jueves. 28.03.2024

Titulado superior en Arte Dramático, doctor en Filología Hispánica, mi amigo el profesor José Luis González Subías es una de las personas que más sabe sobre el teatro español del siglo XIX y ha publicado un libro único sobre el teatro español… de todos los tiempos. El teatro español escrito en español, matizo. Sé bien de la calidad de ese libro (Literatura y escena. Una historia del teatro español) porque yo mismo me responsabilicé inicialmente de su edición felizmente llevada a buen término por Punto de Vista Editores. Sí, he escrito sin tapujos mi amigo porque además lo es casi desde que tengo uso de razón. González Subías, lo escribo ya porque no quiero que se olvide, dirige un magnífico blog teatral, La última bambalina, que si se es un verdadero amante del teatro es muy recomendable seguir.

Le propuse charlar con motivo de la publicación de su historia del teatro español, aceptó y nuestra conversación fue algo tal que así…


literaturaescenaJosé Luis Ibáñez Salas: -Es muy emocionante leer a alguien con el que has crecido escribir con la categoría literaria que tú lo haces. Lo sabes porque te lo he dicho varias veces. ¿Desde cuándo escribes? ¿Qué te llevó a hacerlo?

José Luis González Subías: -Mi primer y verdadero contacto con la literatura se produjo algo tarde, al acceder a la RESAD, la Real Escuela Superior de Arte Dramático y Danza, con 18 años, tras haber cumplido como voluntario el servicio militar (fui prematuro en esto). Hasta entonces, mis únicas lecturas, además de las obligatorias para un estudiante de Bachillerato (que abandoné sin concluir, en aquella primera etapa de mi formación) en aquellos años, habían sido cientos y cientos de cómics y tebeos, que devoré con ansia y verdadero placer durante toda mi infancia y adolescencia, de los que conservo un bello recuerdo y estoy seguro de que formaron y prepararon al futuro lector que sería más tarde.

También en aquellos lejanos años de adolescencia y mi primera juventud comencé a escribir mis primeros textos, en forma de canciones y algunos poemas, a los que llegué por una temprana inclinación artística (inicialmente volcada en la música) y como un medio de liberación, una forma de escapar de una realidad que comenzaba a resultarme amenazante y limitadora. Vamos, como creo que le ocurre a cualquier jovencito o jovencita amigo de la imaginación y de los sueños.     

JLIS: -Recuerdo cuando nos intercambiábamos tebeos, perfectamente. ¿Cuáles fueron tus primeras lecturas librescas?

JLGS: -Todas las series de la colección Bruguera, especialmente Mortadelo y Filemón, me fascinaban. También esas ediciones más cuidadas de Astérix, o Tintín… Tengo el lejano recuerdo de unas Hazañas Bélicas (creo que así se llamaban) y un Sargento “Gorila” (quizá tú lo recuerdes mejor, porque por entonces leíamos casi las mismas cosas). Me vienen a la cabeza otras obras en formato ya de libro: algunas historias de Sherlock Holmes; dos volúmenes de Emilio Salgari, donde me enamoré de Sandokán y sus piratas malayos, con bellas ilustraciones a todo color; unas aventuras de Ulises donde fijé para siempre mis imágenes de la guerra de Troya y del regreso a Ítaca del aquel famoso héroe caracterizado por su astucia y cuyo arco solo podía tensar él… Pero de todas mis lecturas de barrio, las compradas semanalmente en el quiosco, mis preferidas fueron siempre la de El Corsario de Hierro y El sheriff King. Más tarde llegarían los héroes de Marvel, con aquel Spiderman en el que muchos nos veíamos reflejados y en quien, en lo más recóndito de nosotros, deseábamos convertirnos.   

El teatro es capaz de acoger en un mismo espectáculo todas las manifestaciones artísticas imaginables y posibles

JLIS: -Como bien sabes, yo no soy muy aficionado al teatro. Pero soy capaz de entender qué es lo que te atrae de él. Si me lo explicas, claro.

JLGS: -Mi llegada al teatro fue puramente casual. Acababa de licenciarme de la mili, como te comenté antes, y por entonces, que ya daba conciertos con mi primer grupo, tenía previsto dedicarme a la música; así que decidí matricularme en el Conservatorio para estudiar piano. Ya había desistido de hacerlo, al encontrar una cola inmensa que daba la vuelta completa al Teatro Real, donde se hallaba entonces este, cuando, al alzar la vista, comprobé que en el mismo edificio se encontraba la Real Escuela Superior de Arte Dramático y Danza de Madrid. No iba a irme de allí sin matricularme en algo. No me veía bailando El lago de los cisnes, pero sí me imaginé protagonizando algunas de esas historias que había leído tantas veces y a esos actores de la pantalla que eran como spidermans del celuloide. Y ahí empezó todo.

Mi relación con el teatro fue durante mucho tiempo confusa. En la RESAD me llamaban el músico (mi primer disco lo grabé estando en ella) y entre los músicos de la “movida” yo era un teatrero. Lo cierto es que, al acabar mis estudios en la RESAD, una de mis dos facetas se impuso; mientras mis compañeros comenzaban a abrirse paso en ese difícil mundo de la escena, yo me lancé con fuerza a las canciones y no tardé en alcanzar el premio más prestigioso entonces en España, el Trofeo de Rock “Villa de Madrid”. Aunque mi interés por el teatro decayó durante unos años, su veneno ya estaba bien inoculado en mí. Por eso, cuando años después, tras completar mis estudios de Filología Hispánica (fue en la RESAD donde descubrí la verdadera literatura, especialmente la dramática, y me enamoré de ella), decidí hacer el doctorado, el tema de mi tesis surgió de manera natural: el estudio de un dramaturgo olvidado, de un período por el que sentía un especial interés y cuya literatura siempre me ha atraído: el Romanticismo. Así retomé mi pasión por el teatro, si bien desde una perspectiva muy diferente a la de mi formación inicial como actor, la del estudioso.

Pero no creo que te haya explicado aún qué es lo que me atrae del teatro, disculpa. Te lo resumiré fácilmente: es una expresión artística capaz de englobar todos los géneros literarios, más allá del estrictamente dramático (poesía y narrativa, incluso el discurso ensayístico), en una reducida extensión, tanto en el número de páginas, si se trata de la lectura de una obra impresa, como en el tiempo real de duración de esta sobre un escenario. En este último caso, además, cuando el texto cobra vida, el teatro es capaz de acoger, en un mismo espectáculo (siempre efímero e irrepetible), todas las manifestaciones artísticas imaginables y posibles: desde la danza a la música o el canto, y todas las artes plásticas y visuales que han ido incorporándose a la escena hasta nuestros días.     

JLIS: -¿Para qué sirve el teatro? (Me encanta hacer esta pregunta cuando alguien sabe mucho sobre algún asunto. ¿Para qué sirve la Historia? es una pregunta que le formulo a menudo a otros historiadores.)

El teatro sirve y ha servido para fines muy distintos, dependiendo del momento histórico de que estemos hablando

JLGS: -Podría darte una respuesta quizá más solemne, destinada a vender la importancia y necesaria existencia de un arte que lleva conviviendo con el hombre (y la mujer, aunque no siempre ni en todas las culturas) quizá desde que la humanidad existe (no nos pongamos estupendos; digamos que, al menos, desde la antigua Grecia); pero no voy a hacerlo. Entre otras cosas, porque no es tan fácil establecer una finalidad, de forma unívoca, para una práctica que pervivido, con notables altibajos, durante más de veinticinco siglos. Lo cierto es que el teatro sirve y ha servido para fines muy distintos, dependiendo del momento histórico de que estemos hablando. Una de sus más sólidas raíces, la oferta de un entretenimiento a cambio de un dinero (esta es la base del teatro comercial), se encuentra hoy en bastante descrédito (como ocurrió ya en el siglo XIX) por parte de quienes consideran el teatro como un arte que debe ser protegido (sería imposible la subsistencia de ese teatro “artístico” de otro modo).

En uno de los momentos más interesantes de la historia del teatro, se dijo que este era una escuela de costumbres, afirmación tras la que subyacía el sentido didáctico que los ilustrados creadores de esta pretendían otorgar a la escena; y sin duda ha ejercido como tal durante siglos. No solo como escuela, sino también como espejo en el que la sociedad se ha visto retratada. Pero también la escena, especialmente en las últimas décadas, se ha convertido en una escuela de opinión, que, desde un posicionamiento “comprometido” con determinadas causas humanas y sociales, fuertemente ideologizado, ha tratado de influir en la voluntad y en las ideas de un nuevo público mayoritariamente afín a estas, que encuentra sus ideas reafirmadas en ese espejo que sigue siendo la escena.    

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José Luis González Subías. (Foto: SGAE)

Admiro incondicionalmente a las gentes del teatro y su profesión

Personalmente, admiro incondicionalmente a las gentes del teatro y su profesión porque reconozco en ellos a aquel soñador que fui, y han sido capaces de mantener vivo su sueño a pesar de las dificultades que entraña abrirse paso y mantenerse en una profesión como esta. Y admiro especialmente a los actores; su capacidad para dar vida, con su cuerpo y su voz, a otros seres que cobran existencia durante el tiempo que dura el espectáculo; y pueden, a partir del control de sí mismos, controlar los sentimientos y las emociones de quienes los contemplan. Se trata de un acto de carácter casi divino. Me resulta asombrosa también su capacidad para memorizar tantos y tantos textos a lo largo de tantas vidas. ¡Cuánto saber debe de esconderse tras sus ojos!  

JLIS: -Cuando empezaste a acudir a los teatros se representarían más habitualmente un tipo determinado de obras, ¿qué diferencia hay entre aquéllas y estas que estás viendo en los últimos tres años?

JLGS: -La distancia que aporta el tiempo a las cosas es mucho más que temporal, es también emocional, experiencial… No tengo la impresión de que el teatro que se hacía en los años ochenta del siglo pasado sea tan distinto al de hoy; pero de lo que no tengo la menor duda es de que yo sí he cambiado, y mucho, por lo no puedo comparar objetivamente la calidad de la escena de aquel tiempo con la de hoy; probablemente las impresiones que obtuve entonces serían otras si viera aquellas obras con mis actuales ojos. Ahora bien, mis lecturas posteriores de los textos dramáticos escritos en aquel tiempo me han mostrado un interesante período teatral, en el que se manifestaban distintas tendencias genéricas, algunas de las cuales han terminado afianzándose en el tiempo, como es el caso del teatro de concienciación social y política.  

El teatro parece haber vuelto desde hace algún tiempo a respirar

Lo cierto es que, si durante un tiempo fui muy escéptico con el futuro de la escena, ante el alejamiento del público, fruto del desinterés por lo que se le ofrecía y el reclamo de otras alternativas de ocio más atractivas, el teatro parece haber vuelto desde hace algún tiempo a respirar y ha encontrado su sitio y un público que responde a sus propuestas. La oferta teatral de los últimos tres años muestra una asombrosa variedad y riqueza, la juventud (una cierta juventud) frecuenta las numerosas salas que proliferan en Madrid (hablo desde la capital) y nuevas generaciones de directores, actores y dramaturgos con una excelente preparación, llenos de entusiasmo y nuevas ideas, tiran con fuerza de un teatro que no solo en los grandes espacios, donde los medios técnicos se han multiplicado, sino en las pequeñas salas, donde el ingenio suple la opulencia técnica, percibo ganas y mucho futuro (a pesar del lógico cansancio y desencanto de algunos, normalmente con más años de experiencia). Si los jóvenes apuestan por el teatro, entonces no habrá nada que pueda con él.   

El teatro ha impregnado toda mi vida

JLIS: -Eres también profesor de Secundaria y músico. ¿Cuánto hay de teatral en tus clases y cuánto en tus canciones, en tus actuaciones?

JLGS: -El teatro ha impregnado toda mi vida. Cuando doy una clase soy un actor interpretándose a sí mismo ante su público. Mi formación actoral me ha servido de mucho para enganchar a mis alumnos, especialmente cuando llegaba el momento de “deslumbrarles” y emocionarles explicando literatura y leyendo algún texto en clase. Incluso cuando intervengo en congresos o doy alguna ponencia dicen que mi oratoria y gesticulación recuerdan las maneras teatrales. ¡Qué se le va a hacer! No puedo evitar ser quien soy, ni deseo hacerlo.

Respecto a mis canciones y mis actuaciones (que hace tiempo aparqué), todas ellas estaban impregnadas de teatralidad, como no podía ser de otro modo. No solo uno de mis más importantes grupos fue bautizado con un nombre muy teatral, “El Drama”, sino que muchas de mis composiciones ofrecían guiños a la literatura y la escena; como aquel Don Juan en el que ofrecía mi particular versión de este emblemático personaje dramático.  

JLIS: -Hablemos de Literatura y escena. Una historia del teatro español. ¿Existe un hilo conductor en la dramaturgia escrita en español desde que comenzara en la Edad Media hasta ayer?

JLGS: -Sin duda. Como en la historia misma de las sociedades. Pero yo no diría hasta ayer, sino hasta hoy mismo. Si algo me ha permitido este libro es descubrir ese hilo conductor, siempre presente y fácilmente reconocible en los textos. No hay más que leerlos (o verlos, en el caso de la dramaturgia más actual) para darse cuenta de ello. Quien no lo vea es que ha leído poco teatro.

JLIS: -Como historiador, me interesa el cambio, esa alteración del pasado detectable por quienes viajamos a él con la mejor de las intenciones. ¿Cuáles son a tu experto juicio las grandes transformaciones en la escritura dramática española?

JLGS: -Lo mismo que existe un hilo conductor, una tradición que ha sabido mantenerse adaptándose al fluir del paso del tiempo y los cambios inherentes a esta evolución (esta palabra es definitiva), también ha habido grandes cambios en determinados momentos históricos, fruto de múltiples causas. A veces han sido los avances técnicos los que han propiciado esa gran transformación (piénsese en las diferencias que aportó, a la propia dramaturgia, la aparición del teatro palaciego en el barroco, frente al tipo de obras pensadas para la simplicidad técnica de los corrales de comedias; o lo que ha supuesto en nuestros días, por ejemplo, la incorporación del mundo digital a las representaciones escénicas); en otras ocasiones, los cambios han sido impulsados por las élites culturales y su concepción de la finalidad de la escena, como ocurrió en la segunda mitad del siglo XVIII con el pensamiento ilustrado. También la industrialización del teatro en el siglo XIX contribuyó a la aparición de nuevos géneros teatrales y un sistema de producción que afectó al planteamiento mismo del hecho teatral. Nuevas concepciones estéticas, la aparición del teatro “comprometido”, la censura misma… son muchos los aspectos históricos que han influido en los cambios literarios y teatrales. Pero, insisto, por debajo de estos, siempre pueden reconocerse las huellas, los orígenes y el vínculo tradicional (también existe una tradición nacida con la propia vanguardia) que une cada nueva manifestación artística (y el teatro lo es), yo diría incluso que humana, con su pasado. En fin, la verdad es muy simple: nada nace de la nada.    

teatro

JLIS: -Sé que escribiendo este libro sobre el que estamos hablando te surgió la idea de escribir el siguiente. ¿Puedes adelantarles a los lectores de Nueva Tribuna el asunto de ese volumen en el que trabajas ahora?

JLGS: -En realidad son dos los libros que he escrito y terminado desde que di por concluida mi Historia del teatro español; y, efectivamente, uno de ellos, el más voluminoso de ambos nació durante el proceso de preparación y confección del penúltimo capítulo de Literatura y escena, el dedicado a la dramaturgia del período franquista. Fue tal el interés que despertaron en mí las obras que iba leyendo y analizando, que decidí saltarme los límites del trabajo que estaba haciendo en ese momento (necesariamente sintetizado) y publicar un nuevo libro dedicado exclusivamente a este período.

Como te digo, estas obras están ya acabadas; a la espera únicamente de las pertinentes correcciones previas a cualquier publicación. Son los criterios editoriales los que dictan, en este caso, la oportuna aparición de estos volúmenes y el momento adecuado para hacerlo.   

JLIS: -Polemicemos un poco. Si no entre nosotros, sí con lo que muchos esperan o quieren creer que fue el franquismo. A nivel de su dramaturgia (hablo de teatro, no de escenificación dictatorial, se me entiende), ¿se produjo durante los años del gobierno autoritario, pretendidamente totalitario, casi nunca fascista, de Franco el famoso erial al que tantas veces se hace referencia?

La vida teatral española entre los años cuarenta y sesenta gozó de una vitalidad envidiable y vivió su último período de esplendor

JLGS: -Absolutamente no. Sé que esto sorprenderá o no será compartido por algunos, pero no puedo negar lo que mi experiencia como lector y estudioso de la literatura dramática escrita en ese período me ha mostrado con claridad. Que hubo censura, sin duda. Muchas obras escritas no llegaron a ser estrenadas o incluso no llegaron a ver la luz ni siquiera impresas (esto menos, ya se sabe que el teatro leído hace mucho menos “daño” que el representado), pero, aun así, la vida teatral española entre los años cuarenta y sesenta, por ceñirnos al período más característico del franquismo, gozó de una vitalidad envidiable y vivió su último período de esplendor (de signo burgués, si se quiere, pero esplendor al fin y al cabo en lo que se refiere al consumo de teatro y a la existencia de un amplio público que lo alimentaba), en un tiempo en el que esta forma de cultura y de ocio aún no había llegado a ser sustituida (o no totalmente) por otras opciones de divertimento entre determinadas clase sociales, normalmente de buena posición, como ocurriría más tarde como consecuencia del desinterés de estas por lo que la nueva escena comenzó a ofrecerles a partir de los 70, y sobre todo en los años 80 y 90, momento en que el teatro vivió una importante crisis, nacida básicamente del alejamiento del público.

JLIS: -Cuando tú y yo éramos niños, jugamos muchas veces a muchos juegos. Hace poco escribí sobre nuestros juegos con figuras de soldados e indios. Aquello era muy teatral, éramos una especie de dioses o de dramaturgos efímeros, unos autores que lo fiábamos todo a la improvisación. Me gustaría decirte una cosa ahora que nos están leyendo: gracias por tu amistad. Gracias también por explicarnos lo que ha sido la escritura dramática en este país de países.

JLGS: -Gracias a ti, José Luis, por tu amistad siempre (ya se sabe que quienes jugaron juntos de niños jamás dejarán de serlo ni de jugar cada vez que se ven), por propiciar esta magnífica conversación en la que hemos hablado de mucho más que de teatro y por haber sido el artífice de este libro con el que tanto he disfrutado y aprendido mientras lo escribía.

“El teatro es una expresión artística capaz de englobar todos los géneros literarios”