viernes. 29.03.2024
real madrid 1937
Jugadores del Madrid CF realizando el saludo republicano en 1937. (Foto: Internet)

El lobby del fútbol ha impuesto su propio ritmo en la “nueva normalidad”, sus fases no son de este mundo. Los de La Bundesliga están encantados con haber sido los primeros. Con desprecio olímpico a las recomendaciones epidemiológicas válidas para el resto de la humanidad y con el descaro de saberse omnipotentes, no se han cortado de alardear de que, al haber sido los únicos en la cancha, sus derechos de retransmisión resultaron astronómicos. Tanto es así que el resto de Europa se ha lanzado a adelantar fechas para sus competiciones. Aquí, el presidente de La Liga Javier Tebas, avanzadilla del grupo de presión empresarial, seguido por el de las apuestas y el de los grandes medios que controlan las retransmisiones, ha impuesto su criterio y comienza el espectáculo.

Da igual que sea un deporte de contacto inevitable y total en el que resulta imposible cualquier cautela. La razón se aplica a otros deportes que continúan con restricciones, pero el fútbol es el fútbol. El show debe continuar.

Pan y circo, decían los romanos. A falta de “pan“, a  juzgar por las colas de las cacerolas mudas, −esas que no suenan en las calles de momento− al menos que tengan circo.

Sin embargo, entre líneas, sotto voce, ya que no se permite que apenas aflore en los grandes medios, un sector de jugadores de equipos humildes, y alguna voz discordante de alguna estrella, nadan contra corriente aunque nadie les escuche y a riesgo de que les llamen vagos y traidores. Seguramente serán menos oídos que las casas de apuestas deportivas que se han atrevido a pedir ayudas públicas por las pérdidas del parón. −Aunque suene a chiste no nos riamos: veremos−.

Es reconfortante conocer que un jugador, Keita Baldé, de origen senegalés, actualmente en el Mónaco, ha conseguido y financiado alojamiento y manutención para noventa temporeros agrícolas en Lleida y está gestionándolo para otros ciento y pico. Ha tenido que denunciar que solo ha podido ser en un pabellón colectivo porque los hoteles de la zona se han negado alegando diversas razones pretendiendo esconder la real: racismo.      

Pensando en esos deportistas que claman en el desierto, en un mundo donde son una rara avis, he recordado a uno de los que se nos han ido en estos días aciagos y que desde la caja de resonancia que le daba su propio prestigio, dio voz a los silenciados a través de programas como Acento Robinson o Informe Robinson. En ellos se ha entrevistado a marginados y malditos, a olvidados a quienes el cáncer apartó del estrellato, a individuos de minorías que no volvieron a competir por reivindicarse desde el pódium, como los atletas negros del black power que levantaron el puño en las olimpiadas del 68. Por sus programas pasaron gentes perseguidas por sus ideas o condición sexual, mujeres dignificando el deporte femenino. Algunos títulos de los programas son auténticas declaraciones de principios que lo dicen todo: Capitán Republicano, Camarada Jarmalov, Mujeres de Acero, El Cambados de Sito Miñanco, Alba Palacios: Futbolista Trans, De la Cárcel al Iron Man. Dejo para el final el de Los niños del Havana, en el que cuenta la evacuación de los niños de la guerra que recalaron en Inglaterra y de los que salieron varios jugadores de La Premier para comentar, ya por mi cuenta, la referencia  a los “niños” del exilio provenientes de otros países como Gárate el gran jugador del Atlético de Madrid, hijo de un exiliado en Argentina, o los de Rusia, donde estuvieron evacuados Agustín Gómez y Larrarte tal como escribí en otro artículo anterior.

Un mundo que silencia y apisona la discrepancia realza su valor porque hay que tenerlo en grandes cantidades para levantar una voz propia en ese ambiente y la razón de este artículo es romper una humilde lanza por ellos, por esos desconocidos.

Recientemente un amigo común me hizo llegar un vídeo del documentalista Luis Felipe Capellín y la productora Mª Eugenia Castiello. Se llama Un Gol para la Libertad, −título que he reproducido, en plural, para este artículo, con su beneplácito−

En él se relata el caso de un joven jugador uruguayo, con un futuro prometedor que tras marcar un gol decisivo en un derbi trascendente fue entrevistado y dedicó el gol a su hermano y compañeros que estaban presos en la célebre Colonia Libertad por oponerse a la dictadura uruguaya. El documental forma parte de una serie: Historias de Fútbol en los que se recogen desconocidos pasajes del monolítico “deporte rey”. Otro de ellos está dedicado a dos jugadores, en ese momento, del Racing de Santander: Sergio Manzanera y Aitor Aguirre, defenestrados por imperativo del Régimen franquista, por llevar un brazalete negro en el partido del siguiente fin de semana a los últimos fusilamientos del franquismo en 1975:

El Brazalete de Sergio

Y otro más a Paul Breitner, estrella de la selección alemana que cuando jugó en España en los convulsos tiempos de 1974 al 77, se solidarizó con los huelguistas en varias ocasiones y donó dinero para las cajas de resistencia. Después se negó a ir al mundial de Argentina en el 78 para no dar legitimidad a la dictadura de Videla:  

Desde el poder nos han vendido que el deporte es ajeno a la política. Ya lo vemos: el discrepante no saldrá en la foto y mucho menos alcanzará las glorias de los césares. Con razón ha corrido como la pólvora el vídeo de ese equipo de futbol inglés que eligió para su camiseta los colores de la bandera de la República Española con el lema No Pasarán y no dan abasto a vender todo los encargos que tienen. Curioso que eso lo haga un equipo inglés y aquí no se atreva a hacerlo ninguno. Cualquiera puede prever que le buscarían las vueltas y quizá la ruina.

Lo cierto es que ese mundo, el del deporte, incluso el del fútbol, no era suyo, simplemente se lo han apropiado, como tantos otros, todos los que se puedan convertir en negocio. Ni tan siquiera es cierto en lo más icónico. Echando la vista atrás, antes de trincar a los grandes clubes de cada ciudad, el propio C F Barcelona y el Real Madrid C F tuvieron otros valores. El presidente del Barcelona fue fusilado durante la guerra, sin juicio y sobre la marcha al quedar, por un trágico error, su coche en zona franquista durante un viaje a la capital. En el caso del Madrid su presidente durante la guerra también fue fusilado y el anterior, que lo fue hasta poco después de la sublevación, amigo de Julián Besteiro, fue encarcelado tras la guerra. Gracias a la influencia de su familia pudo salir al exilio y no correr la misma suerte que Besteiro, condenado a muerte, pena que fue conmutada por cadena perpetua; falleció tras un año de encierro debido a una sepsis por las condiciones higiénicas y la mala alimentación.

El propio seleccionador nacional, Joaquín Heredia Guerra, estuvo en el terrible campo de concentración que se instaló en el Hospital de San Marcos de León, ahora Parador Nacional, que silencia su siniestro pasado.

 –Otro caso para el negacionismo− Una noche le dieron “el paseo”. Hicieron una “saca” y le fusilaron en las proximidades. Algunos de los jugadores que habían sido llamados por él a la selección estaban recorriendo Europa en campañas a favor de la república con la selección vasca, gente tan mítica como Lángara o Regueiro.

No es casual que personas de esas características estuvieran en puestos relevantes del balompié teniendo en cuenta los antecedentes. Numerosos clubes surgieron de la influencia del espíritu deportivo de las universidades británicas y del impulso a las actividades deportivas por parte de la Institución Libre de Enseñanza −mens sana in corpore sano− El propio equipo considerado paradigma del Régimen, echando la vista atrás, resulta que los fundadores del Madrid, los hermanos Padrón –catalanes estos últimos por cierto−y Julián Palacios habían impulsado al antecesor Foot-Ball Sky, creado por ellos mismos y un grupo de jugadores alumnos de la Institución y de los colleges ingleses tal como relata con detalle Mariano J. Camacho en Cartas Esféricas de 31-10-2012 .

Pertenezco a una generación que en los últimos años del franquismo vivió de espaldas al deporte al que se veía como parte del régimen que lo utilizaba para lavar su imagen. Los que no lo veíamos así quedábamos como bichos raros. Por una parte los “nuestros” nos veían con condescendencia, una lacra de la que no éramos capaces de liberarnos. Y por otra, la sociedad bien pensante, si nos veían en chándal por la calle es que éramos unos desarrapados. No exagero: incluso los niños y jóvenes teníamos que ir con ropa de calle y cambiarnos en los centros deportivos. Era como un confinamiento permanente en cuanto a ese uso se refiere. Lo del chándal llegó después, en la época de los 80 como refleja la canción de aquella de Martirio: con mi chándal y mis tacones/ arreglá pero informal. Lo de correr por la calle, salvo que te persiguiera la policía en una manifestación, simplemente no se veía.

Rechazo su apropiación y pienso que los genuinos valores del deporte deben formar parte del progreso, del respeto a la naturaleza a la que está ligada intrínsecamente la salud. Competencia leal, superación, esfuerzo, compañerismo: reivindicarlos como parte de la ética resulta imprescindible. Para eso comencemos por dar reconocimiento y luz a los que lucharon y luchan contracorriente.

Pablo Fernández-Miranda       

Goles para la libertad