viernes. 19.04.2024

Haciendo un enorme esfuerzo de concentración, cogió la esquirla de piedra y comenzó a trazar rayas que surcaban la pared. Con cada firme repetición del trazo, la raya se convertía en surco y el surco era visible y generaba sombra en la profundidad de su pequeño valle. Ajeno a la excitación contenida que notaba detrás, siguió el proceso durante horas y durante los oscuros días del invierno que les encerraba en la cueva. Y con los meses, los trazos tomaron formas sinuosas o quebradas; círculos amables formados de varios trazos, puntos que unían rayas paralelas y cuando se separó de la pared, por enésima vez, pudo sonreír satisfecho con su obra.

La tribu entera temblaba viendo la pared nueva; una pared que ahora no conocían y que se presentaba como una amenaza mágica ante ellos. No sabían lo que significaba ni lo que el autor había querido expresar con todos aquellos signos, pero percibían claramente el inmenso poder que encerraban.

Mañana. Mañana, cuando el sol se pusiera tras el primer día del ciclo de la nueva vida, con la hoguera grande y la tribu reunida, la explicación de esa magia les daría tanta seguridad como miedo les generaba ahora. Siempre había sido así y esperaban que esta vez fuera igual.

Llegó el día y pasaba lento, detenido por la excitación y la inquietud; como si ambas formaran una barrera que el sol no podía forzar. Pero la noche llegó por fin y los niños trajeron la leña y en la cámara del fondo de la inmensa cueva las mujeres acumularon comida para celebrar la vida nueva, cuando los brotes salían de la tierra y les devolvían la fuerza perdida en el invierno.

Comieron y las voces se apagaban cuando el chamán se levantó y se acercó a la pared que todos fingían ignorar. Entonces llegó el silencio absoluto y el chamán comenzó a moverse y a hablar con cariño a la tierra que se erguía vertical formando la pared:

De tu piel arrugada brotará el agua y bajará hacia nuestra cueva. Y bajará como yo he pintado pues tú me obedeces y el agua no se saldrá de las dos rayas que yo he marcado, tierra. En los bordes del agua beberán las bestias que nosotros cazaremos como tú quieres que cacemos, sin matar a las madres ni a las crías; y las bestias se acercarán mansas a beber el agua que yo he pintado. Y tú, tierra, llenarás de frutos los árboles que yo he pintado y las mujeres irán a recogerlos allí donde yo he pintado. Y el chamán contó a la tribu el significado de cada trazo, de cada figura, de cada punto y de cada surco que él había hecho en la pared para ordenarle a la tierra que hiciera un mundo bueno para los hombres.

Y la tierra entendió la explicación y obedeció y cuando la tribu salió de la cueva el mundo era nuevo y el agua bajaba por el río sin desbordarse y los animales bebían en sus riberas y los frutales que formaban el bosquecillo de la ladera de la cercana montaña, estaban llenos de flores que esperaban hacerse frutos.

Y el chamán descansó sabiendo que el mundo que había ordenado hacer seguiría alimentando a la tribu mientras el mapa no se borrara de aquella pared. Desde entonces, la humanidad ha intentado hacer el mundo dibujando miles de mapas, pero la pared se borró y la tierra ya no obedece las órdenes de los hombres.

El Hacedor del mundo