viernes. 29.03.2024
Ian McEwan
Ian McEwan

Acabo de leer un libro dedicado a Timothy Garton Ash que “es una obra de ficción” y las cucarachas que en él aparecen sólo son reales por pura coincidencia. Eso es lo que se nos avisa en sus páginas iniciales.

"Aquella mañana, al despertar de un intranquilo sueño, Jim Sams, inteligente, pero de ningún modo profundo, se vio convertido en una criatura gigantesca": así empieza la más reciente entrega del gran Ian McEwan, La cucaracha, de finales de 2019 (aparecida en España en enero del año 20).

“Y ahora era un elemento minúsculo de un plan cuya magnitud no podía abarcar ni entender ningún individuo”.

Es tremendamente difícil, a mí se me hace tremendamente difícil explicar lo que se puede leer cuando se lee este ingeniosísimo libro sin destripar por completo su contenido, ni sus maneras de literatura habilidosa ni, por tanto, su breve enjundia de obra mayor disfrazada no de cucaracha sino de librito. Pero lo voy a intentar.

Como en la realidad que ha culminado estos días con el llamado Brexit, en la ¿novela? de McEwan —tan kafkiana como puedes imaginar, dada su estrechísima vinculación con la más famosa novela del, a mi juicio, desmedidamente adorado literato que fue Franz Kafka—, un primer ministro conservador convoca un referéndum en Reino Unido sobre lo que algunos, muchísimos, millones, consideraban “la idea más insensata del mundo”:

“El resultado fue el que menos se esperaba debido sobre todo a la no reconocida alianza entre los pobres de la clase obrera y los ancianos de todas las clases”.

la cucarachaComo en la realidad, el primer ministro convocante del referéndum dimitió inmediatamente y nada más se volvió a saber de él. Y, como en la realidad… Prefiero no seguir, eso sería esa palabra inglesa que quiere decir ‘un destripamiento de lo que ocurre en una ficción’. Y no queremos eso, ¿verdad?

“!Adelante con los faroles¡”, traduce brillantemente Antonio-Prometeo Moya a Ian McEwan cuando éste nos quiere contar en su narración que, aun en medio de la marejada que parecía anunciar un gran desastre, los británicos (de la novela) se vieron arrastrados a hacer algo que nadie en el mundo hacía ni había hecho (no te destapo qué es tal cosa). Capitaneados por el primer ministro, en principio contrario a aquello acordado en el referéndum. Un primer ministro que es nuestro Jim Sams de la primera frase del libro. Recuerda.

Para el protagonista de La cucaracha, que es eso, una cucaracha, una cucaracha transformada al comienzo de la obra… en un hombre; para él, continúo, Twitter es “una versión primitiva del inconsciente feromónico” de las cucarachas. Y la política en su estado más puro no es otra cosa que “perseguir objetivos a cualquier precio”. Y, además, para él, “no había nada más liberador que una prieta trama de mentiras”: ¿no es al cabo tal cosa la literatura (de ficción), una prieta trama de mentiras?

            “Por eso la gente se sentaba a escribir”.

La miseria es el hogar de las cucarachas, y los requisitos previos de la miseria humana, dice la protagonista, son “la guerra y el calentamiento global, evidentemente, pero también, en tiempos de paz, las jerarquías inamovibles, la concentración de la riqueza, las supersticiones arraigadas, la maledicencia, las divisiones, la falta de confianza en la ciencia, en el intelecto, en los extranjeros y en la cooperación social. Ya conocéis la lista”.

¡Ya conocemos la lista!

No, no es fácil ser homo sapiens, como manifiesta la cucaracha que comienza en el libro transformándose en Sams, en el primer ministro británico: “sus deseos están muy a menudo en pugna con su inteligencia”.

La cucaracha es una fábula tremebunda, un thriller sin suspense, una novela de terror. El terror de la realidad que promueven siempre los populismos, en este caso los populismos de derechas, conservadores, casi fascistas. Esos populismos. Como el que empieza a campar a sus anchas en España. No sé si me explico.

Ian McEwan escribe una fábula (genial) contra el Brexit