jueves. 28.03.2024
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Ilustración: Javier Castarnado

Tenía los cabellos húmedos, envueltos en una toalla. Caminaba por las calles de la Barceloneta de la mano de un hombre que iba vestido con una gorra en la cabeza, unos pantalones de campo y una camisa anudada a la cintura. Sobre el cuerpo de ella una toalla prendida al pecho, sujeta con la levedad precaria que proporciona enganchar un trozo de tela dentro de otro, retenido por la propia presión. Era su única prenda.

Los dos paseaban de la mano, como si flotaran, suspendidos sobre una especie de mágica bruma con olor a salitre marino, que los acogía en sus brazos y los transportaba despacio, con dulzura tierna, sin permitir que sus pies apenas rozaran la piel de la acera. Levitaban.

La cabeza de ambos estaba conectada por una canción que los había levantado de la cama sin ningún esfuerzo: “Después de esta mañana/contigo me parece la gente más humana/ Después de esta mañana/ sin peine y sin camisa/ y con esta sonrisa/ de bobalicón”… ella saltó de la cama a la ducha… y él con ella... para prolongar un tacto de agua que acariciaba sus cuerpos desde la cabeza hasta las pantorrillas… plenas las caderas y las manos de jabón suave, fragante y pomposo, que creció como una nube de burbujas hasta inundarlo todo, sin poder filtrarse por el desagüe… “Los pájaros saludan, al pasar/ y las farolas son de regaliz/ soy más idiota pero más feliz/ después de esta mañana”… ella se vistió con dos toallas y él con lo primero que pilló… Y así salieron a la calle… “cantando a gritos Guantanamera/ sembrando en las aceras confusión…”.

Llegaron a un bar de la Barceloneta…con el hambre que provoca los estragos de una noche de lujuria sin freno…la gente giraba a su alrededor como si fuera un decorado…se sentaron en la barra y pidieron una ración generosa de pan, tomate, sal y aceite, y un buen vaso de café. Estaban ausentes y en su propio mundo… “después de esta mañana/ contigo me parecen más altas las medianas/ después de esta mañana bailo cuando el vecino/ escucha reggaetón/después de esta mañana/ me da un poquito igual/todos los dardos dan en la diana/después de esta mañana/ en tu colchón/… ella se quitó la toalla que le cubría la cabeza, con cuidado, lentamente, mientas él la recogía y le secaba los cabellos, largos y ondulados, y se los peinaba con los dedos, proporcionando un masaje tibio, que la devolvía a esos instantes entre las sábanas y a las placenteras caricias de jabón… mientras la gente seguía ausente, como en un decorado, estando, pero sin estar… asistiendo -pero sin asistir- a una sesión de tactos de amor sin freno, de yemas de los dedos hambrientas, desesperadas, que se desataron sin poder evitarlo encima de la barra del bar, mientras comían tostadas con aceite de oliva resbalando por sus barbillas, por el canalillo de los pechos de ella, por el ombligo al aire de él, rebosando aceite en la frontera de la cinturilla del pantalón, relamidos los dos con olor a café y pringue de tomate y sal en las manos.

Menos mal que la gente de alrededor no contaba, formaban parte de un decorado improvisado, quietos en sus retinas, como el fotograma de una película en medio de un sueño. En sus cabezas solo había sitio para la canción que les conectaba al placer generoso de sus cuerpos dispuestos a dejarse llevar sin freno alguno: “Después de esta mañana junto a ti/me caso con cualquiera/no estoy drogado/pero, como si lo estuviera…”.


*Agradezco a El Kanka la letra de esta canción tan llena de vida.


Primer libro de relatos eróticos de Carmen Barrios

de palabras como lenguas en tu boca

Después de esta mañana