domingo. 19.05.2024
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Fotograma de la película.

Torres-Remírez | @jostorresremrez

Carlota Pereda sorprendió a todos los espectadores hace un par de años con su cortometraje “Cerdita” (2018). Y mayor fue la sorpresa cuando el año pasado consiguió transformarlo en un largometraje digno de la mejor tradición del terror rural con puros toques de slasher. Y ahora ha vuelto a la carga aumentando la apuesta en “La Ermita” (2023).

Los ingredientes que dispone Pereda ante esta nueva incursión tras las cámaras no pueden ser mejores, empezando por la gran Belén Rueda, que de un tiempo a esta parte se está especializando en papeles dentro de películas de terror o de suspense. También se cuenta con una poderosa y temida leyenda negra que sobrecogerá al espectador. Sin contar con la actuación de Maia Zaitegi, la niña de la película. Su actuación no sólo devora la de sus compañeros en pantalla (la de la propia Belén Rueda, la de la inigualable y siempre fantástica Elena Irureta y la de Josean Bengoetxea), sino que en ocasiones el espectador llegará a estar convencido de que, de verdad, Maia ha visto fantasmas durante el rodaje. Y todo ello en un pequeño y aislado pueblo en las montañas de las mágicas provincias vascas.

Los ingredientes están, lo que no hay es un guion que lo sostenga. Ignoro si la premura ha sido una idea de los productores para arrastrar a los espectadores que aún recordamos con buen sabor de boca “Cerdita” o todo se debe a problemas en el rodaje; pero la película no sabe definirse pasados los primeros quince minutos. Tras lo oído sobre Carlota Pereda y su trabajo minucioso en la dirección y en los guiones, la falta de esfuerzo no ha sido la causante de este desaguisado que nos han vendido.

La película tiene dos almas o dos ideas muy diferenciadas. La primera, el terror más becqueriano que hace sumergirse al espectador en una leyenda terrorífica. Por el otro, nos muestra el mayor miedo que puede tener una persona: quedarse solo. Traducido a los ojos de una niña pequeña: quedarse huérfana de madre. Ambas ideas respetables y defendibles ante la cámara. El problema reside en que no se ha decidido por ninguna de ellas.

La indefinición, o el no tomar un camino u otro, hace que esta película la hayamos visto más veces y con mayor presupuesto, lo que desluce, inmerecidamente, a “La Ermita”. Pereda nos cuentan una idea que Bayona plasmó en “Un monstruo viene a verme” (2016), pero abrazando su lado más dramático. O, el propio Bayona defendió en “El orfanato” (2007) dejando, principalmente, la vertiente del miedo.

Y aunque esta indefinición es una rémora durante toda la película, se agrava por culpa de un trailer que en ningún momento enfrenta al espectador ante el drama familiar que se va a vivir en los 100 minutos de metraje. Por lo que no es de extrañar que las decepciones de los espectadores sean mayores. Las expectativas son un arma peligrosa. El cinéfilo tiene altas expectativas con Carlota Pereda por su impresionante debut con “Cerdita”, y si esta película no alcanza sus expectativas sólo él es el responsable. Sin embargo, cuando el público en general ve una campaña tan potente en medios de comunicación y en redes, y le venden exclusivamente una cinta de terror, la responsabilidad de no cumplir con las expectativas recaerá en el largometraje, recibiendo peores críticas de las que mereciera.

Mención especial merece un actor que hasta el momento ha pasado inadvertido. Me refiero a Josean Bengoetxea. Este actor no tiene aún el cartel de secundario de lujo, ni siquiera el de secundario, es más bien un simple actor de reparto o para hacer hueco en numerosas series y películas nacionales. Así ha sido hasta ahora. Sin embargo, en esos pequeños papeles que pasan inadvertidos, ya hacia muy bien su oficio e incluso plantaba cara a los actores protagonistas. El acierto de Pereda de darle en esta cinta un papel más protagonista ha sido clave para la verosimilitud de la trama. Aquí no servía cualquiera. Era una elección de casting muy arriesgada y la apuesta ha salido bien. Ignoro si esto servirá para dar un impulso a la carrera de Bengoetxea, no tanto en cantidad de trabajo, sino en importancia de personajes, pero espero que así sea y verle más. España tiene muy buenos actores y hay que evitar lo que es una costumbre, que cuatro o cinco se repartan los principales. Bengoetxea, calienta que sales.

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No menciono a Maia Zaitegi por dos simples motivos: el primero es porque ya el resto de la critica especializada ha caído rendida a los pies de esta jovencísima actriz. Y el segundo es que sería imposible glosar en una crítica cada acierto de actuación de Zaitegi. Ambas almas de la película, la terrorífica y el drama familiar, se sostienen exclusivamente en ella. Más aún, en contados momentos la película podría irse hacia la serie B si no fuera porque en dichas escenas está Zaitegi para evitar esa deriva.

Por último, la perdida de un familiar o el proceso por el cuál se conoce que sobrevendrá la pérdida es inenarrable. Una cruel broma al no poder detener el tiempo. Una sensación de impotencia que provoca, a la par, ganas de llorar y de gritar. Y todo ello está escondido en la película bajo el deseo de una niña de aprender a ser médium. El espectador no es tonto. Conoce el sufrimiento. Y a veces, por el miedo a que una película la llamen “sensiblera”, no muestra todo lo que debería mostrar. Un abrazo, una lágrima, una caricia y una mirada de adiós. Todo ello nos lo cercena la cinta, pero a cambio no aporta mayor carga de terror. Dejando el tercio final con dos historias mal cerradas.

'La ermita': de terrores locales, a miedos universales