martes. 16.04.2024
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El cine es una herramienta clave tanto en la construcción de la autoridad política y la dominación como en las críticas de las injusticias en las sociedades contemporáneas. Este es el argumento principal del profesor de Filosofía Camil Ungureanu en su muy documentado libro 'Cine y política'. Una inmersión rápida publicado por Tibidabo Ediciones.

1Las fuerzas políticas y los líderes más diversos, desde Roosevelt hasta Lenin y Hitler, se dieron cuenta muy pronto del inmenso potencial político del cine y lo emplearon asiduamente. A través de la magia de las imágenes, los políticos percibieron en el cine la oportunidad de construir “realidades verídicas”. Lenin dijo: “De todas las artes, el cine es el más importante para nosotros", de modo que con la revolución, el cine y la política se fusionaron con la intención de hacer tabla rasa del antiguo régimen y crear el nuevo “homo sovieticus” y una sociedad perfecta. 

Regímenes autoritarios recurren a películas comerciales y ligeras para adoctrinar a la población, y eximirla del pensamiento libre en una recreación del “panem et circenses” de los romanos. Contrariamente a lo que hizo Lenin, el objetivo de los nazis era promover el escapismo diseñado para distraer a la población en una situación difícil como era la guerra. Goebbels, autonombrado “patrón del cine alemán”, se dio cuenta de que un cine nacional que fuera entretenido y le diera glamour al gobierno sería un instrumento de propaganda muy efectivo. Y además, tuvo realizadoras de renombre como Leni Riefenstahl con cámaras en movimiento, fotografía aérea y el uso revolucionario de la música.  

Películas que invitan a la reflexión

El western glorifica el individualismo machista y la misión civilizadora de los americanos que luchan contra la tiranía

La industrialización del cine a través de Hollywood contribuyó a esta apuesta por el cine como instrumento de influencia política. Por el poder y por los críticos. El cine reflexiona sobre cuestiones como la relación entre ley y violencia, guerra y moralidad, capitalismo corporativo y democracia, feminismo y patriarcado, religión y terrorismo. 

Después de la Primera Guerra Mundial fue el cine expresionista alemán como Metrópolis de Jack Lang el que mejor articulaba las ansiedades de una época que culminaría en la catástrofe de la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto. Tanto el expresionismo como otras vanguardias tuvieron su impacto en el cine. El futurismo de Marinetti coqueteó con el fascismo, pero produjo poco cine, mientras que el surrealismo tuvo un papel crucial y crítico importante en el período de entreguerras y después de la Segunda Guerra Mundial. 

En el periodo entreguerras y la gran depresión sobresalen Chaplin, quien en la película muda Tiempos modernos presenta en clave humorística una crítica a la sociedad capitalista industrial y sus efectos alienantes, y Ciudadano Kane de Orson Welles que disecciona de manera magistral el fracaso del sueño capitalista americano del self-made man convertido en un individuo solitario y finalmente fracasado. Pero es El gran dictador, nuevamente de Chaplin, la película que mejor describe el período de entreguerras con el surgimiento del totalitarismo caricaturizado en Hitler y Mussolini

Cine de héroes bélicos

La Segunda Guerra Mundial es el acontecimiento histórico y político más representado en el cine hasta nuestros días. Abunda una reflexión colectiva sobre cómo fue posible la barbarie del Holocausto y la violencia gratuita. En paralelo, varios directores celebraron en filmes como Patton el heroísmo, carácter patriótico y religioso de los vencedores. No faltan ejemplos de equilibrio entre la heroicidad y la miseria de la guerra, como Salvar al soldado Ryan de Steven Spielberg, o Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima de Clint Eastwood.  

Los desastres de la guerra con una Europa devastada tuvieron también su reflejo en el cine con películas de referencia como El tercer hombre, de Carol Reed con guión de Graham Greene, que se nutre de la estética del expresionismo alemán para representar un mundo desamparado y corrupto. El neorrealismo italiano también explora el estado de decaimiento moral y espiritual después de la Segunda Guerra Mundial, y el fracaso del fascismo italiano con directores como Vittorio De Sica o Roberto Rossellini que pretendían representar la realidad tal como es, sin ningún “truco” visual. 

Regímenes autoritarios recurren a películas comerciales y ligeras para adoctrinar a la población, a la que se exime de pensar libremente

En Estados Unidos, en el clima de optimismo de la posguerra floreció el wéstern que glorificaba el individualismo machista y la misión “civilizadora” de los americanos. El género alcanzó su apogeo con John Ford y su actor estrella, John Wayne, como sus principales valedores. El wéstern contribuyó fundamentalmente a la celebración del heroico individuo estadounidense (un hombre moral, blanco y viril) capaz de vencer el mal (a veces identificado con el indio o el mexicano), héroes individuales que luchaban contra la tiranía, tal como se suponía que los estadounidenses debían luchar contra el régimen totalitario de la Unión Soviética.

En China, el cine desempeñó un papel importante en la propaganda del régimen. Con la “Revolución Cultural" varias películas fueron prohibidas y varios directores de cine y actores fueron encarcelados. No se produjeron largometrajes durante siete años, aparte de los pocos “dramas modelo” aprobados y controlados estrictamente por el Partido Comunista.

El senador Joseph McCarthy inició la llamada “caza de brujas” que resultaría en la lista negra de muchos cineastas y actores estadounidenses, acusados de ser comunistas, entre ellos Charlie Chaplin, Orson Welles, Luis Buñuel o Jean Seberg, y así hasta trescientos.

En los 60 el cine captó el estado de ánimo revolucionario y se involucró en batallas político-culturales con temas políticos nuevos -colonialismo, liberación sexual, revolución y emancipación política, clase, género, raza- que hicieron del cine una expresión de la lucha por la libertad individual y/o colectiva. En Europa, La Nouvelle vague con Truffaut, Godard, Resnais o Varda en Francia, el nuevo cine de Fassbinder en Alemania y de Antonioni en Italia aborda las nuevas aspiraciones políticas que emergen en el contexto de la revolución de esa década. El fenómeno llega a Estados Unidos, donde la liberación sexual y el movimiento hippy tuvieron un efecto radical en la cultura política con una expresión del declive del optimismo y de la felicidad inicial de la Revolución del 68 y del movimiento hippy. 

La guerra en Vietnam alimentó el pensamiento y la experiencia de la generación de cineastas formada por Francis Ford Coppola, Martin Scorsese, Oliver Stone, George Lucas, Paul Schrader o Steven Spielberg. Con obras maestras de relevancia política como Apocalypse Now Platoon

Camil Ungureanu se sumerge en su libro hasta nuestros días con apartados específicos dedicados al cine producido después del 11-S, el terrorismo islamista, la crisis económica de hace una década con la burbuja inmobiliaria y la irrupción del “capitalismo de lobos”, basado en el “consumo conspicuo” la falta de moralidad y la exacerbación del egoísmo. Aquí se ha abierto una nueva etapa, con autoritarismos emergentes, nacional-populismos y un equilibrio precario entre imperios globales: Estados Unidos, China y Rusia

El autor no se circunscribe al cine europeo o el norteamericano, sino que ahonda también en el que se produce en Japón y el conjunto de Asia, en Brasil con Rocha y otros países latinoamericanos, sobre todo los surgidos de dictaduras, e incluso en África.

"El cine se ha utilizado políticamente tanto como arma de propaganda, como de denuncia"