viernes. 29.03.2024

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El coronel Redl en una Ilustración de Le Figaro (Imagen tomada de El Confidencial)

Nace en Lemberg, territorio de Ucrania que entonces pertenecía al Imperio austrohúngaro el catorce de marzo del año 1864. Era hijo de Franz y Matilde Redl, su padre había sido oficial del ejército austrohúngaro, pero tuvo que abandonarlo a los 31 años porque no podía costearse la boda correspondiente a su rango.

Franz Redl pronto encontró trabajo en la empresa de ferrocarriles Galizische Carl Ludwig-Bahn, aunque tuvo que mudarse a Lemberg con su joven esposa. Allí, como miembro de la minoría de funcionarios civiles germano hablantes, ascendió dentro de la compañía hasta el cargo de supervisor y consiguió formar una familia gracias a su trabajo.

Franz Redl tuvo siete hijos y estaba orgulloso de todos ellos. Sus dos hijas eran maestras, mientras que, de sus cinco hijos, dos hicieron carrera como oficiales del ejército, siendo Alfred uno de ellos, otro era arquitecto y el último abogado. Además, les enseñó desde niños tres idiomas, alemán, polaco y ruteno que serían determinantes para la futura carrera de Alfred.

El joven Alfred ingresó a los quince años en la Escuela de Cadetes de Brno tras finalizar sus estudios primarios. Según algunos autores, esa temprana inmersión en un mundo exclusivamente masculino, unido a su rechazo a una madre dominante, condicionaron su posterior tendencia homosexual.

Ser homosexual en aquellos tiempos y en aquel entorno suponía ser apartado inmediatamente de cualquier servicio civil, el ostracismo social y posiblemente cargos criminales, de ahí que su discreción fuera total.

Se graduó en la escuela de cadetes en el año 1883, con el grado de oficial cadete aspirante, con unas notas y valoraciones de sus superiores muy por encima de la media. Tras cuatro años, siendo ya segundo teniente del Regimiento de Infantería nº 9 de Lemberg, presentó solicitud, junto con varios centenares de aspirantes, para asistir a los cursos de oficial de Estado Mayor.

Logró la plaza en el año 1892, no siendo lo habitual pues provenía de una familia sin recursos elevados y de una academia militar sin demasiado prestigio. Se graduó con honores junto con otros veinticuatro cadetes en el año 1894.

alfred Redl 2Aproximadamente en ese periodo, Alfred Redl contrajo la sífilis, que era una enfermedad que, sin antibióticos, solía entrar en un desarrollo crónico y generalmente mortal. La autopsia realizada tras su suicidio reveló que seguía sufriendo, efectivamente, la enfermedad, y de hecho le quedaba poco tiempo antes de haber muerto a causa de la misma.

Fue destinado a la Oficina de Ferrocarriles del ejército en el año 1895, que era una agencia encargada de gestionar los propios transportes ferroviarios y planes de desplazamiento de tropas y material. Se ocupaban de explorar las vías de ferrocarril de posibles enemigos en una guerra futura.

Esta tarea era especialmente importante en el caso de Rusia, ya que, como el gobierno del zar consideraba como secretos todos sus mapas de ferrocarriles, la información solo podía conseguirse mediante el uso de espías. Este trabajo supuso el inicio de los contactos de Alfred Redl en el mundo del espionaje anterior a la I Guerra Mundial.

Tras un servicio relativamente corto en la Oficina de Ferrocarriles, Redl fue asignado sucesivamente a varios Estados Mayores. El primero en Budapest, posteriormente ya como capitán en su pueblo natal de Lemberg. Viajó a Rusia en el año 1899 por orden del jefe del Estado Mayor austrohúngaro con el fin de participar en un curso de ruso en Kazán.

Es destinado al Grupo Ruso de la Oficina de Evidencias en Viena en el año 1900, que era la sección del Estado Mayor Central encargada de las tareas de contraespionaje. Su oficina recopilaba mensajes de importancia militar recogidos de las fuentes más diversas, que debían ser traducidas, extractadas, resumidas y remitidas diariamente al Jefe del Estado Mayor, y semanalmente al propio emperador Francisco José I.

Solo había disponibles veinte oficiales que pudieran hacer este servicio, incluyendo a Redl. La escasez de personal y presupuesto se debía en gran parte a que la Oficina de Evidencias estaba también subordinada al Departamento de Estado, que era uno de los dos ministerios del Imperio austrohúngaro financiado de forma conjunta por Austria y Hungría, la cual suministraba a las instituciones comunes tan solo los recursos imprescindibles.

En pocos meses ya estaba destinado en la Oficina de Clientes, responsable del seguimiento de inteligencia procedente de todos los países extranjeros. Fue ascendido a comandante en el año 1905 y fue nombrado jefe de la Oficina en el año 1907.

Posteriormente fue ascendido a jefe de la Oficina de Evidencias, lo que le convirtió en el miembro más cercano al Jefe del Estado Mayor Central. Tras su ascenso a coronel en mayo del año 1912, Alfred Redl fue nombrado jefe del Estado Mayor del VIII cuerpo del Ejército y residía en Praga.

El espionaje en Rusia dio un salto cualitativo en los inicios del siglo XX. La Policía del Estado, llamada Ojrana, se hizo responsable del espionaje en el extranjero, y mantenía oficinas en las dos principales ciudades del país, Moscú y San Petersburgo y la en aquel entonces ciudad rusa de Varsovia.

El departamento de la Ojrana encargado de la inteligencia en Austria tenía su base en Varsovia, contaba con un personal de 50 militares y 150 reservistas, y estaba dirigido por el coronel Nikolai Stepanovitch. Éste envió a Viena, en el año 1901 a un agente encubierto llamado Pratt, camuflado como turista, con órdenes de alistar a un oficial de alto rango destinado en la ciudad, a ser posible en la Oficina de Evidencias.

Pratt descubrió, en el año 1903, en su búsqueda de puntos flacos en la vida privada de los oficiales, que el capitán Redl mantenía una relación homosexual con un teniente segundo llamado Meterling. Pratt le mandó una carta a Redl donde le decía que:

“Debo reunirme con usted para hablar acerca de un cierto teniente segundo del 3.er Regimiento de Dragones. Si Ud. no se presenta, o me tiende una trampa, el Jefe de Estado Mayor recibirá mañana mismo un informe sobre sus relaciones con el teniente segundo”.

Frente a un chantaje que amenazaba con destruir su prometedora carrera y dar con sus huesos en la cárcel, Redl accedió a colaborar con la Ojrana. Primero fue controlado personalmente por el agregado militar ruso, barón de Roop.

Después de que de Roop fuera descubierto y expulsado del país bajo acusación de espionaje, el contacto con Redl pasó a su sucesor, el coronel Mitrofan Konstantinovitch, quien años después sería también expulsado con los mismos cargos. Este emitió el siguiente juicio sobre Alfred Redl en sus notas, en octubre del año 1907:

“……insidioso, taciturno, con sentido del deber y dotado de una buena memoria... tiene un lenguaje suave e incluso dulce, una voz delicada... más listo y taimado que inteligente y talentoso. Cínico...”.

alfred Redl 4A pesar de haberse ganado su colaboración mediante extorsión, los rusos le pagaron sus servicios con creces, por lo que Redl pudo permitirse pronto un nivel de vida reservado a la aristocracia. Solo acudía a comer a los mejores restaurantes, tenía dos automóviles y varios caballos.

Empleó una parte considerable de sus ingresos extras para financiarse aventuras con jóvenes de su misma condición sexual, por lo que cada vez resultaba más extorsionable. Al parecer empezó a ofrecer a los servicios secretos franceses e italianos los mismos documentos que vendía a los rusos, con el fin de redondear sus ingresos, aunque esto históricamente no ha sido demostrado. Pronto sumó unos ingresos adicionales de aproximadamente 50.000 coronas austriacas anuales.

Aunque no suministraba información con mucha frecuencia, cuando lo hacía era siempre de alto nivel y una gran relevancia. Entregó a los rusos casi todos los documentos secretos que pasaron por sus manos relativos al ejército austrohúngaro. Planes de movilización, estadillos de unidades, informes de inspección, planos de fortalezas... fotografiaba todo este tipo de documentos y los entregaba personalmente.

Alfred Redl fue, sin duda, el principal espía de Rusia entre los años 1903 y 1913. Suministró a los servicios de información rusos, el plan completo del ejército austriaco para la invasión de Serbia, los cuales a su vez lo entregaron de inmediato al mando militar serbio.

Proporcionó a los rusos el orden de batalla completo de las fuerzas austriacas, los planes de movilización, en un momento histórico en que los planes y tiempos de movilización eran clave para el éxito de una campaña y los planos de las fortificaciones austriacas fronterizas con Rusia.

alfred Redl 5Desenmascaró a los espías austrohúngaros, que trabajaban en Rusia y, en su mayoría fueron ejecutados. Se sabe con certeza que incluso envió personalmente espías a Rusia para luego venderlos a los servicios de contraespionaje del zar.

Acabó vendiendo a los agentes que él mismo había logrado colocar en el Estado Mayor del ejército imperial ruso, acabando todos ahorcados o suicidándose. Traicionó a varios oficiales rusos, que iniciaron contactos con los servicios de inteligencia austriacos, permitiendo que fueran capturados.

Además, contaminó la información sobre la fuerza y capacidad militar del ejército ruso suministrada a los estados mayores austriacos con estimaciones totalmente incorrectas en cuanto a tamaño, preparación y fuerza militar.

Los rusos fabricaron igualmente éxitos para Alfred Redl como informes capturados de extraordinaria importancia, que luego resultaron ser falsos o el descubrimiento y captura de agentes rusos, en su mayoría de segundo orden o que se habían vuelto difíciles de mantener para la Ojrana.

Finalmente, su nivel de vida acabó llamando la atención, pero consiguió justificarlo mediante una herencia, que en realidad fue muy insignificante.

Redl estuvo a punto de ser descubierto en el año 1909, debido a la intervención del comandante conde Lelio Spanocchi, agregado militar austrohúngaro en San Petersburgo.

El conde, que había logrado el favor del Emperador gracias a sus méritos y buen hacer, trabó amistad con el agregado militar inglés en San Petersburgo, un día le hizo la confidencia de que un alto cargo del Estado Mayor austrohúngaro entregaba a los rusos todo lo que estos le pedían.

Spanocchi lo comunicó inmediatamente al jefe de la Oficina de Evidencias, el coronel Hordlicka, quien no tomó en serio la acusación. Cuando Spanocchi insistió, amenazando con informar directamente al Ministro de la Guerra, Hordlicka encargó la investigación al mismo Redl.

Redl fue trasladado a Praga en octubre del año 1912 con el fin de ocupar su nuevo cargo de jefe de Estado Mayor del VIII Cuerpo del ejército. Como el nuevo destino ya no le permitía reunirse con agentes del otro bando sin levantar sospechas, las entregas de dinero empezaron a realizarse mediante correo postal.

Un día el servicio de correos devolvió uno de esos envíos, a nombre de un tal Nikon Nizetas, desde la oficina de Viena a la remitente de Eydtkuhnen, en Prusia Oriental, al finalizar el periodo de recogida sin ser entregado al destinatario, se abrió la carta.

Al abrirla el servicio postal encontró 6.000 coronas en billetes y una lista de direcciones, de modo que remitió la carta al servicio de inteligencia alemán. El comandante Walter Nicolai encontró en la lista dos direcciones austriacas correspondientes a espías rusos bien conocidos, así que remitió todo el conjunto al comandante austriaco Maximilian Ronge, subordinado de Redl y su sustituto al frente de la Oficina de Evidencias.

Ambos jefes de inteligencia contactaron, de forma conjunta, con el jefe de la policía de Viena, Edmund von Gayer, y le enviaron todo. Éste la dejó de nuevo en la oficina de correos, bajo vigilancia de dos agentes, y prohibió que fuera devuelta.

alfred Redl 6Tras un mes de espera, Redl recogió la carta el veinticinco de mayo de 1913, sin que ninguno de los dos policías estuviera presente, por lo que se vieron obligados a intentar rastrear al sospechoso.

Por pura suerte, durante el curso de su investigación encontraron la funda de un cortaplumas de bolsillo, que éste había perdido en un coche. Ubicando el destino de ese coche en un hotel, entregaron la funda a la dirección y pidieron ser avisados si alguno de los huéspedes preguntaba por la misma.

Luego esperaron en el vestíbulo del hotel. Cuando apareció finalmente un huésped reclamando la funda, los detectives se llevaron la sorpresa de su vida al reconocer a su antiguo jefe, el coronel Alfred Redl.

La situación era doblemente complicada para su antiguo superior directo, el jefe del Estado Mayor Central Franz Conrad von Hotzendorf. Por una parte, estaba la traición en sí misma, de extensión aún desconocida, que amenazaba con convertirse en un escándalo de proporciones difíciles de cuantificar, ya que tarde o temprano pondría al descubierto las omisiones incurridas por su Estado Mayor en la selección y examen de oficiales para posiciones claves en el mismo.

Frente a este estado de cosas, Hötzendorf ordenó mantener un hermetismo completo. Una delegación de oficiales, liderada por su antiguo subordinado Ronge, fue a reunirse en secreto con Alfred Redl en su hotel con la intención de sugerirle que se suicidara, y se llevaron otra sorpresa al encontrarle en plenos preparativos: sospechaba que había sido descubierto y no quería esperar a ser arrestado.

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Tras confirmarle que todo había sido descubierto, Redl dio una confesión a Ronge en la que afirmaba que entre los años 1910 y 1911 he trabajado para potencias extranjeras y sin cómplices. Después pidió un revólver y una bala. Se los dieron en mano, y abandonaron la habitación con destino a Praga. La madrugada siguiente, un investigador de la policía volvió a la habitación para certificar su muerte. Redl se había suicidado durante la noche pegándose un tiro.

Hötzendorf se mostró satisfecho con el resultado de las gestiones, y envió al emperador Francisco José I y a su heredero Francisco Fernado de Austria un telegrama a cada uno en el que informaba de que Redl se había pegado un tiro, hasta ahora por causas desconocidas. El emperador lamentó que se hubiera permitido que Redl muriera en pecado mortal.

Una delegación fue enviada de inmediato a Praga para registrar la casa de Redl y recoger posibles pistas. Llegaron aproximadamente al mediodía del veinticinco de octubre, horas después de que Redl se suicidara. Como era domingo, tardaron en encontrar a un cerrajero para que les abriera la puerta y cualquier otra cerradura de forma discreta.

Resultó que el operario finalmente contratado era, en sus ratos libres, jugador del FC Sturm Prag, y a causa del servicio intempestivo se perdió un partido importante, por lo que fue amonestado por su presidente, que además de ejercer en la junta directiva del club de fútbol, era corresponsal deportivo.

alfred Redl 7Al recibir las explicaciones de su jugador por la ausencia e identificar la dirección del coronel Redl, y leer el lunes siguiente la noticia de su inexplicable suicidio, unido a las veladas insinuaciones del cerrajero futbolista, por las que le parecía entender que se trataba de un asunto que mezclaba homosexualidad y espionaje, ató cabos.

La noticia que publicó el lunes, aunque hermética y llena de dobles sentidos para evitar la censura, levantó un enorme revuelo, no solo entre la comunidad periodística, sino también para el mismo Emperador y su sucesor.

El ministro de la Guerra “se vio obligado a admitir, tres días después, que Redl se había suicidado para evitar ser procesado “por su homosexualidad, y por haberse vendido a potencias extranjeras”. Sin embargo, siguió ocultando que se había empujado a Redl al suicidio y que se había pretendido encubrir el caso.

Las investigaciones posteriores de la policía vienesa demostraron que las cuentas bancarias de Redl empezaron a crecer de forma notable en fechas tan tardías como el año 1907, acumulando ingresos sin justificar por valor de 116.700 coronas, lo que dejaba en tela de juicio la declaración hecha por Redl la noche de su suicidio.

Sin embargo, resultó imposible precisar qué secretos había divulgado Redl a causa de no habérsele interrogado. El descubrimiento por parte del contraespionaje austriaco, de que Redl había estado cobrando grandes sumas de dinero ya desde el año 1907, les hizo lamentar amargamente el no haberlo mantenido vivo para interrogarlo por miedo al escándalo.

Acto seguido empezaron a preguntarse qué secretos podía haber revelado, y fueron bastante precavidos en ese sentido. Asumieron que los órdenes de batalla, las instrucciones de movilización, las medidas de contraespionaje en Galicia, las identidades de sus espías en los estados mayores enemigos, la correspondencia secreta, cualquier cosa que hubiera pasado por las manos de Redl, había sido revelado, incluyendo lo peor de todo: la entrega del plan de batalla austriaco contra Rusia.

Los documentos encontrados en casa de Redl no dejaban lugar a dudas. Posteriormente, fueron confirmados años más tarde por los historiadores rusos.

Desde el servicio secreto se atribuyó el exorbitante ritmo de vida de Redl a su homosexualidad, y se informó de que la autopsia posterior a su muerte había revelado que sufría sífilis desde hacía años, insinuando que su cerebro empezaba a presentar secuelas.

Al mismo tiempo, se intentó cambiar a toda prisa los planes operativos a los que Redl hubiera podido tener acceso, mientras se intentaba hacer creer a los rusos que seguían siendo válidos.

Lo cierto es que los más importantes lo fueron. Eran planes demasiado extensos, demasiado complejos, como para cambiarlos de forma efectiva en menos de un año, el tiempo entre su suicidio y el estallido de la guerra. Además estaba el tema de la información manipulada y la eliminación de espías peligrosos para Rusia.

Redl desenmascaró para los rusos al coronel del Estado Mayor Central ruso Kirill Petrovich Laikov, quien contactó con los austriacos ofreciéndoles nada más y nada menos que los planes de marcha rusos al completo para todo el futuro frente del este. El conde Adalbert Sternberg, diputado del Reichsrat, declaró tras la guerra:

“Denunció a todos los espías austriacos en suelo ruso de los que tuvo constancia, porque el caso del mayor de todos Laikov se repitió muchas veces. Redl entregó nuestros secretos a los rusos y evitó que nosotros consiguiéramos los suyos mediante espías. Así, en el año 1914, austriacos y alemanes desconocíamos la existencia de hasta 75 divisiones rusas, lo que constituía más que el ejército austrohúngaro completo.

Si hubiéramos tenido esa información, nuestros generales habrían tratado de impedir que nuestros mayores dignatarios firmaran la declaración de guerra”.

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El Estado Mayor ruso tenía pocas o ninguna duda sobre la validez y vigencia de los planes entregados por Redl, considerando que materialmente hubo poco tiempo para sustituirlos, y resultaron muy sorprendidos cuando las fuerzas austriacas lanzaron su contraofensiva a una distancia de 100 a 200 km del lugar esperado, lo que les llevó al doloroso impacto de las batallas de Krasnik y Komarów.

Tanto los cronistas de los últimos días del Imperio de los Habsburgos como los historiadores del espionaje concuerdan en calificar a Redl de architraidor:

Redl ha sido considerado de forma coincidente como uno de los mayores traidores de la historia. Sus actos causaron la muerte de algo más de medio millón de sus compatriotas. Se admite que la traición de Redl contribuyó a las derrotas que el Imperio austrohúngaro sufrió en todos los frentes en los primeros meses de la I Guerra Mundial.

El gran traidor, el coronel Alfred Redl