sábado. 27.04.2024
Lolita Flores
Lolita Flores

Ainhoa Mela | @ainhoacriticas

Seguir la estela del gran Federico García Lorca es una tarea que se antoja casi imposible para todo creador que se quiera sumergir en una de las obras emblemáticas de nuestra literatura. La sombra de “La casa de Bernarda Alba” es alargada y más la de uno de sus personajes estrella: la gobernanta de aquel hogar que Bernarda dirigía con mano de hierro. 

Lorca ya nos dejó vislumbrar la esencia de una mujer voraz y deslenguada que refunfuñaba entre los muros gruesos y blancos de la casa de Bernarda contra una familia a la que servía con devoción y hastío.

Pero para Luis Luque, autor y director de la obra, Poncia ya no se calla nada. A través de soliloquios el ama de llaves ajusta cuentas con todos los personajes de la trágica historia: desde la pobre Adela, pasando por Bernarda, su madre Josefa hasta Pepe el Romero, nadie se escapa de ser sentenciado por una mujer que se desnuda sobre el escenario.

La sombra de “La casa de Bernarda Alba” es alargada y más la de uno de sus personajes estrella: la gobernanta de aquel hogar que Bernarda dirigía con mano de hierro

La Poncia de Luis Luque nos adentra aún más en la compleja dinámica entre las mujeres de la casa de Bernarda. Cada uno de los personajes femeninos despierta en Poncia sentimientos diferentes: desde la simpatía y la pena por Adela, pasando por la lástima que despierta en ella Josefa, la madre de Bernarda, para acabar con la rabia y el odio que siente por la matriarca y su hija Angustias, a quien culpa de los males que acabaron con su hermana Adela. 

Poncia habla con fantasmas entre las sombras y nos hace testigos de excepción del drama que llevó al suicidio de Adela huyendo de la narración lineal con la que Federico García Lorca nos narró las desdichas que se sucedieron en la casa de Bernarda Alba. Respetando las intervenciones de La Poncia de Lorca en su obra original, nos adentramos en el alma de una mujer que ve completa su esencia y su historia en el texto de Luis Luque. Gracias a él sabemos que a Poncia le gustaba el mar el cual sólo vio una vez y que pensaba acabar sus días en casa de sus hijos muy lejos de esa Bernarda que tanto tormento le daba.

A través de 70 minutos de monólogo, podemos admirar la clase, arrojo y garra de una actriz [Lolita] que demuestra ser una auténtica maestra sobre el escenario

Con una puesta en escena simple pero dramática y bella al mismo tiempo, el texto de Lorca y Luis Luque brilla con luz propia y el alma de Poncia se hace presente a través de una Lolita que encarna magistralmente al mítico personaje. A través de 70 minutos de monólogo, podemos admirar la clase, arrojo y garra de una actriz que demuestra ser una vez más una auténtica maestra sobre el escenario. Dolor, rabia, odio, pena, compasión; ninguna emoción se le resiste a una Lolita que con su voz y su presencia cómo unico medio nos lleva a una casa hecha de sábanas. 

Sin apenas escenografía y con un vestido negro como único vestuario Lolita no solo dicta sentencia en cada acto, sino que también habla sobre temas tan presentas en la casa de Bernarda Alba como en la sociedad de hoy en día. El suicidio, la culpa, la diferencia de clases, la educación de la mujer o la masculinidad tóxica de los hombres pequeños que se creen gigantes son cuestiones que llenan esta historia excepcional que Lolita y Luis Luque han sabido redescubrir.

Los riesgos eran muchos, pero todos son sorteados con nota en Poncia que hace justicia a una de nuestras joyas teatrales y hace brillar a uno de esos míticos personajes secundarios que bien merecían ya ser la protagonista de su propia historia. 


Será representada en el Teatro Español desde el 3/11 hasta el 3/12

Poncia: Lolita brilla en una obra con un Lorca omnipresente