viernes. 19.04.2024
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Nacida el 31 de enero de 1820 en Ferrol (A Coruña) hija de un padre cántabro y liberal y una madre gallega y conservadora, asistió durante tres cursos consecutivos (1842-1845) a clases de Derecho en la Universidad Central de Madrid sin poder declarar que era mujer y sin matricularse por eso mismo. Una mujer excepcional para su época.

Siempre la recuerdo porque es la matrona de las y los criminólogos. Unos estudios que cursé hace muchos años, que nunca he ejercido pero que me dieron otras miradas sobre realidades sociales excluyentes ya en los 80 del siglo pasado. También porque una parte de mi familia, madre, tías y hermana, se educaron en el colegio que lleva su nombre situado al lado del puente de Toledo en Madrid, hoy “invadido” por la M-30.

Una de sus pasiones y actividades tuvo que ver con el sistema penitenciario, era defensora de la reinserción social. Su frase “Abrid escuelas y se cerrarán cárceles” es una muestra de esa pasión de la pensadora gallega por educar. Creo que de ahí el que se la eligiera para ser el referente de graduadas y graduados en Criminología, una “ciencia” que buscaba entender las causas de la delincuencia y promover la inclusión en la sociedad de las personas que hubieran cometido errores en forma de delitos. Fue visitadora de prisiones e inspectora de casas de corrección de mujeres. Fruto de estos trabajos y de sus conocimientos y reflexiones publicó Cartas a los delincuentes (1865), en la que demanda la reforma del Código Penal vigente entonces.

Periodista por convicción, Concepción Arenal dedicaba gran parte de sus artículos y notas de prensa a la crítica social y a la educación. Antitaurina convencida, defensora de las viviendas sociales y contraria a “vicios” que atacaran la moral y perturbaran la relación social como el alcoholismo, publicó en diarios y revistas de prensa durante casi cuarenta años (1855-1893). Entre otros en La IberiaLa voz de la caridad (del que fue fundadora y que estuvo en la calle de 1870 a 1884), El Abolicionista y el Boletín de la Institución Libre de Enseñanza.

En sus “Cartas a un señor”, incluidas en La cuestión social, la pensadora inicia con una primera epístola titulada “Nunca es peligroso decir la verdad” en la que afirma “Nada hay más contrario a la caridad que la mentira calculada que se llama adulación, o el silencio temeroso que se hace cómplice del mal, dejándolo pasar sin reprobación ni anatema”; para terminar con una vigésima sexta misiva en la que destaca que “En religión, en moral, en ciencia, pobres y ricos todos faltan, todos faltamos; pero los pobres menos, porque su círculo de acción es mucho más limitado; culpas hay que no pueden cometer, y aun para aquellas que cometen, tienen a veces circunstancias atenuantes que los señores, con más medios morales, intelectuales y materiales no podemos alegar”.

Obras completas de Concepción Arenal publicadas en Madrid en 1924 (foto: Iñaki Chaves)

En 1860 obtiene el premio de la Academia de Ciencias Morales y Políticas por su ensayo La Beneficencia, la Filantropía y la Caridad, primera vez en premiar a una mujer al reconocer el valor de los conceptos que analiza: “beneficencia”, ayuda del Estado a las personas necesitadas; “filantropía”, preocupación filosófica por la dignidad del hombre, y “caridad”, la espontánea compasión cristiana hacia el prójimo. Esta misma institución la vuelve a destacar por su trabajo La instrucción del pueblo (1881). Además, su obra Oda a la esclavitud consigue el primer premio del certamen literario convocado por la Sociedad Abolicionista Española.

Entre sus reflexiones feministas, Arenal se preguntaba porqué si la mujer era considerada inferior al hombre, tanto en lo intelectual como en lo físico, se le aplicaban las mismas penas al delinquir. Entre sus publicaciones de marcado carácter feminista destacan La mujer del porvenir (1869), La mujer en su casa (1881) y La educación de la mujer (1892). En todas ellas reivindica el derecho a la educación y la igualdad de la mujer. Para María del Carmen Simón Palmer, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, era “una autora con una personalidad singular que rompió con los roles asignados a su sexo y abordó, por escrito y sin concesiones, temas conflictivos como la situación de los presos, de los pobres o de la mujer”.

Sus Fábulas en verso, con moraleja final, publicadas en Madrid en 1851, son todo un ejemplo de enseñanzas éticas, tal es así que fue declarado libro de texto en las escuelas de su época, y de crítica social a algunos de los lastres que condenaban a las gentes en la segunda mitad del siglo XIX y que todavía hoy siguen siendo realidad y tan pertinentes como lo eran entonces.

En el doscientos aniversario de su natalicio recordamos algunas de las conclusiones de sus parábolas:

“No nutre lo que se come, / sino lo que se digiere”

“No olvides nunca, hijo mío, / que es difícil, te lo juro, / ser como el arroyo puro / y ser grande como el río”

“Años hace que le oí / Decir como regla a un viejo / Y la guardé para mí, ´Que el sabio al dar un consejo, / Se acuerda poco de sí`”

“Mal sienta la gravedad / En negocio que no es grave, / A majadería sabe / Y trasciende a vanidad. / Al notar esta señal / Quedo para mi dudando, / Si quien es formal jugando / Jugará en cosa formal”

Y la fábula XXI, “El daguerrotipo y la pintura”:

Orgullosa la pintura / Al daguerrotipo dijo: / Por mas que te empeñes, hijo, / No llegarás a mi altura.

Al vulgo retratarás, / Que al vulgo desdeño yo, / Pero a la gente de pro / A los príncipes, jamás.

Tu tamaño reducido / Luego, el no poder mirarte / Como a mí de cualquier parte, / La falta de colorido.

Trabajas con equidad, / Por eso has hecho fortuna, / Mas no tiene duda alguna / Que sin color no hay verdad.

Y aunque a veces a tu ruego / Ilumino tus monotes, / ¿Quién no ve que son pegotes? / ¿Si idiota no es o está ciego?

—Bien, dijo el daguerrotipo, / Aun cierto el hecho en cuestión / Amiga, de tu opinión, / Dispensa, no participo.

Juzgas que celebridad / Entre los grandes no adquiero, / Porque no soy verdadero, / Y es porque digo verdad.

Es porque á mentir no acierto, / Y al contemplar su retrato / Se encuentra chato el que es chato. / Y sale tuerto el que es tuerto.

Por una inflexible ley / Sin consultar su nobleza, / Trato con igual llaneza / Al pordiosero y al rey.

Y no cual tú en mentir diestro, / ¡Cuántas veces he copiado / el semblante del malvado! / ¡Cómo era, vil y siniestro!

Nada hay en ello que asombre / Obedeciendo los dos, / Yo a la voluntad de Dios, / Tú a la voluntad del hombre.

Quien tesoros acumule, / En el lienzo o el papel, / Con la pluma o el pincel, / Puede pagar quien le adule.

Y en este mundo embustero / Segura cosa es también, / Que nunca ha de faltar quien / Mentiras dé por dinero.

Si tú conservas la palma,

Es que el hombre en su abyección

No quiere mostrar mal son

Ni su cuerpo ni su alma.

Concepción Arenal: periodista y feminista, adelantada en muchas cosas a su tiempo