jueves. 25.04.2024
sombras1

Mujeres que lucháis por la extinción de las coercitivas estructuras de dominación masculina, Cincuenta sombras de Grey no es vuestro libro. Mujeres que vivís el amor como una aportación positiva más, a una existencia repleta de parcelas independientes y en todo caso, complementarias, Cincuenta sombras de Grey no es vuestro libro. Mujeres sin instinto de princesas rescatables ni de salvadoras de traumas irreparables (aquí cada cual que se venga lloradito de casa), Cincuenta sombras de Grey, definitivamente, no es vuestro libro. Que lo que queremos es que la temperatura corporal suba unos grados con un poco de ayuda externa y mucha imaginación, sin caer en la oscenidad de leer (yo no leo “guarrerías”) o ver porno sin maquillar y con todas sus letras que perturbe el andamiaje de unos pensamientos estructurados sobre el sexo “limpito” y con amor, entonces, no perdáis un instante, Cincuenta sombras de Grey es vuestro libro.

No hay mejor definición para la archimillonaria trilogía de E.L. James (Yo también hubiese puesto siglas) que la que hizo Stephen King: “Cincuenta sombras de Grey es porno para madres”. La lectura de la extraña historia de sumisión reconvertida es justamente eso, un termómetro de estrógenos que da aliciente a posibles vidas sumidas en la monotonía sexual y afectiva, donde recordar las montañas rusas hormonales de antaño o quizás, sólo el tiovivo para el que se tuvo pase. Y además si se abren nuevos caminos de placer y apertura cognitiva dedicada exclusivamente a la satisfacción de los más bajos instintos, alabada sea E.L. James,porque en cuanto a narración se refiere… quedémonos con las altas temperaturas.

Anastasia Steele es una joven virginal recién graduada en Literatura inglesa, introvertida y solitaria, que por cosas del destino sustituye a su amiga enferma Kate, para hacer la irremplazable entrevista a Christian Grey. Joven, guapo, misterioso, oscuro y multimillonario dueño de uno de los más beneficiosos holdings empresariales de Estados Unidos. Unas chispas que podrían incendiar el rascacielos entero aunque serían sofocadas con fluidos incontrolados, surgen de ese encuentro, por lo que el poderoso Grey, no acostumbrado a negativas, propondrá a la inocente Ana a formar parte de su mundo de helicópteros, barcos, casoplones sin medida… y de unas prácticas sexuales nada convencionales. Sadismo y sumisión con cuarto rojo de juguetes que hacen pupa (siempre violencia consentida, no te alarmes, mamá) bajo acuerdo contractual formalmente escrito, con cláusulas tipo: 5.2. Practicar Fisting anal. Seguro que este contrato sí lo leeríamos con atención. En conclusión, un cuento de princesas siglo XXI subido de tono, narrado en primera persona por una chica insegura y aniñada que se aficiona a las corbatas (en las muñecas) y que poco a poco se introducirá en el oscuro corazón del superpoderoso y amante del sexo duro de Grey. Que afán por el rescate, oiga.

Pues si no habéis tenido bastante, llegó la película. Eso sí, no esperéis partes nobles explícitas, que el libro erótico de escenas ardientes se queda en mucho pecho femenino y pectorales de un Grey en forma física, pero que no convence. Una producción blanquita donde el cordel blanco estaría más en consonancia que la fusta que aparece. Al menos la banda sonora merece la pena.

Aquí un ejemplo más sobre el erotismo como apuesta segura. Narrativa repetitiva, fallos estructurales, erratas que parece que se reproducen… pero como se dice en mi pueblo: “La jodienda no tiene enmienda”, el sexo vende y si es en la industria editorial, bienvenido sea.

Cincuenta hostias de Grey