericanas que ocuparon Santo Domingo, una decisión que nuestro autor consideraba como un acto antipatriótico al ponerse al servicio de un ejército invasor. Con el tiempo llegó a ser dueño omnímodo de la República Dominicana.

Trujillo podía ganar a Franco en crueldad, pero, además ambos estaban entregados a las mismas “payasadas”, porque pagarían en grandes periódicos norteamericanos páginas enteras con elogios hacia sus respectivas personas y otorgarían a sus descendientes las distinciones más disparatadas, citando el hecho de que al nieto del dictador español se le había cambiado el orden de sus apellidos para llevar primero el de Franco. Trujillo, por su parte, hacía con sus descendientes, cosas igualmente pintorescas. Y explicaba como a Rafael, con tres años, se le nombró coronel, atendiendo, según el decreto firmado, a sus méritos. Trujillo habría acumulado todos los títulos imaginables. En los edificios oficiales y particulares destacaba el lema de “Dios y Trujillo”. Pero, además, de todos esos títulos casi “celestiales”, absorbía todos los negocios y era el dueño efectivo del país. Prieto afirmaba que Trujillo era el responsable del asesinato de unos tres mil dominicanos, según las estadísticas más moderadas, pero también estaba el asesinato de miles de haitianos en 1937 cuando se produjo la gran crisis azucarera, como forma de “solucionar” el problema. Aquello fue, como sabemos, un verdadero genocidio, la conocida como Masacre del Perejil. El artículo también relataba cómo se sabía ya que Trujillo había sido el responsable del asesinato de Jesús Galíndez.

Y terminaba el artículo aludiendo a las brutalidades de Trujillo y de Franco, aunque con métodos distintos.

Hemos trabajado con el número 6088 de El Socialista, de 15 de junio de 1961.

Indalecio Prieto ante la muerte del dictador Trujillo