sábado. 20.04.2024

El alma humana, al desnudo

SUSANA IVÁN
Una forma perfecta de conocer a Francis Bacon en su totalidad es contemplar los 62 lienzos y objetos de archivo que ha reunido el Museo del Prado, una exposición que permite admirar la evolución de un pintor autodidacta que ha marcado el siglo XX.
NUEVATRIBUNA.ES | 6.2.2009

Quizás no sea la exposición más calmada de la temporada, pero sin duda es una de las más interesantes. Por los temas elegidos, por la técnica, pos sus colores, por obligarnos a ser algo más que meros paseantes entre lienzos. Por removernos y cuestionarnos a cada pincelada. Porque a diferencia de muchos clásicos, entre cuyas obras podemos pasear con tranquilidad, cada una de las obras de Francis Bacon que aloja el Museo del Prado exige una contemplación concentrada, una mirada atenta y un examen minucioso.

No quiere eso decir que para disfrutarla haya que tener grandes conocimientos en Historia del Arte, sino que, “simplemente”, cada lienzo atrapa, sumergiéndonos en la realidad del pintor, en su búsqueda de la vida en la muerte, en su estudio del dolor, la violencia y la angustia, del miedo, la tensión y el aislamiento del ser humano, reflejo en algún momento de su propia situación personal.

Influido por Goya, Munich, Van Gogh y Picasso, entre otros muchos, jamás tomó parte de ningún movimiento artístico, en cuanto que su pintura no podía ser encuadrada en ningún estilo más que el suyo propio. En un momento en el que el Pop Art triunfa en el mundo y Andy Warhol trascendía su propia obra para convertirse en un icono del siglo XX, el angloirlandés Bacon se abría camino en las galerías, los museos y la historia del arte con sus variaciones sobre el Retrato de Inocencio X de Velásquez. Su reinvención del clasicismo frente al deseo de innovar de Warhol, la austeridad y discreción de Bacon, en cada una de las facetas de su vida, contra el colorido y la extravagancia del norteamericano.

Porque cuando las obras de Bacon comenzaron a salir a la luz, horrorizaron a un público deseoso de pasar página a la tragedia de la Segunda Guerra Mundial. Su capacidad de plasmar en cada pintura la angustia, la fragilidad, las pasiones y pulsiones de los hombres quizás resultaron excesivas para un mundo que contemplaba con sus propios ojos, no a través de la imaginación, cómo de negra podía ser el alma humana. La polémica y el escándalo persiguieron la obra de Francis Bacon desde entonces, dotándola de una aura de malditismo que tanto eleva la consideración y fama de cualquier artista. Sólo que en este caso el reconocimiento al artista y su obra son más que merecidos.

El Museo del Prado ha querido rendir homenaje al dublinés criado en Londres reuniendo un buen abanico de sus obras, de forma que la exposición permite admirar la evolución de un pintor autodidacta que ha marcado el siglo XX. Animal, Zona, Aprensión, Crucifixión, Crisis, Archivo, Retrato, Memorial, Épico y Final son las 10 temáticas bajo las que se dividen los contenidos de esta muestra, 62 lienzos y objetos de archivo entre los que destacan “Tres estudios de figuras al pie de una Crucifixión”, “Tres estudios para un retrato de George Dyer”, “Tríptico inspirado por el poema de T.S. Eliot ‘Sweeney Agonistes”, “Sangre en el suelo”, “Estudio del cuerpo humano” o las ya mencionadas reinterpretaciones del retrato del papa de Velázquez. Facsímiles, revistas, ejemplares de libros, materiales fundamentales en su evolución como artista completan esta exposición, encuadrando al pintor y su obra en la época convulsa en que se gestó y en sus elecciones personales. Una forma perfecta de conocer a Francis Bacon en su totalidad.

(La exposición estará en el Museo del Prado de Madrid hasta el 19 de abril)

El alma humana, al desnudo