jueves. 28.03.2024
Retrato de Hildegarda

Hildegarda nace el 16 de septiembre de 1098 en Bermeraheim en el valle del Rin, en la zona de Renania Palatinado en Alemania.

Su familia pertenecía a la nobleza alemana y tenía una buena condición económica. Sus padres fueron Hildebert y Matilde, siendo la menor de sus diez hijos. Siempre sus padres tuvieron claro que estaría dedicada a la Iglesia, pues la consideraron como el pago del diezmo a Dios. Tuvo desde su nacimiento una constitución física débil. Padecía constantes enfermedades y era muy frecuente que tuviera visiones.

Siguiendo la mentalidad medieval, fue considerada como oblata y consagrada desde su nacimiento a la actividad religiosa. Para prepararla para la vida religiosa y ser bien educada fue entregada a Jutta de Spanheim, que era hija de noble. Jutta le enseñó el rezó del salterio, la lectura en latín aunque no a escribirlo con fluidez, la lectura de las Sagradas Escrituras y el canto gregoriano.

Este proceso educativo bajo la dirección de su noble tutora se realizó en el castillo de Spanheim. Cuando Hildegarda alcanza la edad de catorce años, sale hacia el monasterio de Disibodenberg, donde es enclaustrada.

Teniendo quince años ya relata algunas cosas vistas en sus visiones, lo que provocaba asombro a quien la oía. Preguntaba a la gente si también los demás tenían visiones como ella. La respuesta era siempre negativa. Lo que provocó que cada vez se hiciera más reservada.

Llama la atención, que el monasterio de Disibodenberg era de monjes, pero acogía a un pequeño grupo de monjas, todas ellas bajo la dirección de Jutta. La ceremonia de clausura de Hildegarda se celebró el uno de noviembre de 1112.

A partir de 1114, la sección femenina se transformó en un pequeño monasterio, para así poder acoger a las nuevas vocaciones, que en ese momento se estaban dando. Fue en este año cuando Hildegarda juró la regla benedictina, siendo el obispo de Otto de Bamberg quien le dio el velo.

Jutta muere en el año 1136, teniendo fama de santa por haber llevado una vida de total austeridad y ascesis, que se unía a largos ayunos y penitencias. Para sustituirla fue elegida por unanimidad Hildegarda que tenía entonces 38 años.

Hildegarda sufría desde los tres años visiones, que fueron cada vez más frecuentes durante su proceso educativo y que su tutora Jutta conocía. Vivía estas visiones conscientemente, sin perder los sentidos ni sufrir éxtasis. Hildegarda los describía como una gran luz donde se le representaban imágenes, formas y colores e iba acompañada de una voz que le explicaba lo que veía y a veces iba acompañada de música

Miniatura del siglo XII Con Hildegarda y su congregación

Estas visiones eran plasmadas por medio de ilustraciones en sus códices. En esta época podemos encontrar dibujos de otras personas con un contenido simbólico y alegórico parecidos a los de Hildegarda, con lo que su originalidad es más bien escasa.

Padecía una migraña con aura y que además sabía interpretar sus auras pero junto a esto podía tener algún tipo de trastorno delirante, que posibilitaba el acercamiento a Dios, pero no de Éste a Hildegarda. La migraña puede explicar perfectamente sus visiones e incluso sus éxtasis. Otra cosa son las representaciones que de tales visiones ella hacía, sin duda estaban sobreintrepretadas.

Muchos achacan estas visiones a los problemas de migrañas que padecía desde pequeña Hildegarda, sin embargo algunos dudan de esto pues consideran que sus visiones están muy estructuradas.

Tras considerar sus visiones y sus estados extáticos, y teniendo en cuenta las explicaciones que se han dado a los éxtasis de otros ilustres personajes místicos, se plantea, que tenía una combinación de enfermedades, como la epilepsia o el trastorno delirante, ello no es óbice para valorar la grandeza de su obra y de su persona

Las visiones más fuertes le vinieron en el año 1141. A partir de aquí le ordenaron escribir las que tuviera. Escribió su primer libro con el título de Scivias (conoce el camino) que lo terminó diez años después. Para esta escritura contaba con la ayuda de Volmar, que era monje de Disibodenberg y la monja de su convento Ricardos de Stade.

El Scivias fue impreso por primera vez en París en el año 1513 en un libro que además contenía escritos de otros autores. Posteriormente se imprimió en el año 1628 en Colonia. Su “liber vitae meritorium” es una descripción pintoresca de la vida de un cristiano virtuoso y de su contrario. El Liber divinorum operum es una contemplación de toda la naturaleza a la luz de la fe.

El Sol, la luna, las estrellas, los planetas, los vientos, los animales y el hombre, son en sus visiones, expresión de algo sobrenatural y espiritual, y como ellos vienen de Dios deben conducir a Él. Su Carta a los prelados de Maguncia responde al cuestionamiento de su convento por parte de las autoridades

Códice de Wiesbaden

Hildegarda desarrolló varias formas de escritura, el tratado teológico, el hagiográfico, el epistolar y el tratado médico. Destacando sus obras visionarias, en las que hace un uso de la alegoría ética-religiosa, que aunque era frecuente en aquella época, le diferenciaba del resto por usar símbolos poco frecuentes.

Hildegarda, tuvo mucho reparo en publicar estas visiones, para lo cual pidió consejo a Bernardo de Claraval, contestándole éste que debía reconocer este don como una gracia y a responder a él ansiosamente con humildad y devoción.

El arzobispo de Maguncia la tenía bajo su jurisdicción, mandó una comisión al Papa Eugenio para informarle de las visiones y lograr que declarara sobre la naturaleza de tales dones.

En aquellos momentos 1147-1148 se estaba celebrando el Sínodo de Tréveris. Se creó un comité de teólogos presidido por el obispo de Verdún, Albero de Chiny, que aprobaron parte del Scivias. El propio Papa Eugenio leyó públicamente algunos textos del Scivias y declaró que eran consecuencia de la participación del Espíritu Santo.

Este hecho hizo que Hildegarda ampliara su actividad literaria al campo epistolar. Manteniendo correspondencia con grandes personajes del momento como su amigo Bernardo de Claraval, Federico I Barbarroja, Enrique II de Inglaterra o Leonor de Aquitania, los cuales solían pedirle consejo.

Participó en las discusiones políticas y religiosas que enfrentaban a la Iglesia de Roma con el emperador Federico I, apoyando abiertamente a la Iglesia. Por eso, gran parte de su correspondencia epistolar estaba destinada a emperadores, reyes, obispos, Papas y otras eminencias de la iglesia.

Entre las influencias más destacadas recibidas por Hildegarda tanto a nivel teórico como literario, cabe destacar las Sagradas Escrituras a través de la Vulgata, destacando sobre todo el evangelio de San Juan y el Apocalipsis. También tuvieron mucha importancia algunas obras de la patrística latina, entre ellos San Agustín y San Isidoro de Sevilla.


Miniatura realizada por la abadesa

En el año 1148 fundó un nuevo monasterio cerca de Bingen, donde trasladó a toda su comunidad de esta manera consiguió emanciparse de los monjes de Disibodenberg. Pero el abad del convento se opuso a tal salida. Tuvo que pronunciarse el arzobispo de Maguncia sobre dicha separación. La madre de la monja que le ejercía de secretaria, la marquesa de Ricardis de Stade convenció al arzobispo para que autorizara dicha separación.

Hildegarda fundó un nuevo convento en Rupertsberg en el año 1150, del cual se convirtió en abadesa. Posteriormente su monja secretaria Ricardos de Stade la abandona para dirigir como abadesa el convento de Bassum en la región de Sajonia, lo que le provocó una gran decepción.

De la época en torno a 1150 aparecen dos libros dedicados al mundo de las ciencias naturales, el primero Physica o Liber Simplicis Medicine y el segundo sobre medicina “Cause et cure” o Liber Composite Medicine. En ellos expone una gran cantidad de conocimientos cobre el funcionamiento del cuerpo humano, así como el uso del herbolario y otros tratamientos médicos basados en las propiedades de las piedras y los animales.

Hildegarda presentó un estudio sobre el cannabis, haciendo hincapié que una de sus propiedades aliviaba las cefaleas. Actualmente, se considera que el cannabis tiene un gran futuro en el tratamiento de la migraña.

Hildagarda considera al hombre como centro del mundo creado por Dios y partícipe de su obra redentora. El Hombre hecho a semejanza de Dios, posee un gran parecido al cosmos. Esta semejanza la podemos comprobar a nivel corporal, pues podemos distinguir partes aéreas, acuosas, calidad... Hombre y cosmos interactúan y se rigen por el orden divino. El cosmos puede interpretarse como una fuente de sabiduría para enseñar al hombre a amar a su Dios y a guardar la rectitud moral. Ambos están destinados a volver a Dios, pero se diferencian en que el hombre puede rebelarse a este destino

Alcanzó tal nivel la fama de Hildegarda en esa época que Federico I Barbarroja, le invitó a su palacio en Ingelheim, con el que se entendió a la perfección. Esta amistad hizo que el rey otorgara un edicto de protección imperial a perpetuidad al monasterio de Rupertsberg.

A partir de 1963 escribe durante diez años “Liber dininorum operum” donde sigue recogiendo sus visiones. En estos momentos Hildegarda además de la vida contemplativa y su faceta de escritora, añade una segunda fundación el monasterio en Eibingen (1165). En esta época era frecuente que Hildergarda hiciera viajes por el país, para dedicarse a la predicación, lo cual llamaba muchísimo la atención por su condición de mujer.

Sus predicaciones giraban en torno a la redención del ser humano, la conversión y la reforma del clero y criticaba con gran dureza la corrupción eclesiástica. Se opuso con gran contundencia a la herejía de los cátaros.

Realizó cuatro viajes: el primero fue a Maguncia y Wurzburgo entre los años 1158-1159, el segundo a Tréveris y Metz en el año 1160, el tercero siguió el curso del río Rin llegando hasta la ciudad de colonia en los años 1161-1163. El cuarto y último fue entre 1170-1171 y recorrió la región de Suabia

Tuvo una participación muy activa en el cisma por la elección del antipapa Víctor IV que contaba con el apoyo del emperador Federico I Barbarroja, que estaba enfrentado al Papa romano Alejandro III. Hildegarda no se cortó para nada y se enfrentó a este antipapa y al propio emperador.

Hildegarda tuvo que hacer frente al final de su vida a una durísima situación en el año 1173, porque su comunidad dio sepultura en el propio cementerio de la comunidad a un noble que había sido excomulgado por la Iglesia. El derecho canónigo prohíbe el entierro a no creyentes en suelo sagrado. Ella se negó a exhumar el cadáver. Ante la ausencia del arzobispo de Maguncia Cristian que se encontraba en Roma, los prelados de dicha diócesis acordaron la prohibición del uso de campanas en el monasterio. así como los instrumentos de los cantos en la vida y liturgia del monasterio.

Visión del pecado original

Hildegarda muere el 17 de septiembre de 1179 cuando tenía 81 años. Sus restos mortales fueron enterrados en el propio monasterio de Rupertsberg, hasta que en el año 1632 fue destruido como consecuencia de la Guerra de los Treinta Años. Entonces sus restos fueron trasladados y Colonia, posteriormente a Ebingen donde actualmente reposan.

El Papa Gregorio IX procedió en el año 1227 a la apertura de un proceso de canonización, pero este nunca se terminó, Posteriormente, fue Inocencio IV quien también inició el proceso de canonización pero tampoco lo concluyó. Sí se le inscribió en el Martirologio romano incluyendo su nombre en algunas letanías.

Juan Pablo II, en el ochocientos aniversario de su muerte hablo de ella como profetisa y santa. Ya en el año 2006, Benedicto XVI habló de Hildegarda como santa y la calificó como una de las grandes mujeres de la cristiandad junto a Catalina de Siena, Teresa de Ávila y Teresa de Calcuta.

Está considerada como una de las personalidades más importantes del mundo occidental. Una de las mujeres más influyentes de la Baja Edad Media y la que mejor supo ejemplificar el ideal del mundo benedictino. Fue una mujer dotada de una gran cultura, profundamente comprometida en la reforma de la Iglesia. Fue una de las escritoras de mayor producción de su tiempo.

Hildegarda de Bingen, la vidente