domingo. 28.04.2024
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Carlos Valades |

Panchito Panchito, así era como llamaba Joaquín Sabina a su amigo y mano derecha, Pancho Varona. Sabina decidió abandonar esa relación artística de más de 40 años, dejando a Pancho caminando en solitario, triste, por el bulevar de los sueños rotos.

El amor, cuando no muere mata, y en este caso, Pancho ha resurgido con un nuevo lanzamiento, demostrando que está más vivo que nunca. “Pájaro herido” habla de superar rupturas, de afrontar una nueva vida.

Y así se presentó Pancho Varona en la Sala Galileo. Recién llegado del invierno austral de Buenos Aires a la canícula madrileña. Todos los allí presentes ya entregados desde antes de comenzar el concierto, dispuestos a cantar todos los temas que han formado parte de nuestra educación sentimental, asociándolos de manera inevitable a momentos que han marcado nuestras vidas, puntos luminosos de nuestra historia personal.

En mi caso particular, no quiero domingos por la tarde, ni juntar para mañana. Lo que yo quiero, muchacha de ojos tristes, es que mueras por mí.

Abrió la noche con “la canción de las noches perdidas”, un sublime homenaje a la melancolía, a las noches y a la bohemia de ciudad. Perteneciente a uno de los primeros álbumes de Joaquín Sabina, Física y Química, sirvió para poner en combustión a los asistentes.

Las referencias a la ruptura artística con Joaquín Sabina fueron constantes, y a los más de 100 temas y quince discos juntos.

El concierto siguió con Ruido, una canción que habla de los finales, de los besos sin sabor y de la tristeza que nos invade cuando una relación termina. Tanto ruido y al final la soledad.

Donde habita el olvido consiguió arrancar alguna lágrima, y la vida y el concierto siguió como todas las cosas que no tienen mucho sentido.

Con Ciudadano cero Pancho rescató una de sus composiciones de los años 80. Explicó cómo la letra de la canción, que al principio era de otra manera, se cambió para que la crónica del suceso fuese desde el punto de vista del dueño del hostal.

Después asistimos a un momento teletienda en el que se sortearon algunos discos y libros entre las mesas de la sala, todo ello trufado entre el jolgorio y las risas de los que allí asistíamos alucinados a la mano inocente que sacaba de una bolsa los premiados de la noche.

Con Pájaro herido comprobamos cómo Pancho Varona sigue en plena forma musical y artística, superando rupturas sin grandes dramas y alharacas.

Y sin embargo, que más que una canción es un himno, nos puso los pelos de punta. Imposible salir indemne de una canción así, una canción que no hace prisioneros.

El concierto terminó con la canción que Pancho Varona compuso para Luz Casal: No me importa nada. Punto y final a una excelente noche musical.

Para los más interesados en la intrahistoria del desencuentro entre Pancho y Joaquín, podéis escuchar el podcast “detrás, con un revolver”.

Brindemos por los paseos en la calle melancolía, por los 19 días y 500 noches que pasamos juntos, pongamos que hablamos de Madrid y de sus noches mágicas.

Pancho en la Galileo