jueves. 18.04.2024
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El pan nuestro de cada día. King Vidor

La representación de los problemas habituales en distintos ámbitos del trabajo, así como del movimiento sindical, se halla inmersa en un tipo de cine no convencional, lejos de un cine mayoritario de entretenimiento. En efecto, muy pocas realizaciones cinematográficas (en proporción a su ingente número en la Historia del Cine) se han ocupado del mundo laboral y sus circunstancias, así como de la “clase trabajadora” unida por sus derechos.

Surge, entonces, la paradoja de que este tipo de cine inusual se ha erigido en testigo de primer orden para alumbrar unos temas enormemente cruciales y presentes en nuestras vidas: los referidos a la forma en que nos ganamos el sustento, el trabajo (incluso para los que no lo tienen). Pues bien, gracias a este cine, se dan a conocer determinados aspectos negativos que envuelven a la cuestión laboral, como ningún otro arte ha sido capaz de mostrarlo. Junto a la literatura en sus diversas variantes de libros, manuales, ensayos, artículos etc., la realización cinematográfica ha sido quien más abordado dichas coyunturas adversas, como la explotación de la mujer, el desempleo, los movimientos migratorios u otras.

Mediante la individualización de ciertos relatos, dichas películas extrapolan el conflicto a un colectivo de trabajadores, y, además, integran las propias vivencias sociales de unos seres muy condicionados por sus tareas diarias. También surge una contradicción entre un cine minoritario de corte obrero o sindical, cuando en nuestras sociedades el asociacionismo de los trabajadores resulta un fenómeno
de gran consideración. No obstante, la unión ha sido recogida de forma muy verosímil desde el más sincero documental hasta la realización más cuidada. Porque en el binomio empleador-trabajador, ciertas ficciones han ilustrado fehacientemente aquellos temas insalvables entre ambos, debido a la casi nula reciprocidad de sus intereses. En ese choque, el protagonismo ha sido el de la conciencia de clase en la protesta, para llevarla adelante de diversas maneras.

Por otro lado, desde el llamado género social y/o político se puede atisbar una tipología de cine implicada en dichas temáticas, si bien, también se pueden encontrar fácilmente en otros habituales, aun de manera secundaria. Ya se ha comprobado cómo una película como Octubre de S. M. Eisenstein coloca al movimiento del proletariado en primera línea; y al contrario, Doctor Zhivago de D. Lean, aunque no deja de recuperar la acción colectiva de los obreros de la Revolución de 1917, lo sitúa en un plano de fondo y prioriza el melodrama histórico de la pareja protagonista. Igualmente, para exponer significados equivalentes, en la historia de este cine existe una gran disparidad de recursos y presupuestos en sus realizaciones. Por ejemplo, la ampulosa superproducción La conquista del oeste (H. Hathaway-J. Ford) obedece al mismo sentido que la modesta El pan nuestro de cada día (K. Vidor): las migraciones en el interior de Estados Unidos.
Desde el punto de vista histórico, sabemos que cualquier época contemporánea ha experimentado multitud de escenarios de la unión de los trabajadores, unos hechos proyectados por un arte tan joven como el cine. Ha sido muy reciente la posibilidad de llevarlos a cabo en la pantalla (poco más de 100 años desde los inicios del Cine). Pero han sido muy valiosas las obras cinematográficas que, realizadas en distintos periodos, han querido recoger la trayectoria del movimiento de los trabajadores de clase, desde sus inicios ingenuos, espontáneos o clandestinos, a finales del S.XIX, hasta la plena organización obrera sindicalista afianzada y legalizada a lo largo del siglo siguiente. Así lo demuestran ejemplos como Germinal (C. Berri), Novecento (B. Bertolucci), Hoffa (D. de Vitto), y otras menos conocidas como La clase obrera va al paraíso (E. Petri), El hombre de hierro (A. Wajda), Pan y Rosas (K. Loach) y Orgullo (M. Warchus).

La mayoría de estas obras han visto la luz en Estados Unidos y en Europa, merced a la mayor libertad de expresión reivindicativa en el mundo occidentalizado, pero otros países de la órbita comunista, principalmente Rusia, han fomentado la labor obrera tomando el cine sobre todo como instrumento de ideología (aunque también en el mundo occidental).
Por último, hay que subrayar que, tanto las cuestiones más perentorias de conflicto laboral como los movimientos de los trabajadores unidos, han sido puestos de manifiesto por estudiosos que han bebido de las fuentes de esta singularidad cinematográfica. Su objetivo ha sido investigar dichos factores imperecederos de la Historia, que llegan a la actualidad debido a la deriva de la globalización. Y con el cine como herramienta, esas parcelas sociolaborales todavía son muy susceptibles de ponerse en claro. Se trata de los nuevos desafíos que los sindicatos tienen en nuestra contemporaneidad.
Como apunta Joaquín Estefanía: Cuando los sindicatos son fuertes pueden garantizar que a los trabajadores se les paguen salarios justos, una cierta seguridad en el empleo, que reciban formación, que se les tenga en cuenta en el proceso de toma de decisiones… Ayudan a sus afiliados a conseguir políticas públicas como el seguro de desempleo o el salario mínimo. Por ello, los sindicatos modernos han vuelto a adquirir algunas características olvidadas, como volver a ser al mismo tiempo movimientos sociopolíticos (El País, 17.02.19).

En síntesis, sigue abierta la posibilidad de seguir ahondando en una temática que determina sobremanera nuestras vidas, donde el cine puede aportar e ilustrar notables ideas.

José Hernández Rubio | Doctor en Humanidades Univ. Carlos III. Profesor Universidad de Murcia

La conflictividad laboral a través del cine